Raras son las veces que los cinéfilos somos confrontados con un trabajo tan único como Under The Skin, una obra tan específica en su singularidad que nos cautiva con lo desconocido, hipnotizándonos mediante imágenes que parecen extraídas de otro mundo sin suprimir la condición que las hace empáticas al espectador. Esa cualidad alienígena conforma la médula de la extraordinaria habilidad con la cual se arma el cineasta británico Jonathan Glazer para exponernos a nuestro entorno a través de una mirada externa, forzándonos a examinar la naturaleza de nuestra especie desde otra perspectiva.

El tercer largometraje de Glazer –su primero desde Birth, hace ya una década- podría ser descrito reductivamente como Species dirigida por Hollis Frampton o Stan Brakhage, dos maestros del movimiento avant-garde cuyas influencias estéticas son canalizadas por Glazer para confeccionar su fascínate puesta en escena. En el centro de su propuesta encontramos a Scarlett Johansson en una asombrosa actuación que hay que ver y que redefine el alcance de su talento. El papel está hecho a su medida, ofreciéndole la oportunidad de explorar la imagen que se tiene de ella dentro y fuera de la pantalla en una audaz incorporación de sus atributos tanto físicos como histriónicos.

Johansson interpreta a un extraterrestre que llega a Escocia y se apodera del voluptuoso cuerpo de una mujer con el objetivo de capturar hombres que recoge por las calles de Glasgow y llevarlos hasta su guarida, donde los seduce y los consume en una sustancia primordial tan oscura como los confines del espacio. Como todo en el largometraje, el significado de “consumir” está abierto a interpretación, pero la representación visual de lo que ocurre con las víctimas parece sacado de una esotérica historia de terror que a su vez sirve para profundizar –como figura en el título- en lo que yace debajo de la piel de este largometraje.

Glazer jamás asevera ninguna de estas cosas explícitamente en su guión minimalista. Su acercamiento al material retiene únicamente la esencia de una historia de ciencia ficción y prescinde de todos sus elementos más comunes aunque evocando clásicos del género, específicamente el de Nicolas Roeg, The Man Who Fell To Earth, con el que comparte similitudes narrativas y temáticas. Llegamos a estas interpretaciones a través de un abstracto e increíble prólogo en el que observamos el nacimiento de este ser, siendo testigos de lo que aparenta ser la formación de sus ojos mientras lo escuchamos aprendiendo hablar en medio de la infinidad del universo.

Desde el primer hasta el último recuadro, Under the Skin es un filme tan visualmente deslumbrante que podría verse sin sonido y entenderíamos lo que está ocurriendo, aunque hacerlo sería perder el otro componente vital de su absoluta efectividad: el diseño de sonido y la escalofriante banda sonora de Mica Levi, una tan exótica como el personaje principal. Los disonantes acordes se encargan de transmitir el sentir de la protagonista, puntualizando su curiosidad con los chillidos de los violines, o su miedo a través de pulsos electrónicos. La música funge como el lenguaje de la película, ya que esta es prácticamente muda.

A pesar de desarrollarse en Escocia, la nación europea se percibe como un lugar extraño, situado en un planeta lejano. Desconozco si fue la intención de Glazer, pero el acento de los escoceses es tan fuerte que podrían estar hablando en otra lengua, contribuyendo a la atmósfera extraterrenal de la cinta. Tampoco es que hablen mucho, y los subtítulos resultan innecesarios. Comprendemos el cambio que atraviesa el personaje de Johansson a través de su lenguaje corporal –sirviendo de contrapunto a su excelente trabajo vocal en Her- a medida que va asimilando sentimientos humanos y descubriendo el poder de su cuerpo, uno que no parece comprender aun cuando lo contempla desnudo frente a un espejo.

Tras verla una sola vez –y con ansias de revisitarla muchas veces más- Under the Skin sobresale fácilmente de entre los estrenos del 2014, no solo por la fantástica proeza visual que exhibe Glazer, sino por la variedad de lecturas que se le pueda dar y la valiente y comprometida actuación de Johansson. He aquí uno de los mayores símbolos sexuales de nuestros tiempos, despojada ante las cámaras de todo atuendo y artificialidad para decir algo acerca de la sexualidad, la apariencia física y cómo esta se trastorna en un arma para explotar a las mujeres y a la misma vez destruirlas. No es difícil imaginar por qué un extraterrestre estaría tan confundido en nuestra piel.