Las bandas tributo no son un fenómeno nuevo, pero localmente lo que se está dando es un boom (o “follón”, como lo describe Manolo Mongil) de estos conceptos musicales que copian el repertorio y en muchos casos el aspecto visual de artistas y agrupaciones de renombre.

Mundialmente existen este tipo de bandas con gran popularidad como Dios Salve a la Reina en tributo a Queen, Who’s Bad inspirada en Michael Jackson, Escape basada en la música de Journey, Pyromania en Def Leppard y Mini Kiss en Kiss.

En Puerto Rico, la banda The Jukebox es una de las más reconocidas por su propuesta audiovisual replicando a la famosa agrupación inglesa The Beatles. Comenzó en el 2001 y desde entonces ha logrado convencer al público dentro y fuera de la Isla con su espectáculo.

No se sabe con certeza qué ha pasado que de pronto las agendas de plazas públicas, clubes privados y espacios de entretenimiento nocturno están dominados por bandas tributo. Al menos no hay una única explicación.

Juan Carlos del Valle, líder de la banda The Jukebox, lo atribuye a que “la buena música nunca muere” y siempre habrá oídos prestos a escucharla. Pero hay otros factores puramente económicos. 

“Creo que muchas bandas se dieron cuenta de que esto funciona”, agregó Del Valle.

Ciertamente es un buen negocio, aseguró el músico Michael Sanabria, quien hace tres años comenzó a producir tres bandas tributo: A puro fuego, A son de Guerra y Saboréalo, inspiradas en Olga Tañón, Juan Luis Guerra y Elvis Crespo, respectivamente.

Sanabria reconoce que el éxito de estos conceptos responde a que son figuras musicales que no se presentan con frecuencia y que por sus altas tarifas es casi imposible que lleguen a eventos públicos como fiestas patronales o festivales, o actividades privadas como son las bodas o convenciones.

“Entiendo que no le estamos quitando trabajo a los artistas, lo que pasa es que estamos tocando con calidad y la gente sabe diferenciar un producto de calidad”, expuso el músico y productor, que ha procurado imitar la música que hacen los famosos en sus presentaciones en vivo para que la experiencia audiovisual sea bastante cercana a la original.

Manolo Mongil inició su trayectoria alineada hacia los “covers”, o repertorio de otros, y en los últimos años está más concentrada en los tributos, siendo uno de los más recientes a la música de la agrupación sueca ABBA.

“Yo no me puedo quejar”, comentó Mongil. “Ha abierto muchas puertas a otras oportunidades que no había”. Destacó que los tributos dan la ventaja al público de conocer de antemano el repertorio que se va a presentar, mientras que una banda de música de los años 80, por ejemplo, cubre un catálogo amplio que no necesariamente complace a una mayoría. Su próximo tributo será a la banda de rock Chicago.

Odemaris de Jesús comenzó a imitar a la Mujer de Fuego hace tres años y, según compartió, su parecido físico y la cercanía de voz con la original ha causado confusión entre quienes la ven en tarima. “Me da hasta pena porque ha habido personas que piensan que soy Olga realmente y no me atrevo decirles que no”, comentó la vocalista, que en el 2000 acompañó a Tañón en el concierto Trayectoria.

“Es con respecto, no es una burla ni una parodia, por el cariño y la admiración que muchos boricuas le tenemos a ella”.

En el caso del Juan Luis Guerra puertorriqueño, Raúl Ernesto Lugo Bonet “Nesty”, tiene doble vida: de día es dentista y de noche toma el micrófono para representar al líder de 4:40. “Soy un poco más dinámico en tarima, pero siempre busco cuidar el concepto de que es Juan Luis Guerra a quien estoy personificando”.

Como estos hay otra gran cantidad de intérpretes, entre aficionados y profesionales, que están tomando las tarimas locales para exhibir sus alter egos. Queda del público juzgar si la imitación supera, o por lo menos satisface la original.

ACEMLA no va contra ellos, sino a los venues

 Alan McAbee, principal jefe de operaciones y gerente general de la Asociación de Compositores y Editores de Música Latinoamericana (ACEMLA), indicó que estas bandas no necesitan licencias para interpretar el repertorio de otros. Quienes están obligados a tenerlas son los “venues” que les contratan y esto incluye municipios, centros comerciales, hoteles , restaurantes, universidades, casinos, arenas, Centro de Bellas Artes que no pertenezcan a los municipios, en fin, todo lugar que tenga ejecución musical, y esto incluye bocinas, karaokes. monitores o la combinación de estos equipos.

El local que no tenga la licencia, la cual garantiza los derechos de autor de los compositores cubiertos por ACEMLA, puede caer en una infracción que llevará a una demanda en el tribunal federal. La penalidad puede ser entre $750 a %150,000, mientras que la licencia -dependiendo del lugar o municipio- puede costar entre $1,000 y $3,000 una vez por año.

Actualmente ACEMLA realiza una campaña de orientación los “venues” para minimizar las infracciones. “Mi intención y la de ACEMLA es educar y orientar como primera fase, pero cuando vemos que no hay interés y hay mala fe, es cuando tenemos que velar porque se cumpla con la ley”, afirmó McAbee.