Son innumerables las historias de lucha y esperanza que se tejen alrededor de un diagnóstico de cáncer. Y a través de estos pasados siete años el comediante Raymond Arrieta se ha conectado de manera directa o indirecta con miles de ellas. 

A pesar de estar acostumbrado, las emociones siguen siendo muy intensas para el artista, que esta tarde completó el tercer tramo de la séptima edición de su caminata Da Vida, a beneficio de los pacientes del Hospital Oncológico de Puerto Rico y la Liga Puertorriqueña contra el Cáncer.

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El nudo en la garganta y los deseos de llorar están presentes en cada paso y en cada abrazo que recibe, también lo está el cansancio, pero el compromiso con un pueblo cuyas esperanzas están centradas en él no le permiten detenerse en la labor de conseguir dinero para aliviar la carga económica de miles de pacientes con una enfermedad tan costosa. 

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Una de esas historias lo es la de Luz Cabrera, de 25 años, quien hace apenas dos meses fue diagnosticada con un linfoma de Hodgkin y quien a pesar de que hoy tenía sesión de quimioterapia, prefirió acompañar al anfitrión de Día a Día en el municipio de Fajardo para agradecerle lo que hace por ellos. La ruta se extendió desde ese pueblo hasta el municipio vecino de Luquillo.

“Quería apoyar a Raymond Arrieta porque sé que lo que él está haciendo es por nosotros y más que para apoyarlo para hacer mi donación también. No solo es caminar, sino también es cooperar”, afirmó la joven de grandes ojos y quien cubría su cabeza rapada con un pañuelo azul. 

La madre de dos pequeños se propuso conocer al actor para darle las gracias y obsequiarle una foto suya enmarcada. La imagen la muestra a ella con su cabello largo y el moño de pelo que donó antes de comenzar su tratamiento para hacer pelucas para pacientes como ella. Cabrera, como otros pacientes, logró su objetivo al colarse entre la multitud y darle al también animador un emotivo abrazo.

“No sé cómo agradecerle, no por mí, porque yo solo llevo dos meses en esta situación, sino por lo que él ha hecho por siete años consecutivos. Si él no tuviera que caminar para que la gente done, pero si esto es lo que funciona, lo tenemos que seguir haciendo”, reflexionó.

Salió a las 3:50 p.m. del Humacao Arena.

Para Arrieta cada vez es más difícil retener sus emociones ante historias como estas. Sus gafas de sol son, según dijo, la máscara perfecta para ocultar el dolor. 

“Me aguanté mucho. Me emocioné en la tarima. Ya el tercer día es más difícil. De aquí en adelante, se pone más difícil. Siempre hay que tener unas buenas gafas para llorar… hay que llorar, uno no se puede quedar con eso”, manifestó. 

Al mismo tiempo, se expresó optimista por la respuesta en términos de donativos que han tenido durante estos tres días y a través del banco de teléfonos de Día a Día, a través de las cuales, las personas también pueden realizar sus donaciones. 

“No sé cómo vamos en cuestión a dinero, pero sé que vamos bastante bien, según me han dicho los compañeros, y el cuadro telefónico de Día a Día, va muy bien. Un día son $3,000, en dos horas, $6,000. Y ese dinero se va a sumar (al recaudado”, indicó. También señaló que su rodilla lesionada no le había causado molestias hasta hoy.

En el tráiler en el que descansaba tras el recorrido que duró unas cinco horas y media, el artista recibió a otra paciente de cáncer que quiso darle personalmente el dinero que recolectó en su comunidad. Tímida y llorosa, Lisandra Casanova, de 38 años, le entregó un frasco plástico de jugo en polvo con dinero en el interior y le explicó que el mismo provenía de sus vecinos. 

“Yo soy paciente de cáncer, pero quise venir hoy a darte personalmente es dinero de parte de mi comunidad”, le dijo la mujer con la voz entrecortada. Raymond le respondió con un deseo de sanación. 

Mimos para los voluntarios

Cada vez que destacan su labor a favor de la comunidad con cáncer en la Isla, Arrieta reconoce al grupo de voluntarios que tiene la responsabilidad de animar al público a donar. Ellos, caminan todo el trayecto junto a él, por lo que merecen también que al terminar se les mime un poquito. A esos efectos, estudiantes de terapia del masaje ponen sus manos para ayudar a los voluntarios a recargar las energías para el siguiente día.

Waleska Merced, voluntaria en la caminata, destacó que esa, además de la sensación de ayudar, es la mejor recompensa del sacrificio que realizan. 

La mujer de 35 años y sobreviviente de cáncer siente que como voluntaria retribuye la sanación que recibió. 

“Para mí es dar por gracia, lo que por gracia recibimos”, sostuvo.