Si realmente un artista quiere hacer justicia a los recuerdos, el nombre de Osvaldo Agüero Fernández no se puede quedar en el espacio del olvido.  Este importante hombre de las comunicaciones nació en Cuba, de padres españoles relacionados con la industria de la radio.  Desde muy joven, le apasionó el micrófono y aunque hizo un bachillerato en ciencias políticas, nunca ejerció la profesión. 

A los 15 años pasó un riguroso examen del Tribunal de Locutores convirtiéndose en el miembro más joven del Colegio de Locutores de Cuba. En 1944 se convirtió en productor independiente y en 1948, en busca de nuevos horizontes, se fue a la ciudad de los rascacielos, Nueva York. Un año más tarde conoció a quien sería su esposa, Rita, y al casarse con ella viajó a Puerto Rico, pues la junqueña que le robó el corazón lo motivó a llegar y establecerse en la Isla.

Osvaldo comenzó a laborar en la emisora WAPA Radio y, posteriormente, en Radio Aeropuerto Internacional. En esta última, produjo en el 1954, a siete meses de haber comenzado las transmisiones de televisión en Puerto Rico, el Festival de Codazos que era una versión boricua de un concepto originado en Cuba por su amigo Carlos D’ Mant en 1952.

Instituyo el Agüeybaná de Oro como un premio para reconocer los valores y el talento de las figuras más destacadas del año. A través de lo que llamó el Consejo Superior del Arte, se premiaba el desempeño de los artistas mediante votaciones y de esta forma darle seguimiento a los trabajos para que no quedaran en el olvido. Al principio este premio era al estilo medalla hasta que se convirtió en una estatua tipo Óscar de Hollywood.  

Osvaldo vivió para reconocer los talentos, los de gran trayectoria y los de futuro prometedor. Siempre fue fiel a sus principios de exaltar la calidad sin importar si había mucha o poca fama.  También hacía lo propio con la publicidad y los comerciales, pero sin mezclar los eventos. Trabajó mucho y muy duro para el beneficio de los demás. Siempre para los artistas resultó una sorpresa cuando los llamaban y notificaban que habían sido ganadores. Era un premio que daba el pueblo a través de un Consejo Superior del Arte totalmente imparcial, vertical y sin presiones de entidades buscando reconocimiento para sus asociados.

Transmitió por muchas emisoras de radio sus programas y en la televisión mantuvo espacios que presentaban talentos nuevos y artistas de fama internacional. Junto a Osvaldo vieron comenzar sus carreras figuras como William Valentín, Angelito Oliveras, Joaquín Padín, hijo, y comediantes como Pancholo.  

Osvaldo Agüero fue un hombre inolvidable para la clase artística nuestra. Su entrega, optimismo y bondad lo vamos a recordar siempre.  El premio Agüeybaná nos daba prestigio e impulsaba nuestras carreras. Recuerdo como hoy cuando en el 1980 fui cantante revelación, y un año más tarde me proclamaban cantante del año en el Festival de Codazos.  Conservo con orgullo ambas estatuillas que son el premio al esfuerzo, a los sueños, la entrega y el amor con los que comenzamos a caminar por el mundo del arte. 

Como todo en la vida, recibía críticas, alguno que otro desaire, pero la verdad es que Osvaldo Agüero y su Festival de Codazos dieron valor al trabajo serio de artistas completos a los que nunca se les pidió algo a cambio.    

También incursionó en la cinematografía boricua como productor de la película Con los pies descalzos dirigida por Alberto Negro y con las actuaciones de Edmundo Rivera Álvarez, Mona Marti, Ricardo Palmerola y Nydia Caro, entre otros.

Qué bueno haber vivido el esplendor de una época donde se premiaba el esfuerzo y el trabajo compartiendo una noche (larga pero feliz) con un ser humano lleno de bondad y detalles para los artistas de un pueblo que vino a ser el suyo a través de su amada esposa Rita y sus dos hijas María y Rita Onelia. ¡Agüeybaná de Oro para la memoria de Osvaldo Agüero!