En una remota aldea en las montañas de Taiwán, el pintor y estudioso “Gu” (Shih Chun) disfruta de una vida tranquila, ganándose la vida a través de su arte y sin mayores ambiciones que continuar haciéndolo por el resto de sus días. Su mayor preocupación se circunscribe a soportar los diarios reclamos de su madre de que se busque una esposa y aplique para un trabajo con el imperio que los saque a ambos de la miseria, pero la llegada de una misteriosa mujer al pueblo apunta a que Buda tiene otros planes para él.

Si de entrada A Touch of Zen se siente familiar, no solo se debe a la cantidad de cineastas que este clásico ha influenciado desde su estreno en 1971 –entre ellos Wong Kar Wai, Ang Lee y Zhang Yimou-, sino también a aquellos que influenciaron a su director, King Hu. Nacido en 1931 en Beijing, Hu dio sus primeros pasos en el cine en el departamento de arte antes de probar su suerte en la actuación, la redacción de guiones, hasta acabar eventualmente en la silla más importante detrás de las cámaras. Fue aquí que Hu hizo por el género del wuxia lo que Sergio Leone logró por los spaghetti westerns: validarlos como un subgénero a través de un lenguaje cinematográfico singular que dejó una huella indeleble en el séptimo arte.

La marca de Leone en el estilo de Hu es evidente desde la estructura de su guión –basado en la novela Strange Tales from a Chinese Studio-, una épica de tres horas dividida en tres robustos actos en los que la esporádica acción acentúa el drama, hasta en las introducciones de los protagonistas de esta heroica historia, subrayadas por close-ups extremos centrados en los ojos. El primer acto se siente como un western, con la llegada de la arquetípica “misteriosa guerrera sin nombre” (posteriormente se revela que el personaje interpretado por Hsu Feng se llama “Yang”) que es perseguida por soldados imperiales por razones que son explicadas más adelante en la narrativa.

Sin embargo, Hu no se limita al western a la hora de introducir géneros en su filme. En una decisión que resultaría desastrosa en la gran mayoría de las películas, el cineasta incluye elementos del terror en la aldea –supuestamente embrujada- así como matices de comedia hasta concluir la odisea en una impactante secuencia en la que combina lo espiritual con lo psicodélico. La variedad de tonos podría deberse a los tres años que le tomó rodar la película, y mientras no todos funcionan a cabalidad y el ritmo puede tornarse un poco letárgico, el director halla la manera de deslumbrar al público mediante su mayor fortaleza: la acción. 

La impresionante destreza de Hu para dirigir escenas de acción fue su mayor legado, y basta con ver cualquiera de las que se presentan aquí para apreciar por qué. Si con Come Drink With Me (1966) y Dragon Inn (1967) Hu había demostrado que tenía un don para capturar en celuloide las virtudes del kung-fu, con A Touch of Zen las convirtió en una danza moderna. Desde la emboscada nocturna en la aldea hasta la culminante batalla en el bosque de bambús –que décadas después inspiró a Crouching Tiger, Hidden Dragon-, Hu hace un fantástico uso de la edición para resaltar las acrobacias y puntualizar la agilidad de los actores, proveyendo un espectáculo en el que convergen las artes cinematográficas con las marciales.

El disco

Aun cuando la copia en 35mm de A Touch of Zen que guarda el Instituto de Cine Taiwanés fue rigurosamente restaurada, el resultado no es tan perfecto como otras remasterizaciones de clásicos que se han visto recientemente. Al parecer, la copia no estaba en muy buenas condiciones y los efectos de esto todavía se pueden ver en el Blu-ray, aunque no son demasiado pronunciados. Los rasguños y el sucio hacen su aparición de vez en cuando, mientras que la saturación de colores no es la más constante a lo largo de las tres horas, pero en general la imagen luce bastante bien, dentro de lo posible.  El audio no es nada que vaya a ejercitar su sistema de sonido, pero la pista en mandarín LPCM 1.0 se escucha claramente por el canal central.

Los extras incluyen nuevas entrevistas con los protagonistas, Hsu Feng y Shih Chun, rememorando acerca del proceso de filmación que tomó cerca de tres años; un documental de 48 minutos acerca de la trayectoria del director King Hu; otra entrevista con el director Ang Lee en la que toca tanto la influencia que el filme tuvo en su Crouching Tiger, Hidden Dragon como el panorama sociopolítico de Taiwán a principios de los años 70; un valiosísimo análisis por parte del crítico de cine Tony Rayns; el tráiler de la cinta y un panfleto ilustrado con notas del estreno del A Touch of Zen en el Festival de Cannes.