La vorágine de emociones que sacude al cantante y compositor Kendo Kaponi al conversar sobre su pasado lo ha inspirado para desahogar su dolor a través de sus canciones callejeras, lo que le ganó el respeto de los veteranos del reguetón para quienes ha escrito.

A los siete años empezó a vivir en hogares sustitutos del Departamento de la Familia debido a la adicción de sus padres. Su rebeldía la manifestó en la calle, por lo que con sólo 13 años cumplió cárcel hasta los 19 por un caso de drogas, violación a Ley de Armas, tentativa de asesinato y restricción a la libertad. Luego, culminó una probatoria hasta los 21 años bajo el programa Vida Independiente, donde se convirtió en barbero.

“Yo era un niño buscando dirección”, dice con un dejo de tristeza en su mirada el artista, que sólo estudió hasta el quinto grado de escuela elemental.

Afirma creer en Dios, pese a que intentó suicidarse a los 16 años tomando pastillas, pero por las cámaras de seguridad en el hogar donde se encontraba cumpliendo su condena, pudo ser socorrido.

En cuanto a la palestra musical, narra que su nombre, Kendo Kaponi, fue tomando fuerza tras componer para Wisin & Yandel el tema Quítame el dolor, trabajar en la mayoría de las canciones de Cosculluela, en el disco El juicio final, de Héctor Delgado, antes conocido como Héctor “el Father” y con Daddy Yankee en el remix Llegamos a la disco.

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“Soy de las personas que cree en escribir lo que se vive, lo que se ve. No creo en inventar y sé que es de los artistas inventar. Es más bonito cuando aprendes a redactar todo lo que te rodea”, precisa el orgulloso padre de Kidaea Gasel (7) y Cheniel Kaponi (8), a quienes les profesa el amor que no recibió de su familia, protege y no les permite escuchar sus canciones callejeras.

Don Omar fue su ángel

Su nombre y rostro se dieron a conocer formalmente gracias a que Don Omar lo sacó del anonimato al firmarlo bajo su compañía Meet the Orphans en 2009, grabando juntos varios temas. Pero, por diferencias entre ellos se enemistaron a finales de 2010.

“El día que le pedí a Papá Dios la oportunidad de ser alguien, yo no le pedí fama ni dinero, sino una oportunidad en la música para que todo el mundo me mirara y yo demostrar que yo puedo (hacer algo con su talento). Y luego apareció Don Omar”, admite desde el parque Luis Muñoz Rivera, en San Juan.

Aunque José Fernando Rivera Morales, su nombre real, difería en la mayoría de los consejos que “el Rey del Reguetón” le daba, como que dejara las juntillas a nivel calle.

“Hubieron muchas cosas que no entendía que él entendía. Sus decisiones no eran mis decisiones. No es lo mismo que te digan que te vas a caer si brincas y uno le diga a la persona que voy a brincar, y te caíste. Uno tiene que vivir para entender”, sostiene el joven de 27 años, natural de Bayamón, cuyas amistades son del barrio y del bajo mundo, lo que, explica, no implica que esté en acciones delictivas.

Con simpatía el vocalista indica que “no he salido en la televisión, en ningún lao (medio noticioso) y la gente me conoce en la calle. Soy un muchacho que me falta tanto por hacer. Quizá la gente ve una imagen de mí que no existe, soy el más bravo en mis canciones, pero soy el más sentimental del mundo, el más fácil que se lastima. Tengo la capucha de un monstruo, pero ésta es la única manera de defender lo que he logrado”.

Conoce a su padre ya muerto

Kendo Kaponi lleva en su alma un sinnúmero de preguntas que la vida no le permitió aclarar directamente con su progenitor porque lo vio por primera vez en un ataúd.

“La primera vez que vi a mi papá lo vi en una caja y es el sentimiento más raro que uno puede sentir. Quizá yo le hubiera podido pedir a la vida oírlo hablar, aunque no fuera ni para cuestionarlo, sino que era algo que me merezco y boom, me encontré ahí (dice con la voz entrecortada). Lo enterramos y mi hermana se desparramó en llanto y yo también. Es raro cuando tú lloras por alguien que tú no amas”, revela lloroso.

Su mamá muere de Sida

A los 19 años, cuando salió de prisión para continuar una probatoria domiciliaria, su madre estaba rehabilitada de las drogas, por lo que se fue a vivir con ella, pero “me duró seis meses porque murió de sida”.

“Yo todavía estaba en un programa de probatoria y llamaron a mi familia para que alguien tuviera mi custodia, pero dijeron que no, que me ingresaran, que no me podían coger”, dice al tiempo que agrega que su trabajadora social le consiguió participar en el programa Vida Independiente y en lo que lo ubicaban con su tío político, Santos Rivera, el esposo de su tía María Morales, quien lo recibió en su hogar.