Desde que "Wolverine" apareció en la primera película de los X-Men hace 17 años, los fanáticos de este superhéroe han seguido deseando verlo luciendo su singular disfraz amarillo en la pantalla grande. Si bien es cierto que el director James Mangold no los complace del todo en Logan -filme que, según ha prometido Hugh Jackman, será última interpretación del personaje, luego de diez aventuras dándole vida-, el cineasta logra algo aún más poderoso con la icónica apariencia del mutante. Mangold está consciente del valor que esta imagen tiene para aquellos que crecieron siguiendo sus aventuras en las páginas de los cómics, por lo que la usa como símbolo de esperanza dentro de su tétrica despedida a la leyenda de "Wolverine" como al hombre detrás de esta.

Aunque no será así, lo sensato sería concluir la saga cinematográfica de X-Men justo aquí, porque resultará difícil que alguien logre realizar un mejor largometraje que este –y ni hablar de un perfecto final- dentro de una serie cuyas entregas rara vez han superado el nivel promedio de calidad. Irónicamente, la efectividad de Logan se cifra muchísimo en nuestra familiaridad e historial con el personaje, o al menos con la versión encarnada por Jackman, que para muchos será la única que conocen. Mangold se aferra a este equipaje en la construcción de su libreto, liberándolo de la necesidad de elaborar una trama con todos los clichés de las películas de superhéroes para enfocarse plenamente en hacer una buena película.

Eso es precisamente lo que logra en este oscuro blockbuster con alma de western, en el que el pistolero sin nombre está armado de garras en lugar de dos revólveres. “Logan” es el típico héroe renuente que siempre ha sido, ganándose la vida en el año 2029 como un chofer de un servicio tipo Uber, hasta que su pasado invade su presente en la forma de una niña vinculada a él que es perseguida por una organización. Junto al profesor “Xavier” –el único otro integrante de los X-Men que queda con vida-, ambos se ven forzados a huir con la menor mientras intentan descifrar el misterio de su origen.

“Logan” y “Xavier” siempre fueron lo mejor de la serie de X-Men, por lo que hacer su relación el eje emocional de la historia fue una de las mejores decisiones que tomó Mangold, especialmente con estos actores. Jackman encarna a “Logan” con la pesadumbre de alguien que hace tiempo perdió toda razón para vivir. Si lo hace, lo es por cuidar de “Xavier”, y hay que resaltar el estupendo trabajo que realiza Patrick Stewart como el viejo líder de los mutantes, ahora un hombre senil y cuya demencia lo hace incapaz de controlar su devastador poder telepático. Junto a la pequeña Dafne Keen –en un memorable y feroz debut cinematográfico- el trío forja una estrecha relación generacional que sirve de columna vertebral a la salvaje acción que se observa en pantalla.

Y hay que hacer hincapié en la palabra “salvaje”. Logan es la primera película de los X-Men clasificada “R”, y vaya que se la gana. Mangold no escatima en la violencia sin que esta parezca gratuita. Las matanzas tienen serias consecuencias que afectan tanto al espectador como a los personajes, a la vez que demuestra en cada sangrienta secuencia que las garras de Wolverine jamás pertenecieron al mundo del “PG-13”. El hecho de que no tenga que cortar cada vez que “Logan” apuñala a uno de los malhechores que los persiguen, permite que la acción fluya y que el peso de estas matanzas resuene tanto en el desarrollo del personaje como en el arco temático que Mangold traza para él.

Logan no es la típica película de superhéroes, pues no se adhiere a sus arquetipos. Al contrario, se revela contra estos y presenta nuevas maneras de adaptar sus historias sin las cadenas que surgen de la reverencia al material original. El argumento parte de la premisa de que los héroes murieron hace tiempo y el mundo ya no tiene espacio para ellos, una perspectiva a tono con el pesimismo que impera actualmente a nivel mundial. Sin embargo, Mangold y Jackman le dicen “adiós” al mito de "Wolverine" dejando ver que personajes como este siempre serán necesarios, y que estos llegarán cuando más falta hagan, ya sea en la realidad o en la ficción.