Prince no soportaba que se dijeran malas palabras en el estudio de grabación que tenía en su casa en Paisley Park, Minnesota, donde falleció el jueves a los 57 años. Era tanto su desagrado, que el devoto testigo de Jehová cobraba una multa a quienes decían alguna palabrotas en su presencia.

“Si decías una palabrota en Paisley Park te ponía una multa de entre $3 y $10. Y no era ninguna broma, tenías que poner el dinero en efectivo en un pote. De hecho, un día me golpeé la rodilla con una maleta y (como testigos de Jehová) se supone que no podemos decir malas palabras, nuestra filosofía es: ‘Maldice las cosas, no a la gente’. Se me escapó un ‘¡Car…!’ y él me dijo rápidamente: ‘¿Qué acabas de decir?’ ”, dijo a la revista a People, James Lundstrom, uno de los miembros de la congregación de Prince en St. Louis Park.

La mayoría de los invitados que acudían a su casa eran conscientes de la norma de Prince y llegaban preparados con dinero en efectivo.

Prince era miembro activo de los testigos de Jehová, por lo que cumplía con la costumbre de predicar el evangelio de puerta en puerta, aunque con excepciones.

“Al principio acudía como testigo. Tenía acceso a un área más especial. Podía hablar con personas que no estaban al alcance del resto. Celebridades, por ejemplo”, aseguró otro de los miembros de su congregación, Anna Barry, que recuerda al cantante como una persona más en las reuniones en el Salón del Reino.

“Llevaba siempre traje y corbata. No habrías sido capaz de distinguirlo entre el resto de los asistentes”, agregó Barry.

 Aunque aún no se ha hecho pública la causa de la muerte del cantante, los rumores apuntan a que podría haber sido debido a una sobredosis consecuencia de su adicción a los calmantes.