El pasado fin de semana me estuve presentando en varias ciudades de Estados Unidos donde reside una gran cantidad de latinos. Como siempre, el recibimiento y la acogida fue maravillosa. Presentarse ante este público crea una dinámica diferente. 

La gente que vive fuera de sus países de origen recibe a los artistas con el calor humano y el sentimiento fácilmente comparable con el que reciben a un familiar.

El valor de abandonar la tierra y lo difícil de llegar a otro país a establecerse y, en muchos casos a empezar de nuevo, hace que estos encuentros cobren otro significado para estas personas. Las emociones afloran en medio del entretenimiento y nos convertimos -los artistas- en embajadores de nuestros países y en elementos de unidad entre todos los latinos independientemente de donde vengan.

Desde el escenario, la audiencia se ve como una reunión de las Naciones Unidas, cada cual con su bandera demostrando su orgullo nacional, aunque, el acto que se presente no sea necesariamente oriundo de determinado país.

En estos días que el tema migratorio está en boca de todos debido a la casi obsesión del nuevo presidente norteamericano Donald Trump, la música ha servido para algo más que entretener.

Nuestro género, la salsa, también es tocado por la migración y el fenómeno cultural. Los puertorriqueños, y latinos en general, cuando toman la difícil decisión de mudarse fuera llevan consigo su idioma, costumbres, cultura y, sobre todo, su música. Es por eso que según mi opinión, el fenómeno de la migración es lo que realmente ha permitido que nuestro género se haya dado a conocer prácticamente en el mundo entero.

Según mi opinión, ninguna disquera, compañía de promociones o mercadeo hubiese podido lograr lo que logró este fenómeno. Es nuestra gente quien cambia los gustos populares locales e, inclusive, quienes dan a conocer el trabajo de todos los salseros con otros latinos que no conocen el género.

Países que no son necesariamente naturales para el género no solamente lo conocen, sino que también se convierten en tremendas plazas para los salseros gracias a que los inmigrantes se intercambian música. No podemos dejar a un lado el trabajo de los pioneros abriendo brecha para todos los que llegamos después, pero ese trabajo no estuviera completo ni tuviera los mismos resultados sin la migración. 

El baile, sus escuelas y los congresos han sido otro elemento muy bueno e importante para exportar nuestra salsa.

En Estados Unidos resulta  curioso ver a los americanos acercarse al sabor, la alegría y la intensidad de la cultura latina. Eso lo viví este pasado fin de semana y mientras cantaba y disfrutaba de tanto cariño y tanta energía, pensaba en lo meritorio que es hablar del tema y, de paso, agradecer a todos los emigrantes que se convierten por su cariño y conexión con sus tierras, en los mejores promotores de nuestra música. Un disco en una maleta puede ser más efectivo que cualquier campaña de publicidad o estrategias de internacionalización. 

Que entre tanto conflicto en sus países de origen y los grandes retos que suponen hacer vida en un país extranjero nos hagan el inmenso favor de difundirnos, promocionarnos y de llenar de amor del bueno y orgullo patrio nuestras presentaciones es un regalo que, para mí, no tiene precio. 

¡Camínalo!