A veces pienso que soy un espectador bastante resistente a los niveles de violencia que se observan en la ficción. Que años de estar consumiendo entretenimiento en distintos medios me han acondicionado a verlo como más nada que puros efectos especiales. Entonces me topo con un filme como The Honeymoon Killers, de 1969, y me doy cuenta que –afortunadamente- aún mantengo una necesaria sensibilidad hacia ella, en especial cuando esta se manifiesta sin el usual lustre que la adorna en el entretenimiento comercial.

El clásico del director Leonard Kastle no es gráfico ni en el uso menos conservador de la palabra, pero esto no lo hace menos violento y perturbador. Su trama se basa en el enfermizo romance entre Ray Fernández y Martha Beck, pareja que acaparó los titulares a finales de la década del 50 tras ser arrestada y eventualmente sentenciada a la silla eléctrica por una serie de brutales asesinatos. Shirley Stoler interpreta a Martha, la obesa enfermera que entabla un romance epistolar con Ray (Tony Lo Bianco), un estafador que se dedica a seducir mujeres y robarles el dinero. Al juntarse, el dúo se gradúa de fraude y robo a secuestro y asesinato.

La película recoge los últimos cuatro crímenes cometidos por la inestable pareja. El libreto de Kastle se mantiene bastante a la par con los hechos del caso, aunque exhibe cierto grado de pena por el personaje de Martha, alterando algunos detalles para impartirle un nivel de conciencia. Las actuaciones de Lo Bianco y Beck evocan al estilo de John Cassavetes, naturalistas y con aires de improvisadas, mas esto no es lo único en lo que la película resulta comparable al canon de este cineasta estadounidense.

Al igual que Faces y los filmes europeos que lo inspiraron, The Honeymoon Killers posee la estética de una cinta independiente, cualidad que aumenta sus matices más crudos y anclados en al realidad. Su bajo presupuesto le permitió a Kastle abordar temas que jamás habrían sido tratados en un trabajo de estudio, entre estos sugestivos roces sexuales entre Martha y Ray que no se inmutan en disimular su sordidez. Mientras, en términos de violencia el acercamiento del director es uno más reservado, aunque esto solo sirve para lograr que los actos que mantiene fuera de la pantalla se manifiesten aun peor en la mente del espectador. El respeto que Kastle demuestra hacia la violencia es uno digno de emularse.

El disco

Como mencioné, The Honeymoon Killers fue una cinta de bajo presupuesto, pero su imagen ciertamente no lo refleja. Su transferencia en resolución 1080p luce casi perfecta de principio a fin, gozando de un alto nivel de detalle y un excelente contraste, indispensable para una película en blanco y negro. Donde único podría notarse las limitaciones de la producción en términos técnicos es en el sonido. La pista de audio en inglés LPCM 1.0 no es nada del otro mundo, con poca profundidad y dinamismo, pero el diálogo sí se escucha claramente.

Los suplementos se enfocan en una serie de entrevistas a los cineastas involucrados en The Honeymoon Killers y un vídeo ensayo que cuenta la verdadera historia de Ray Fernández y Martha Beck. Titulado “Dear Martha…”, la pieza de Scott Christianson –autor de Condemned: Inside the Sing Sing Death House- narra los hechos que cautivaron a la nación estadounidense a finales de la década del 50 mediante fotos, documentos legales y páginas de periódicos que cubrieron la captura, juicio y ejecución de la pareja.

El disco contiene una entrevista que se le realizó al director Leonard Kastle en el 2003 en la que toca diversos temas relacionados a la filmación. De estos, sobresalen sus comentarios acerca de Martin Scorsese, quien comenzó como el director de la película pero fue prontamente sustituido por Kastle. También se incluyen entrevistas con los actores Tony Lo Bianco y Marily Chris y el editor Stan Warnow.

Como de costumbre, también se encuentra el tráiler del filme y un panfleto con un ensayo escrito por Gary Giddins.