Puerto Rico ha tenido grandes histriones que han hecho de Hollywood su vitrina de exposición. Pero el primero que rompió con los resabios del racismo, con los personajes estereotipados, y sembró la semilla para que germinara la aceptación de los hispanos en la llamada “meca del cine”  se llamó Juano Hernández Chávez. Un tanto olvidado en el tiempo porque nuestra memoria puede ser muy corta y otras veces selectiva. 

La impresionante historia de este actor puertorriqueño de raza negra, que perdió a su madre a muy temprana edad y su padre, marino mercante, lo llevó al Brasil donde quedó al cuidado de una tía. Cuando su padre misteriosamente dejó de enviar dinero para ayudar en su manutención, su tía lo dejó de cuidar y así la calle vino a ser su compañía desde los siete años de edad y la soledad, el frío y la tristeza sus maestros. 

Entrado en la adolescencia, al igual que su padre, comenzó como marino mercante. Luego fue boxeador y le llamaban “Kid Curly”. Más adelante un circo cubano lo recluta y allí comienza un despliegue de talentos en acrobacia, canto, teatro de vodevil mientras su disposición y agilidad para aprender lo hacía conocer varios idiomas.  

El lunes pasado, en el teatro Tapia,  el Municipio de San Juan colocó una tarja que honra la memoria de Juano Hernández.  En dicho teatro debutó en el año 1950 con la obra Otelo:  el delirio del moro.  La periodista e investigadora Miluka Rivera ha realizado una excelente investigación de 25 años que ha traído el fruto de un valioso libro sobre la historia de nuestro actor. Bajo el título de Genial Juano Hernández: De vagabundo a estrella de Hollywood, Miluka recorre cada página de una vida intensa, honrada y dedicada a hacer arte en todas sus manifestaciones.  

Este pasado lunes acompañó la ceremonia, en el escenario del teatro Tapia, el vestuario de Otelo, utilizado por Juano, que es parte de la colección Juano Hernández que celosamente se conserva en el Archivo General de Puerto Rico y que fue donada a su directora Karin Cardona por los familiares del histrión boricua. 

Al fin comienza a hacerse justicia a la memoria de un hombre que  laboró en radio, televisión, teatro y cine norteamericano convirtiéndose en el actor negro mejor pagado de Hollywood, aun en aquellos tiempos en que no podía juntarse con los “blancos”  a pesar de ser protagonista y señor de la escena. En 1949 logró fama mundial con la película Intruder in the dust, de William Faulkner, y logró convertirse en el primer latino en ganar la nominación para un Golden Globe de la prensa extranjera.  En la revista Ebony de 1950 fue considerado como el más polifacético del mundo.

Juano abrió el camino para que negros y latinos fueran vistos de otra forma a través del celuloide. Incluso fue mentor de Sidney Poitier, primer negro en obtener un premio Oscar. Al actuar en la película Trial, con Glenn Ford y John Hodiak, se convierte en el primer juez negro en la historia de la cinematografía. 

Aunque llegó a los Estados Unidos sin conocer el idioma inglés, tal fue el dominio que llegó a tener de este, que los estudios lo contrataban para ser coach de los actores.  Su amor por Puerto Rico era tal que, en la década del cincuenta, compró una finca y mudó su residencia a la Isla.  Literalmente cuando era contratado se trasladaba “de aquí para Hollywood”.  

Estableció una academia de actuación bilingüe, The Lyceum of Dramatic Arts, donde figuras importantes del medio artístico boricua participaron. De igual forma mantenía una academia en Los Ángeles. Fue profesor en la Universidad de Puerto Rico y  su último trabajo iba a ser una película sobre Sixto Escobar, escrita en unión del excelente actor, guionista y declamador Julio Torresoto. Cuando Steve McQueen había mostrado interés en comprar los derechos de la misma, Juano fallece en el 1970, quedando en suspenso ese último tributo. 

Juano fue un luchador, un vencedor, una estrella que supo mirar al mañana sembrando esperanzas para su clase, para su gente, y su país. 

Los invito a leer el libro escrito por Miluka Rivera, quien ha dedicado más de dos décadas a investigar el legado de los latinos en Hollywood. A buscar sus más de cuarenta películas  y entender la seriedad del oficio de actor.   Los invito, además, a conocer la labor del Archivo General de Puerto Rico, los ojos de nuestro pasado, para que puedan traer al presente nombres como el de Juano Hernández, porque sin puertorriqueños como él otra sería la historia del negro, del hispano y del boricua.  

A todos los que de una u otra forma se han preocupado por sacar del olvido la historia de este ponceño, muchas gracias. Nuestra cultura siempre estará en deuda con ustedes. 

Esta nostalgia alegre va por Juano, por su historia y por ese inmenso legado que ha dejado a su paso.