No han pasado ni cuatro años desde la última vez que Batman se despidió de la pantalla grande, cuando su presencia es nuevamente requerida en ella. La silueta de un murciélago brilla sobre las nubes de Hollywood, no en señal de auxilio para defender la Ciudad Gótica ni exigir la captura del Joker o Mr. Freeze, sino para rescatar las aspiraciones de un estudio de crear un universo cinematográfico que desesperadamente necesita del masivo atractivo taquillero del "Caballero oscuro" si pretende emular el éxito de Marvel. Luego de que Man of Steel no lograra cumplir con las expectativas económicas y dividiera tanto a los críticos como a los fanáticos por igual con su polémica versión de Superman, el Hombre de Acero se ve obligado a solicitar la ayuda de su viejo aliado, aunque antes de obtenerla tendrá que pelear dos o tres asaltos contra él para satisfacer a las masas.

Ese duelo de gladiadores es el que la maquinaria publicitaria nos ha estado vendiendo desde que fue anunciado en verano de 2013 en el San Diego Comic Con y el que finalmente asciende este próximo jueves al cuadrilátero fílmico rodeado de gran expectativa bajo el título de Batman v Superman: Dawn of Justice. En términos boxísticos –por aquello de continuar con la analogía-, la anticipación detrás de este esperado combate, que hasta ahora solo se había visto en los cómics, videojuegos y películas animadas, es comparable al encuentro que se dio entre Floyd Mayweather y Manny Pacquiao en el 2015. Para aquellos que lo vieron, sepan que el resultado también es comparable al de ese sobrevendido evento deportivo que en menos de un año ha pasado rápidamente al olvido.

Desde su arranque, es evidente que la película es una respuesta directa a la avalancha de críticas negativas del que fueron blanco el director Zack Snyder y el guionista David Goyer –quienes aquí repiten en sus respectivos créditos- tras el estreno de Man of Steel en el 2013. La acción comienza en medio de la destrucción masiva de Metrópolis que Superman no impidió y a la que activamente contribuyó mientras luchaba con el general Zod al final del mencionado filme, solo que estos hechos ahora los observamos desde la perspectiva del magnate Bruce Wayne, interpretado por Ben Affleck. Este giro en el punto de vista es crucial para la efectividad del largometraje durante su primera y mejor mitad, ya que está afín con el de aquellos –dentro y fuera de la pantalla- que vieron a Superman no como un salvador, sino como una aterradora amenaza, algo que jamás debió suceder.

Tras aferrarse a sus decisiones y defenderlas por los pasados cuatro años, Synder y Goyer aparentan haberse rendido ante los señalamientos que se realizaron contra su cínica y fría caracterización del último hijo de Krypton, tanto así que durante la mayor parte de la narrativa Superman funge casi como el villano en la historia, al menos ante los ojos de un amplio sector de la población de este mundo que aún no confía en que su presencia en él sea una bendición. Bruce Wayne comparte este sentimiento, por lo que busca la manera de impedir que una catástrofe como la que se vio en Metrópolis se vuelva a repetir.

Esto hace que Batman v Superman: Dawn of Justice -durante una parte considerable de su duración- sea más una película de Batman en la que aparece Superman que una en la que ambos comparten el mismo nivel de importancia. Superman es un personaje casi secundario en lo que a su vez funciona como una secuela a Man of Steel, con una edición que favorece la presencia de Affleck por encima de la de Henry Cavill como el superhéroe detrás de Clark Kent, quien queda más al margen. Esto, sin embargo, termina siendo para beneficio de la producción, gracias a que Affleck resulta mucho más convincente en su papel que lo que Cavill intenta y fracasa nuevamente en el suyo.

