Aunque Wally Pfister lleva años trabajando como cinematógrafo en películas tan prominentes como las de Christopher Nolan, en Transcendence –su ópera prima como director- evidencia que no ha aprendido mucho de uno de los mayores maestros del blockbuster moderno, principalmente su dominio del impulso narrativo.

Transcendence -una película inerte, letárgica y soberanamente aburrida- llega al cine con el sello de Nolan en un crédito de productor, pero la semejanza a cualquiera de sus filmes se limita a una puramente visual debido a que Pfister retrató la mayoría. Ser colega del realizador de Memento y The Dark Knight también tiene como beneficio el contar con actores clase A para debutar en la silla del director, como lo es el protagonista Johnny “Págame y puedes usar mi cara en tu póster” Depp, quien continúa su lenta pero consistente caída hacía los confines de la mediocridad con otra actuación de una persona “normal” en la que –al verse sin disfraces, sombreros o maquillaje- no sabe cómo comportarse ante las cámaras. 

Aunque, ¿quién sabe? Quizá la selección de Depp no podría ser más apropiada, pues ¿quién mejor para interpretar a la representación de una inteligencia artificial monótona y sin personalidad? Depp encarna a “Will Caster”, un científico brillante que se ve herido mortalmente en medio de un atentado perpetrado por una secta terrorista que busca desconectar a la humanidad de los aparatos electrónicos. En su lecho de muerte, el subrogado de Steve Jobs  sube su mente a la supercomputadora que diseñó y se vuelve más poderoso y omnipresente. Al morir, “Caster” básicamente se convierte en el “Obi-Wan Kenobi” de la Internet.

El insípido guión del novato Jack Paglen toma prestado de una multiplicidad de historias de la ciencia ficción  –que van desde las mejores (Ghost in the Shell) hasta las peores (The Lawnmower Man)- para construir una trama que nunca despega y que ancla emocionalmente alrededor de la relación amorosa entre Depp y Rebecca Hall, quien interpreta a su esposa. El problema es que ambos actores pasan la mayoría tiempo separados físicamente en pantalla. Hall trata de transmitir emociones que no están presentes en la página pero es incapaz de hacer de tripas corazones. Mientras, la sonámbula presencia de Depp empeora la situación, recitando sus líneas con la pasión de alguien que solo está cobrando un cheque, lo cual ha sido básicamente su descripción de oficio desde hace algunos años.

En medio de las dos horas de puro aburrimiento, a veces sobresale una que otra idea interesante acerca de la dependencia de la humanidad en la tecnología, o nos despertamos el tiempo suficiente como para notar lo bien realizados que están los efectos especiales, por más absurdas y sin fundamentos que sus existencias en la realidad del filme puedan parecer. Morgan Freeman, Cillian Murphy, Kate Mara y Paul Bettany completan el reparto de caras reconocidas que las buenas conexiones en Hollywood pueden comprar, pero la mayoría del tiempo lo que nos estamos preguntando es por qué seguimos confiando en el semblante de Johnny Depp para vender una película cuando él aparentemente ya no está interesado en salir en ellas.