Alex Santiago Pérez llegó al cine por casualidad. A sus 44 años, las únicas experiencias cinematográficas que recuerda son haber visto E.T. y alguna de las películas del Volkswagen “Herbie”. El aleatorio incidente que lo llevaría más de dos décadas después a estrenar su primer largometraje, Las vacas con gafas –que actualmente se exhibe en la cartelera local-, ocurrió en 1991 en las escalinatas de la torre de la Universidad de Puerto Rico en Río Piedras, cuando era un joven estudiante de historia que aspiraba a ser escritor.

“Estaba sentando en las escaleras y vino un muchacho de COPU (Escuela de Comunicación Pública de la UPR) a decirme que él estaba haciendo una película, que yo me parecía al protagonista y necesitaban alguien que hiciera un stunt tirándose por un barranco. Me dio curiosidad y al otro día fui una reunión. Me llamó la atención el asunto de los productores porque había una cuestión de logística y organización que me voló la cabeza. Nunca hicieron la película, pero ahí conocí un muchacho que un tiempo después me llamó para trabajar en un vídeo musical como asistente de producción”, recordó Santiago Pérez acerca de su entrada al mundo detrás de las cámaras.

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“Yo no tenía ningún interés realmente en meterme en el cine. Era buen dinero. No me llamaba la atención la cámara ni nada de eso”, aseguró el cineasta boricua, quien apunta a su trabajo como asistente de producción en el rodaje del filme de “James Bond” Goldeneye como el primer momento que comenzó a ser seducido por la idea.

“Me mandaron al set de Goldeneye en Morovis. Eran unas montañas con un claro en el medio. Yo no veía a nadie. De momento gritan ¡acción! y ahí siempre hubo como 100 marines que salieron de la nada. Yo veía la cámara y las personas que la monitoreaban desde debajo de una carpa y dije ‘si voy a estar envuelto en esto, yo quiero estar debajo de esa carpa’”, indicó el director cuya formación no se dio en la ficción sino en el documental, donde coincidieron su pasión por la historia y su recién descubierto interés por el formato fílmico.

Aprovechando la oportunidad que le ofreció la manejadora de producción Ellen Gordon, Santiago Pérez dirigió su primer documental acerca de la historia política de Puerto Rico y Estados Unidos. Su buen desempeño lo llevó posteriormente a filmar una manifestación nacionalista en Guánica en 1995 y un año después a liderar el proyecto Autógrafo, en el que produjo, dirigió y escribió 26 documentales cortos acerca de próceres puertorriqueños.

Y entonces conoció al experimentado documentalista boricua Eduardo Aguiar.

La necesidad de contar historias

Fue durante su colaboración con Aguiar –a quien describe como su mentor- que Alex Santiago Pérez sintió por primera vez la necesidad de contar su propia historia.

“A través de Eduardo Aguiar aprendí lo que era el punto de vista del director. Nunca había tenido ni tengo ningún interés por lo técnico. Yo esa parte no la entiendo ni me interesa. Pero yo sí sé contar una historia”, aseveró el director y guionista, quien comenzó a escribir lo que eventualmente se convertiría en el libreto de Las vacas con gafas en la computadora de Aguiar.

“Tenía la necesidad de escribir sobre mi abuelo, quien fue el que me crió. Mi abuelo era un tipo bien particular, y como yo quería ser escritor –yo no quería hacer cine, yo estudié historia- pues me dio con  escribir acerca de mi abuelo”, señaló Santiago Pérez acerca del proceso que le tomó poco más de una década en desarrollar y del que saldría el protagonista de su historia: el pintor “Marso”, una mezcla de su abuelo y el artista boricua Domingo García.   

“Mi abuelo, era un tipo bonachón, un tipo cool, y Domingo es un tipo excéntrico y bastante complicado. Y ese es Marso. Se lo presento a Axel (Anderson) y es él quien lo afina. Cuando Axel muere, entra Daniel y lo redondea”, explicó el cineasta acerca el papel que originalmente iba a interpretar Axel Anderson, cuya mera mención de su nombre era más que suficiente para que el resto del elenco que Santiago Pérez había seleccionado “a dedo” aceptara salir en el filme.

“Marso”, un pintor y profesor que se entera al comienzo de la cinta que podría quedarse ciego en cualquier momento, pasó a ser encarnado por Daniel Lugo en una estupenda actuación que Santiago Pérez realzó a través tiros estáticos y sin cortes que obligan a prestarle atención al personaje.

“Fue una decisión práctica que se convirtió en una decisión estética. A mí me cuesta mucho trabajo cortar. Si no hay que cortar, yo no corto, y soy muy vago pa’ mover la cámara. Así que ya yo venía de entrada con es malacostumbre, y entendí que aquí este tipo era tan antipático que yo tenía que obligar a la gente a mirarlo, así que decidí no mover la cámara y si te fijaste también repetimos los sets. Yo quería que llegase un momento que la gente no tuviera pa’ dónde más mirar, y había que mirarlo a él obligatoriamente”, indicó el director, quien ya se encuentra trabajando en su próxima película.

“La estoy pensando no como esta, que es una idea que yo tenía y quería hacer. La estoy pensando basado en mis recursos, en cuánto dinero quiero gastar. Quiero un solo location, una casa, dos personajes… y ya”.  

A continuación, escucha la conversación entre Santiago Pérez y los anfitriones del podcast Cinemánico en el que el director habla acerca de su relación con Axel Anderson, la transformación de Daniel Luego en “Marso” y por qué decidió eliminar del corte final lo que tanto él como Lugo consideran una de las mejores escenas de Las vacas con gafas