La primera hora del filme resalta la figura de Bruce Wayne como un experto detective, persiguiendo pistas que lo ayuden en su cruzada por hallar la manera de vencer a Superman, en caso de tener enfrentarse a él. Affleck interpreta una versión más madura de la que se ha visto de Batman en pantalla, más a tono con la visión de Frank Miller en The Dark Knight Returns, el clásico cómic que sirve de inspiración directa a esta película. El actor se adueña del rol, proveyéndole matices de empatía e incluso rasgos de humanismo que no han sido la norma en las versiones más contemporáneas del personaje en el cine. Su trabajo resulta tan efectivo que no solo refuta todas las dudas que rodearon su selección para el papel, sino que aviva los deseos de ver lo que hará con él en futuras entregas, especialmente si la dirección estará a su cargo.

El público no es el único que se ve atraído por Batman. Snyder también parece haber caído bajo el mismo hechizo, y su dirección se enfoca en hacerlo ver mejor que al resto de los personajes. Las mejores secuencias de acción de la película –una que se desarrolla en una pesadilla de Bruce Wayne y otra en la que Batman demuestra su experto dominio de las artes marciales en un almacén- evidencian las destrezas de este director para fabricar espectáculos de imágenes y movimiento. Son estas escenas más cortas, limitadas a espacios que no dependen tanto de los efectos especiales, las que evocan al Zack Snyder que se dio a conocer con un presupuesto mucho más modesto en la estupenda 300, diez años atrás.

Lamentablemente, Snyder no sabe cómo bajarle dos o tres niveles a su exceso de intensidad, por lo que en la última hora de Batman v Superman repite casi todos los errores de Man of Steel, y ese “casi” se refiere a las múltiples ocasiones en las que algún personaje se asegura de subrayar que las áreas donde estos titanes están combatiendo, y haciendo añicos decenas de edificios, están despobladas, por aquello de que no le vuelvan a caer chinches a raíz de que estos superhéroes están matando a miles mientras pelean. La repetición de esta aclaración se convierte en el mayor chiste de la película, una donde el humor nuevamente escasea aun cuando Goyer intenta insertarlo mediante el personaje de Lex Luthor, encarnado por la disparatada actuación de Jesse Eisenberg como un joven millonario sin arco de desarrollo. Lex comienza la película como un excéntrico chico millonario que habla rebuscadamente a 100 millas por hora y la acaba de la misma manera.

Las motivaciones de los personajes en general, con excepción de Batman, carecen de claridad y coherencia, pero estas pasan a un segundo plano cuando la acción desenfrenada toma las riendas de la narrativa y mantiene su dominio sobre ella durante un extenso periodo que al principio resulta moderadamente entretenido pero termina entumeciendo los sentidos. Sí, Batman y Superman pelean, tal y como promete el título y todos los avances publicitarios, pero la lucha se extiende, se transforma, cruza ciudades, asciende hasta las alturas, otros luchadores entran y salen de la arena, los efectos computarizados se adueñan de la película y las emociones van menguando con cada golpe hasta culminar en un final que apunta al corazón pero no da en el blanco. Aquellos que poseen conocimiento histórico de estos personajes lo verán venir, pero su intención carece del peso necesario debido a la pobreza de un guión que falla en la elaboración de estos héroes y sus aliados, aun teniendo décadas de buen material a su disposición.

A pesar de que en varios aspectos la supera levemente, aquellos que tuvieron fuertes reservas con Man of Steel posiblemente no encontrarán una gran mejoría en Batman v Superman: Dawn of Justice, mientras que los que vayan atraídos puramente por la pelea titular, posiblemente saldrán satisfechos de este junte cinematográfico de la trinidad de DC Comics. Gal Gadot como Wonder Woman no tiene tanta presencia en pantalla como para poder formar una opinión concreta de ella, pero lo poco que hace se ve bien, aunque más por los efectos especiales que por su actuación. La película promete futuras entregas que dependen del éxito de esta –introducidas como un tráiler promocional en la trama de la manera menos orgánica posible- y entre ellas hay semillas de material que en mejores manos podrían convertirse en buenas producciones, incluso dentro de este oscuro universo que Snyder y Goyer han creado, donde los superhéroes no son materia de niños y la catarsis se alcanza a punta de golpes.