Modesto Lacén ha logrado soltar sus maletas en Puerto Rico para estar aquí dos meses, por lo menos. Pero no vino a vacacionar. Hace 11 años que no conoce descansos prolongados, porque el trabajo -para su fortuna- no se lo permite.

En el 2005 tomó un viaje de ida a Estados Unidos, que lo dejó en Los Ángeles, California, por año y medio; luego tomó otro que lo llevó a Nueva York, donde estuvo ocho años, y desde allá salió hacia Colombia, país que por casi tres años se convirtió en su principal escenario.

En ese ir y venir, Lacén ha entrado en la piel de grandes figuras del arte y el deporte latinoamericano. Sus interpretaciones de Rafael Hernández, Roberto Clemente y Pedro Knight (en el teatro “off Broadway” en Nueva York y más reciente en Colombia) lo colocaron ante un público diverso que lo acoge por la sensibilidad, profundidad y picardía que inyecta a cada trabajo. Nadie olvidará su versión de “Cabecita de algodón” en la serie “Celia”, un personaje que tejió con gracia, con madurez, hasta hacerlo completamente creíble.

Hoy, martes, a las 9:00 p.m., aparecerá en la pantalla de Wapa con el estreno de otra producción colombiana, “La esclava blanca”, un trabao que defiende por sus valores artísticos e históricos.

En esta novela, el actor loiceño encarna a “Tomás”, un esclavo que está punto de comprar la libertad, pero un giro impensado trastocará su destino. Él es también el padre de crianza de una niña blanca, “Victoria Quintero” (Nerea Camacho), que luego le será arrebatada para enviarla a España. Ella regresará por su familia.

“Creo que el acierto de la serie y de los directores y, por supuesto de Caracol, es que se presenta crudo lo que pasó. Hay escenas de castigos a los esclavos que son muy duras. A ‘Tomás’ le pasa todo y son escenas muy duras, porque uno, aunque no lo vivió, puede rápidamente remontarse y pensar en mis abuelos, en mis tíos, conocí a bisabuela, en gente que sufrió los vestigios de eso y es muy duro”, detalló el intérprete, a veces dejando ir la mirada hacia el mar de Isla Verde, frente al Vivo Beach Club, donde se realizó esta entrevista.

“La serie retrata la hiprocresía, la doble moral de esa época, de la iglesia católica en ese momento y creo que es un acierto, porque no hay lugar para los paños tibios. Es una novela, por supuesto hay ficción, pero creo que el acercamiento es muy realista, muy crudo y creo que el público está listo para eso”.

Mientras realizaba la novela en Santa Marta -contó-, jóvenes y adultos le cuestionaron sobre si era real que Colombia hubiese vivido la esclavitud.

“ ‘¿Esto pasó?’ (le preguntaban), y yo ‘sí, esto pasó en Colombia, en Puerto Rico, en Cuba, en Dominicana, en Latinoamérica’ ”, comenta que tuvo que explicar más de una vez.

“Son necesarias estas series para que, por ejemplo, los jóvenes negros, muchachas y muchachos, se vean en la pantalla y su autoestima crezca, que no se piensen que tienen que alisarse el pelo, que sus narices no son bonitas o que sus cuerpos no son bonitos, porque si no tienes un referente creces buscando otra cosa y reniegas de lo que eres”.

Lacén se acerca a sus personajes a nivel físico y humano. Esta vez vio películas (“12 Years a Slave”), escuchó música de Ismael Rivera, Cheo Feliciano, Fela Kuti y Nina Simone para conectar. Se dejó crecer la barba, ganó un par de libras y llevó una “calvita”.

Fue un proyecto agotador, que le despertó las emociones al encontrarse inmserso en la barbarie a la que fueron sometidos los esclavos negros.

“Salíamos de las escenas muy cargados, porque me cuesta creer que el humano haya hecho algo así, porque es que era muy cruel; en esas escenas con las cadenas, uno se siente como un animal y duele mucho todavía”, puntualizó el actor mientras sus ojos se le aguaban de coraje.

“Aunque es ficción, estar con una cadena todo el día, pesa, cansa, se siente en el espíritu”, sostuvo.

“Me interesa seguir aportando”

Lacén es un actor muy consciente de su físico. En esta etapa, todavía más, porque tiene personas en su entorno que lo cuidan y porque reconoce que va de la mano con su carrera.

Es interesante verlo combinar la ropa con los accesorios antes de cada sesión de fotos. Las poses, inclusive, las fija en la mente después de verlas en revistas con figuras que admira y luego hace su versión de ellas.

“Es divertido y un poco como Celia (Cruz) decía en una de sus entrevistas, para mí lo importante del artista es el trabajo, pero su imagen pública hay que cuidarla. Soy partidiario de que uno debe tener una imagen cuidada, moderna, no tiene que ser conservadora, pero sí cuidada, porque uno está representando”, afirmó este corredor aficionado, que además practica el bikram yoga y el tenis.

“Yo soy de Loíza, soy de Puerto Rico y en Colombia donde quiera que me pare, estoy representando a Puerto Rico; va a la par con mi trabajo como actor, entones es asumirlo de una buena manera”.

En ese afán de seguir representando, Lacén aceptó dos propuestas de cine local, “Sol de medianoche” (dirigida por Lola Sánchez) y “El Chata” (de Gustavo Ramos Perales), por tres razones fundamentales para él: su interés por continuar aportando al cine y quehacer cultural puertorriqueño, la naturaleza de las historias y sus compañeros de elenco. Uno de éstos, el cantautor Pedro Capó, que además es su amigo.

“Creo que la patria se hace de muchos lugares y soy de los que pienso que la campaña esa de #yonomequito fue algo innecesario. Yo, calladito, sigo haciendo lo mío y si me necesitan aquí en Puerto Rico, aquí estaré”.