Como si se tratara de un acto de magia, Miriam Santiago Andújar metió su mano dentro de su cartera decorada con fotografías de Chayanne e hizo aparecer una bolsita brillosa.

Con rapidez, pero con una gracia impresionante, escarbó dentro de aquel pequeño tesoro de aluminio donde el sol rebotaba, y sin mediar palabras mágicas o sortilegios, sacó un hueso seco.

Lo agarró por una de las esquinas con su dedo meñique hacia arriba, y preguntó: "¿Lo quieres publicar? ¿En serio?". Entonces, reveló el secreto.

"Aquí tengo el hueso de la última comida que Chayanne se comió en (el restaurante) Morton's, aquí está. Una hija mía que trabajaba allí, me trajo el hueso", expresó Santiago Andújar, mostrando aquella pieza de colección que alguna vez, según alegó, fue salivada por los dientes, por la boca, de su ídolo.

"Tengo la foto donde él se está comiendo la comida, pero se me quedó. Pero aquí está el hueso para que veas que es verdad", agregó la mujer, demostrando que el fanatismo es la poesía de la exageración.

Santiago Andújar, de 65 años y residente en Country Club, fue una de las miles de personas que llegó este jueves hasta el Cantón Mall, en Bayamón, donde Chayanne acudió a promocionar su nueva producción discográfica, En todo estaré.

Andújar llegó a las 10:00 a.m. al lugar, aunque el artista estaba citado para la 1:00 p.m., y bajo un sol candente y sudorosa, narró su devoción por el cantante. Se cantó como la fanática número uno del vocalista y para demostrarlo, bastaba con mirarla. Su camisa, pantalón, correa, pantallas, collar, pulsera, reloj, cartera, en toda ella, cabía Chayanne.

"Llevo 35 años coleccionando cosas de él y he gastado en las cosas de Chayanne yo podría decir que más de 10 mil pesos, ¿verdad, nena?", comentó mirando a su sobrina que le acompañó al evento. 

La mujer catalogó su fervor por el artista como fanatismo y no como obsesión, aunque entre lágrimas manifestó: "¡Ay, no me hagas llorar chica! Esto es un amor como de hijo, pero a la misma vez es que para mí él es algo tan superior, tan especial, que de pensar nada más que si a él le pasa algo, yo creo que me muero ese día de tanto y tanto que yo lo amo".

La fila para ver al artista era como una enorme serpiente de colores con pies, que zigzagueaba desde las afueras del centro comercial hasta dentro del establecimiento, donde el aire acondicionado no daba abasto. La primera en ese largo rabo era Noemi Ramos, de Bayamón, quien había llegado al Cantón Mall a las 10:00 p.m. del miércoles.

Llegó en el Tren Urbano, caminó hasta el centro comercial y se sentó a esperar en una sillita de playa con la que cargó. Eran las 12:00 del mediodía del jueves y seguía allí, todo por ver a Chayanne.

"Si no eres fanático no sientes lo mismo que yo. Chayanne es orgullo boricua, humilde, ha puesto a Puerto Rico en alto y siempre está para su público", trató de explicar Ramos sobre un sentimiento que para ella es inapalabrable.

Entre las conversaciones, las fanáticas vestidas como "marcianas" -a tono con el sencillo del artista, Humanos a Marte- y el llanto de una niña que no encontraba consuelo en los brazos de su madre, llamaba la atención Yadira Alicea Gracia, de 34 años de edad y su hija, Camila, de 12. Sentadas en el piso, madre e hija, estudiaban.

"A mi nena le fascina Chayanne y hemos ido a conciertos juntas. Hoy quería venir, pero la condición fue que podíamos si estudiaba porque es la prioridad, pero no se quería perder esta oportunidad", indicó la madre de la menor.

En una silla de ruedas, entretenida mirando a la gente pasar, Gilda Rojas, de Bayamón, describía sin titubeo qué era lo que más le gustaba de Chayanne: "Que es un pollo, un pollanco", dijo.

Mientras que Brenda Rivera y su amiga Carmina Rodríguez, ambas residentes de Bayamón, relataron que llegaron a comprar un celular que no necesitaban con tal de pasar a la fila VIP y así ver al artista.

"Esto es para regalarlo", dijo Rivera entre risas, mostrando el móvil que compró.

El calor se intensificaba y la fila seguía aumentando. A las afueras del centro comercial, los fanáticos se abanicaban con lo que encontraban a su paso y saciaban la sed y el hambre, con el agua y las empanadillas que vendía Pablo Meléndez del negocio Más que café.

Un grupo de mujeres, a falta de sobrillas para cubrirse, buscó unas cajas vacías en un contenedor de basura y creó pequeñas carpas de cartón.

"La cuestión es estar tapao, pero hacemos lo que sea, para poder verlo... Y nos tiene que besar porque imagínate, vamos a llegar con un olorcito allí arriba que te cuento", expresó Amparo Paulino de Bayamón, quien tuvo una idea para refrescar a Chayanne del calor.

"Si se quiere esnúar conmigo, eso es lo de menos, yo lo soplo", agregó entre risas.

A la 1:00 p.m. apareció una guagua negra y con ella llegó Chayanne. Los gritos llegaron a unos decibelios inimaginables. El corre y corre empezó y la seguridad se reforzó.

Iniciaron las discusiones, los cuentos, aparecieron los colaos y los que con labia trataban de convencer a los de seguridad para poder avanzar en la fila. Las fanáticas extendieron los ojos a través de las cámaras de sus celulares y empezó la fiesta.

Chayanne sonriendo, siempre sonriendo, salió del carro a toda prisa escoltado por un batallón de seguridad. Entró por una puerta trasera al centro comercial, y luego de varios minutos, apareció en la pequeña tarima para finalmente saludar al público.

Bailó, se quitó la chaqueta, pidió aire, abanicos, lo que fuera para aliviar el calor, pero no paró de abrazar, de saludar, de retratarse con cada uno de los presentes.

"Es increíble, se agradece el cariño y para eso se hace esto. Tienes ese contacto directo con la gente que no se ve mucho ya porque ahora mismo el 70% de las ventas son digitales y esto ("los in-stores" o promociones en tiendas) es más para las ventas que son físicas. Pero es eso, el contacto directo, las cosas que te dicen, es algo especial y es lo que carga a uno", aseguró Chayanne, quien luego de varias horas de contacto humano despareció casi en un parpadeo, en un largo y exagerado parpadeo.