La inercia impera en La ciénaga, el debut cinematográfico de la cineasta argentina Lucrecia Martel, en el que se expone la putridez de la burguesía sin condenarla abiertamente. 

“Crecí, y creo que voy a morir, en una época de crisis económica: toda mi vida vi cómo la clase media se ha ido derrumbando”, expresó la cineasta en el Festival Internacional de Cine de Toronto en el 2001, cuando presentó su ópera prima -laureada como una de las precursoras del nuevo cine argentino- en la que Martel contrasta las marcadas diferencias socioeconómicas entre los que tienen –o tenían- mucho, y los que tienen poco.

Uno no ve La ciénaga tanto como la escucha. En lo que sobresale como una de sus mayores virtudes como cineasta, Martel exhibe un dominio del campo auditivo que está presente desde la tremenda escena inicial, desarrollada en el territorio pantanal que inspira el título y que sirve, no solo como un componente alegórico, sino como uno de los escenarios principales de la narrativa. Es allí donde se halla la casa de la familia acomodada que protagoniza esta historia, con los adultos congelados en un permanente estado de dejadez e indiferencia que los hace caminar como muertos vivientes embriagados, mientras sus hijos merodean el área como perros realengos abandonados a su suerte.

La secuencia de apertura presenta a los patriarcas y matriarcas de este clan en estado de descomposición bronceándose bajo el sol como cocodrilos perezosos. La simple acción de arrastrar sus sillas de un lugar a otro representan un esfuerzo sobrehumano, tanto así como echar hielo en sus copas que se desbordan con vino. El ruido del metal sobre el concreto y el tintinar del hielo contra el vidrio concluye abruptamente con la caída de la embriagada “Mecha” (Graciela Borges), la madre que ronda los 50, quien al desplomarse se entierra en el pecho los cristales rotos de su copa, lo que requiere de una visita de urgencia al hospital. Son sus hijos y sobrinos los que reaccionan y vienen a su auxilio. El resto de los adultos apenas parece darse cuenta de lo ocurrido.

El accidente de “Mecha” es uno de un puñado de flashazos de violencia –la mayoría fuera de cámara- que puntualizan el constante presentimiento de que algo malo está a punto de ocurrir. La médula de La ciénaga se encuentra en estos espacios negativos, con la aguda cámara de Martel entrometiéndose en las vidas de estos personajes para escuchar las conversaciones secretas que tienen entre sí. La directora marca un contraste entre los adultos prejuiciados y los menores curiosos, mientras deambula entre el amplio reparto. No todos los hilos que persigue con su narrativa resultan particularmente interesantes ni concluyen de manera satisfactoria, pero aun cuando parece que no está ocurriendo nada dentro del letárgico drama, Martel siempre está compartiendo alguna inquietud, idea o experiencia personal –la cineasta ha dicho que la cinta es semi autobiográfica- por medio de su guión.

Martel dirigiría mejores filmes tras La ciénaga. La mujer sin cabeza sobresale como su mayor obra hasta ahora, mientras sus admiradores continúan anticipando su próximo largometraje –una historia con elementos de ciencia ficción- cuyo estreno podría ser anunciado en cualquier momento. Pero los genes de lo que sería su marca como directora son evidentes desde su ópera prima, filme que vale la pena observar aunque sea una vez.

El disco

Solo había visto La ciénaga en un DVD de baja calidad en definición estándar, así que esta nueva versión en HD fue toda una revelación. Presentada en su formato original 1.85:1, la película se ve excelente en resolución 1080p, con colores que resultan naturales y un perfecto balance de contraste independientemente de que Martel filme en interiores o exteriores. El nivel de detalle es igualmente impresionante. El audio no causa el mismo impacto pero solo porque la película carece de banda sonora y efectos de sonido muy elaborados. Las conversaciones se escuchan claramente en la pista en español DTS-HD Master Audio 2.0.

Los suplementos se limitan a dos entrevistas pero ambas son muy buenas, tanto así que recomendaría verlas antes del largometraje. En la primera de ellas, Lucrecia Martel ofrece uno de los relatos más distintivos que se haya visto en un lanzamiento de Criterion, dividiendo sus repuestas en siete capítulos en los que habla de todo un poco -desde su relación con la religión y los cuentos que le hacía su abuela hasta la estructura de la cinta- a través de vídeos personales, fotos y cortometrajes. 

En la otra, Andrés Di Tella, cofundador del Festival de Cine Independiente Internacional de Buenos Aires, aborda los temas que se desarrollan en La ciénaga, los periodos del cine argentino y las virtudes de la dirección de Martel.

Además, tenemos el tráiler de la película y un panfleto ilustrado con un ensayo de David Oubitia, profesor de las universidades de Buenos Aires, Chile y Nueva York, que escribió el libro Estudio crítico sobre “La Ciénaga”.