París. - Con un cuarto de siglo en los escenarios, diez discos grabados en estudio y cincuenta años bien vividos, el todoterreno del rock Lenny Kravitz aún persigue con "hambre" su mejor canción, pero fantasea con retirarse a pintar a su granja de Río de Janeiro dentro de muchos, muchos años.

"Me gusta hacer arte, hacer lo que hago. Y aún tengo hambre, todavía tengo motivación. Siento que acabo de empezar. Los últimos veinticinco años han sido una buena experiencia y una buena educación, pero creo que lo que voy a hacer en los próximos veinticinco va a sobrepasar lo que he hecho hasta ahora", dice.

Su nuevo disco, "Strut", tiene doce canciones que ha ido deslizando con cuentagotas y que ahora llegan en forma de álbum.

"Lo escribí en unas dos semanas, cuando estaba trabajando en la película Los juegos del hambre: en llamas y escuchaba mucha música. Al final estuve despierto dos semanas, trabajando en la música por la noche y en la película por el día", explica Kravitz.

"La inspiración sale de la vida, hombre, solo de la vida. Está dentro de ti. Tomas lo que va pasando: relaciones, amor, sexo, pasión, deseo, amor malentendido, devoción, amor por la ciudad que me crió...", resume el versátil artista, eterno icono sexual del rock que asegura, de carrerilla, que no se ve como un "sex symbol".

El tono ardiente del vídeo de "The Chamber" se justifica porque "la canción es sobre una relación pasional que terminó con un corazón roto", dice Lenny Kravitz, que preludia el clip con una cita de Nietzsche: "El verdadero hombre quiere dos cosas, el peligro y el juego. Por esa razón quiere a las mujeres, el juguete más peligroso".

Se grabó en su "casa" de París, dice para referirse a un palacete "art nouveau" de 1,500 metros cuadrados y siete habitaciones, terraza y jardín, en el que el rockero pasa "temporadas".

Como en sus anteriores trabajos, el autor de temas como "Fly Away" o "Again" ha puesto la voz, la guitarra, la percusión, la batería y los teclados de los temas de un disco que grabó y produjo en Bahamas, uno de sus tantos refugios.

"Este disco es el primero en el que he contratado a alguien para que lo mezclara. Trabajé con Bob Clearmountain, que es increíble. Ha hecho Tattoo para The Rolling Stones, Lets Dance, para David Bowie, Born in the USA, para Bruce Springsteen...", enumera.

El neoyorquino, que lleva alrededor de 38 millones de discos vendidos a lo largo de su carrera, nunca escucha sus antiguos discos. "En el punto en el que estoy ahora, solo miro hacia delante. No miro hacia atrás", comenta un músico que, además de desarrollar carreras paralelas como actor y diseñador, cree que aún no ha terminado de exprimir los formatos de su universo creativo.

"Voy a publicar un libro de fotografías el año que viene, pero siempre he tenido el deseo de pintar. Es algo que haré y en lo que he estado pensando durante varios años. Pero no tengo ni idea de cómo será ni lo sabré hasta que lo haga", reflexiona.