La filmografía de Lars Von Trier reside en los extremos -físicos, emocionales, psicológicos- y esta capacidad de polarizar se extiende a su apreciación. Uno se siente inmediatamente atraído hacia ella o la resiste vehementemente. Rara vez el cineasta danés deja espacio para reacciones que graviten en puntos intermedios, recibiendo aplausos y abucheos por partes iguales siempre que nos deleita o disgusta –y, en algunos casos, ambas- con su más reciente obra.

Así ha sido desde 1996, cuando dejó claro que llegó al séptimo arte para quedarse con la extraordinaria Breaking the Waves, el primer capítulo de su llamada "Golden Heart Trilogy" (que incluye The Idiots y Dancer in the Dark), de la que se desprende temáticamente lo que ha sido la mayor parte de su canon durante los pasados 18 años: el profundo examen de condiciones mentales y/o dilemas morales, y cómo estos son confrontados tanto por quiénes los sufren, como por aquellos que los rodean. Fue aquí que inició la errada percepción de que el controvertible director es un misógino que disfruta de torturar a sus protagonistas, cuando en realidad les está proveyendo a las diestras actrices que trabajan con él una y otra vez la plataforma en la que pueden exteriorizar los abusos, injusticias y discrímenes de los que son víctimas las mujeres a través de personajes complejos y expertamente delineados. Podrán achacarle muchas cosas, pero pocos cineastas escriben mejores papeles femeninos.

En Breaking the Waves encontramos a “Bess” (Emily Watson), una ingenua y piadosa feligresa de una comunidad calvinista que reside en una localidad escocesa en la década del 70. “Bess” está próxima a contraer nupcias con “Jan” (Stellan Skarsgard), un extrovertido e impío obrero escandinavo de una plataforma petrolífera, que es visto como una mala influencia externa por la familia de “Bess” y el resto de los rígidos integrantes del pueblo ultra conservador. Pero igual se casan, y ambos se ven genuinamente enamorados. Von Trier se encarga de exponernos a la ternura entre la pareja durante su noche de bodas en la que “Bess” pierde su virginidad, y tanto Watson como Skarsgard se comunican cómoda y naturalmente en la intimidad. Esta la única muestra explícita de sexo que se observa en el filme, y cabe señalarlo en vista de que esto se torna en una perversión que se mantiene mayormente fuera de cámara, pero sus resultados no son menos perturbadores.

Desde el principio se percibe un sentido subyacente de que no todo anda bien con “Bess”. La vemos alterada cuando el helicóptero que traslada a “Jan” para la boda llega tarde, y no en la manera normal que cualquiera pudiese estar molesto por la tardanza. Entonces, escuchamos a “Bess” rezando, agradeciéndole a Dios que “Jan” haya llegado su vida, y Dios responde a través de ella, con una voz más aguda y autoritaria sacada de la furia celestial del Antiguo Testamento. Solo en la última escena –cuando Von Trier recurre a su característica ironía- descubrimos si “Bess” está hablando con Dios o si en efecto está mal de la cabeza, pero para el cineasta no aparenta existir una distinción entre ambas cosas.

En una de esas conversaciones, “Bess” le pide que le traiga a “Jan” de la plataforma oceánica en la que vive durante largos periodos como parte de su oficio, y “Dios” aparenta conceder su deseo, pero se lo devuelve tras sufrir un accidente que lo deja prácticamente inmóvil del cuello para abajo. “Jan” se quiere morir y ve cómo único consuelo a su condición que su esposa tenga relaciones sexuales con otros hombres y que luego regrese a describirle sus encuentros carnales para así recuperar la intimidad que alguna vez tuvieron. “Bess” accede al pedido de su esposo, que ella ve como extensión de un mandato divino, propiciando una precipitada caída para su frágil condición mental.

Como ha sido su uso y costumbre, Von Trier divide la historia en capítulos que puntualizan los actos de la trama y proveen un breve respiro al calvario mediante canciones de rock introducidas irónicamente. El cineasta canaliza a su ídolo, su compatriota Carl Theodor Dreyer, visual y temáticamente, por un lado matizando su puesta en escena con unos close-ups extremos que evocan a los de Falconetti en The Passion of Joan of Arc (1928), y por el otro abordando la fijación de Dreyer con las sectas religiosas y su opresión sobre la psiquis de sus feligreses.

La actuación de Watson es absolutamente magistral, haciéndonos testigos de su deterioro sin apartarse por un instante de la bondad innata de “Bess”, lo que la hace aun más desgarradora. Es un trabajo de tal altura que la actriz británica jamás lo ha podido igualar, y quizá nunca lo haga. Está cargado de una crudeza tan aguda que duele. Von Trier suele proveer un distanciamiento entre su sujeto y el público que facilita la digestión de lo que expone en pantalla, como por ejemplo la artificialidad de los efectos visuales en Melancholia, los números musicales de Dancer in the Dark o las peculiares conversaciones entre Skarsgard y Charlotte Gainsbourg en su recién Nymphomaniac. Ese filtro no está presente en Breaking the Waves, largometraje que -al igual que sus mejores trabajos- busca provocar una reacción en nosotros. Aquí el enfant terrible del cine contemporáneo fue directo a la yugular.

El disco

Bajo la supervisión de Von Trier, Breaking the Waves se ve mejor que nunca en alta definición. La restauración en 4K resulta en una presentación clara y rica en el grano fílmico. La nítida paleta resalta los tonos sepias que se aproximan a lo monocromático, mientras que el nivel de detalle que se puede apreciar en los close-ups gracias a la resolución 1080p –en formato 2.35:1- es verdaderamente impresionante. En el departamento de sonido, el disco incluye una pista en inglés mezclada en DTS-HD Master Audio 5.1 en la que el diálogo se escucha claramente y enaltece el diseño de sonido a través de los otros cuatro, particularmente durante los interludios musicales.

En términos de extras, esta edición –que contiene copia del filme en DVD y Blu-ray- provee material tanto de archivo como recientemente producido para ella. Entre los suplementos sobresalen la pista de comentario con Von Trier, el editor Anders Refn y el cinematógrafo Anthony Dod Mantle, quienes ofrecen anécdotas y detalles técnicos acerca de siete escenas en específico, y las nuevas entrevistas que Criterion le realizó a Watson y Skarsgard en las que ambos actores hablan de su proceso creativo y sus recuerdos de la producción.

El cineasta y crítico de cine Adrian Rawlins, en una entrevista aparte, aborda el estilo de Von Trier y su influencia en el movimiento avant-garde Dogma 95 que este inició junto a Thomas Vinterberg.

También tenemos cuatro escenas adicionales –dos eliminadas y dos extendidas- que se pueden escuchar con su audio original o con los comentarios de los tres cineastas mencionados anteriormente; la audición en cámara de Emily Watson; una escena elegida por Von Trier en memoria de la actriz británica Katrin Cartlidge, quien interpreta a la hermana de “Bess” y murió en el 2002; el tráiler de Breaking the Waves; un panfleto ilustrado de 32 páginas que incluye un ensayo del filme y una entrevista al director; y por último el clip promocional de la película que se exhibió en el Festival de Cannes donde ganó el Grand Prix en 1996. No diré de qué se trata el clip fuera de que el mismo no podría ser más Von Trier.

Breaking the Waves está disponible ahora bajo el sello de The Criterion Collection