“Lucky Gagin” es un hombre extraño en una tierra extraña, aun cuando técnicamente se encuentra en su patria. El veterano de la Segunda Guerra Mundial –interpretado por el propio director, Robert Montgomery- llega al pueblo de San Pablo en Nuevo México en la víspera de una festividad mexicana, pero “Gagin” no fue ahí en busca de pachanga, sino del hombre al que culpa por la muerte de su mejor amigo. Su plan, sin embargo, no es la venganza sanguinaria, sino algo más cínico y egoísta: chantajear al corrupto mafioso de poca monta  “Frank Hugo” (Fred Clark) por $30,000 a cambio de un documento que lo involucra en el asesinato de su compañero de guerra.

Como en todo buen film noir, Ride the Pink Horse (1947) no está tan preocupada con los detalles sino con la atmósfera que transmite, las interacciones entre los personajes y el ambiente en el que se desarrolla. El mencionado documento y las intenciones del protagonista no son más que la minucia de la trama, un pretexto para capturar el choque entre los malos y los menos malos y –especialmente- entre dos culturas opuestas: los gringos y los mexicanos. Desde que abre la boca por primera vez, “Gagin” es un personaje sumamente abrasivo que no oculta su xenofobia, pero las circunstancias de su misión lo obligan a forjar alianzas con los locales que considera inferiores, como el amigable “Pancho” (Tomás Gómez, en una actuación nominada al Oscar) y “Pila”, una india americana interpretada cautivantemente por Wanda Hendrix.

Montgomery es tremendo protagonista, provocando un desdén inicial que lentamente se va transformando en empatía, pero como director es aún más impresionante. Su desempeño detrás de las cámaras no fue tan profuso como sus actuaciones frente a ellas, pero Ride the Pink Horse demuestra que poseía el talento para quizá ser uno de los grandes. Desde la fabulosa secuencia inicial, filmada en un solo tiro ininterrumpido que el cinematógrafo Russell Metty perfeccionaría una década más tarde en A Touch of Evil -otro noir fronterizo-, Montgomery utiliza el recuadro para transmitir información visual de maneras interesantes, como la escena en la que monta la cámara en un carrusel y tan solo podemos ver la acción por instantes cuando el lente vuelve a apuntar hacia ella.

El libreto de Ben Hecht y Charles Lederer, basado en una novela de Dorthy B. Hughes –autora del clásico film noir In a Lonely Place-, está repleto del tipo de diálogo que te atrapa con la mera construcción de sus oraciones, la rapidez con la que se expresan los intercambios verbales y su “politically incorrectness”, producto de la época en la que se escribió. La trama no es particularmente memorable, pero no tiene que serlo. Como demostró recientemente Paul Thomas Anderson en la excelente Inherent Vice, cuando de noir se trata, la trama rara vez resulta importante.  

El disco

Ride the Pink Horse luce prácticamente perfecta en alta definición. La presentación en formato 1.37:1 y resolución 1080p cuenta con un increíble nivel de detalle y una ricura de los tonos negros y grisáceos característicos del film noir sin mayores señales de deterioro en la copia. La nítida pista de audio en inglés LPCM mono permite la clara apreciación tanto de la música como el diálogo a través del canal central.

En los extras, tenemos una pista de comentario ofrecida por los especialistas en film noir Alain Silver y James Ursini, quienes analizan y comparten sus respectivas opiniones como expertos proveyendo basta información acerca de la importancia del filme dentro del contexto del género.

Sara Smith, otra experta e historiadora del noir, es entrevistada por separado en el segmento titulado In Lonely Places, trazando una diferenciación entre aquellos ejemplos del estilo cinematográfico que se desarrollan en un escenario y otros –como Ride the Pink Horse- que no siguen esta tendencia.

Por último, tenemos una adaptación radial del filme a cargo del propio Montgomery, Wanda Hendrix y Thomas Gómez, y un panfleto ilustrado que incluye un análisis de la película escrito por el cineasta Michael Almereyda.