Esa noche no podía conciliar el sueño. Presentía que algo no andaba bien. Una llamada a las 7:00 de la mañana confirmó sus sospechas cuando un animador radial lo levantó para preguntarle acerca de su hija, Lizbeth Rosa.

En ese momento, el periodista Pedro Rosa Nales supo que algo pasaba con su “nena” de 34 años de edad, quien había caído presa de las drogas.

Cuatro horas después de esa llamada, el telerreportero de Noticentro (Wapa) escuchaba en el Cuartel General de la Policía esas palabras que un padre nunca espera: su hija había muerto.

El hombre que diariamente cubría las tragedias y desgracias de otros –como parte de su trabajo– se convirtió ese día en la noticia. Les tocó a él y a su hijo, Pedro, ir a Ciencias Forenses para identificar el cadáver de su hija, quien apareció muerta en la barriada Figueroa en Santurce el pasado 27 de agosto por una supuesta sobredosis de drogas.

“Uno de los grandes choques emocionales que yo sufrí fue acercarme a medicina forense con mi hijo y pasar aquella puerta, ahora, no en la capacidad de periodista, sino como familiar de una víctima. Esa parte del proceso yo no la conocía como periodista, ahora lo conozco como familia de una persona que fallece en las condiciones en que falleció mi hija y, créeme, es tan doloroso”, expresó Pedro Rosa Nales en entrevista con Primera Hora.

Ahora reflexiona que “a veces los periodistas nos olvidamos y nos encerramos en nuestra propia burbuja y pensamos en que estas son las preguntas que tengo que hacer y no me importa qué las voy a hacer, pero nos olvidamos de que trabajamos con seres humanos y que comunicar es parte de ser humanos”.

El golpe de la muerte de su hija ha sido el más fuerte que ha recibido en su vida, pero el periodista ha podido recuperarse lentamente con la ayuda de psicólogos, figuras religiosas y amigos, quienes lo han ayudado a él y al resto de su familia a aceptar la pérdida y a tratar de disipar la duda de si pudo haber hecho algo más para salvarla.

“Uno siempre cree que pudo haber hecho algo más, pero me han hecho entender que uno tiene unos límites como persona y que, cuando se trata en el caso de un hijo que ya es mayor de edad, esa persona tiene el libre albedrío de tomar sus propias decisiones. Tú puedes tratar de que esa persona haga unos cambios, pero a última hora, independientemente de lo que tú le des, es la persona la que decide qué hacer”, manifestó.


Lizbeth Rosa, según explicó Pedro Rosa Nales, comenzó a utilizar drogas mientras estaba en el ambiente de modelaje. Un novio que tuvo, y que conoció en uno de los eventos artísticos en los que participó, fue quien la introdujo en el vicio.

“La llevó de probar lo más simple a lo más complicado. Ella lo conoce a él en el mundo del glamour, de modelo, porque ella hasta salió en películas; era bellísima e iba a mucha actividades”, relató.

“Una vez empieza en esa relación con esa persona, el uso fue más frecuente porque, alegadamente, esa persona era un usuario y los padres le mantenían el vicio. Ella hasta se fue a vivir con él hasta que los padres de él le dijeron que le podían mantener su vicio, pero no el de ella y pa’ fuera”, agregó sobre cómo su hija se convirtió en usuaria y cayó en la calle.

El periodista contó que la relación con su hija fue estrecha y que, aunque se separó de la madre de esta cuando ella era una niña, siempre la procuró. Hubo un periodo de cuatro años, sin embargo, en que no supo de Lizbeth porque se mudó para Estados Unidos con su madre y la comunicación se cortó.

“Esa era la nena de papi, la nena de papi. Esos primeros años de ella la recuerdo en mis brazos, siempre jugando”, rememoró compungido.

¿Y cómo cambió esa relación?

Obviamente, por su propio problema, Lizbeth se alejaba porque no quería que nosotros la viéramos así. Incluso, en los momentos en que estaba bien mal, ella se nos escondía y no era sino a través de terceros que yo siempre lograba llegar a ella.

Pedro Rosa Nales logró internar a su hija en diversos centros de rehabilitación y ella pudo salir momentáneamente del vicio, que volvía a atraparla. La última vez que intentó salir fue tres días antes de su muerte cuando, voluntariamente, llegó hasta un hospital para tratar de curarse, pero no pudo.

¿Qué ha sido lo más duro de este proceso posterior a su muerte?

Que antes, aunque muchas veces no sabía dónde estaba, yo sabía que estaba; ahora ya no está. A veces me quedaba el recuerdo, la resignación que, aunque fuera por llamadas telefónicas, nos comunicábamos, aunque fuera para pedirme dinero, pero entre esa conversación, siempre había un “te quiero, papi”, el “te quierooo”, que ella siempre decía. Es duro, es duro.

Lo que en estos momentos le da aliento y ánimo de continuar hacia adelante al periodista son sus otros tres hijos, Pedro, Glenda y Ednaris, así como sus deseos de ayudar a otros jóvenes a salir del vicio.

“Parte de mi recuperación es hacer algo a nombre de Lily por otras personas adictas”, concluyó.