El próximo día 2 de julio se cumplirán 45 años de la desaparición física de uno de los cantantes que nos dio Venezuela. 

Su nombre: Felipe Antonio Pirela Morón. Fue el menor de ocho hermanos a los que gustaba la música. Se dice que entre todos armaban una orquesta casera allá en el barrio El Empedrao en Santa Lucía. Le gustaban los boleros y cuando tenía ocho años, su madre Lucía lo llevó a la emisora Ondas del Lago, donde Nicolás Vale Quintero le dejó cantar en un espacio de aficionados. Más adelante el trompetista Juanito Arteta lo apadrinó para cantar en el programa La puerta de la fama y comenzó a escribirse su historia musical.

La orquesta Los Peniques lo contrató para formar parte de sus cinco cantantes y realizó su primera grabación con ellos finalizando la década del 1950.  El maestro Luis María (Billo) Frómeta lo contrató para su orquesta y le dio la responsabilidad de interpretar los boleros, mientras Cheo García se ocuparía de las canciones bailables y rítmicas.  

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Con el maestro Billo y su orquesta Billo’s Caracas Boys comenzó a cosechar fama en Latinoamérica cuando en el 1961 el álbum Canciones de ayer y hoy  lo catapultó en el gusto popular.  

Su voz se hizo inconfundible, pero aun así, Felipe siempre soñó con ser solista. Y aunque tuvo ofertas hasta de nuestro Tito Rodríguez, fue la compañía Velvet la que lo contrató y en 1963 se inicia su carrera como solista. No obstante, en el 1971 fue contratado nuevamente para cantar con la orquesta del maestro Billo Frómeta.

En México lo bautizaron como “El Bolerista de América” y sus triunfos comenzaron a llegar de países como Estados Unidos, Colombia, República Dominicana, Puerto Rico, Ecuador y Perú. 

Quizás por su juventud y la velocidad de su fama, Felipe vivía de un modo apresurado. En 1964 se enamora y se casa con una adolescente de 13, celebrando su luna de miel entre Puerto Rico y Miami. 

Tristemente, a los dos años el matrimonio fracasó, aunque nació su única hija producto del amor de entonces. A partir de ahí, la vida del cantante fue muy difícil, económicamente quedó arruinado, moralmente destrozado y terminó escapando de Venezuela para luego de estar en la República Dominicana y residir en Puerto Rico. 

La noche del primero de julio de 1972, Felipe cantaba en el Club Molino Rojo. Finalizada su presentación y acostumbrado a seguir de fiesta con los amigos y otros que no lo eran tanto siguió a una barra en un hotel en San Juan, de ahí a otro lugar en Isla Verde y el 2 de julio de 1972, a las 9:00  de la mañana, Felipe Pirela era abatido a tiros por un hombre al que supuestamente le debía dinero. 

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Aunque fue trasladado al Hospital Presbiteriano con un soplo de vida, los disparos habían sido mortales y así terminaban con la vida de una de las voces más hermosas de Venezuela.  

El productor Tony Chiroldes y la periodista Paquita Berio (una mujer extraordinaria y buena amiga que corría la sección de espectáculos del periódico El Vocero y quien en ese entonces era su pareja romántica) tuvieron la triste misión de identificar su cadáver. 

Han transcurrido 45 años de esa ausencia y todavía Felipe Pirela vende discos, se escucha en las emisoras radiales y se recuerda. 

El próximo jueves 29 de junio comienza a exhibirse en Fine Arts del Popular Center la película El malquerido.  La misma está protagonizada por el cantante Jesús Miranda, mejor conocido como “Chino” del dúo Chino y Nacho, quien debuta como actor en el largometraje producido en Venezuela a cargo de Producciones Guakamaya.

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El filme dirigido por Diego Rísquez fue reconocido con el premio a Mejor Película de Ficción en la quinta edición del Festival de Cine Venezolano en Nueva York. En el guión colaboraron Robert Gómez, Diego Rísquez y Emiliano Faria.

Les recomiendo verla, es una historia de un artista hispano que fue feliz y querido en Puerto Rico, y que esta generación debe conocer su historia.