Mucho se ha escrito de los beneficios de la música para tratar incontables condiciones de salud.

Por ejemplo, el estadounidense Don Campbell, autor del libro El efecto Mozart, detalló en ese escrito los supuestos beneficios cognitivos que produce en los menores escuchar música del compositor austriaco Wolfgang Amadeus Mozart. Sin embargo, las conclusiones de Campbell han sido retadas por algunos especialistas que se muestran escépticos con respecto a la magnitud del llamado efecto Mozart.

Sea cierto o no lo que se plantea en relación a la música del prodigioso compositor, la realidad es que para los niños y niñas con autismo y déficit de atención del Taller de Iniciación Musical Tríole Tá de San Juan, la música es todo un bálsamo que los ha ayudado a controlar sus impulsos, a socializar y a sentirse parte de un grupo.

De hecho, un grupo de 11 estudiantes del taller, dirigidos por la profesora Sonia Mauriello, ofrecieron este sábado un concierto para sus familiares en el que demostraron lo que han aprendido. Los estudiantes, cuyas edades oscilaban desde los cinco años hasta adolescentes, se esmeraron en cada pieza que interpretaron.

“Esta es la actividad de fin de curso de los niños, que en su mayoría son de condición especial. La idea es que ellos trabajen la parte corporal para que después puedan estar parados y tocar en una orquesta. El objetivo es que ellos puedan tocar un instrumento”, expuso Mauriello sobre el propósito de la actividad.

La profesora natural de Venezuela abundó que los niños con condiciones especiales que atiende, en su mayoría diagnosticados con autismo, llegan a sus manos porque son referidos. Algunos toman clases una vez a la semana y otros, dos veces. La idea es que se vayan integrando y socializando. Añadió que el nombre del taller proviene del signo musical tresillo negra.

“Aquí ellos se desarrollan de forma increíble. Desarrollan disciplina y destrezas motoras para que después puedan integrarse a cualquier actividad. La música es un complemento para ellos”, puntualizó la pedagoga antes de que fuera alertada por uno de los chicos que estaban a punto de ser las 3:00 p.m., hora en que debía comenzar el concierto.

Gracias a esa alerta, la función comenzó puntual. Parada frente a los progenitores de los chicos con una enorme sonrisa de satisfacción, Mauriello habló sobre el programa artístico que preparó junto a sus alumnos. Ya en ese momento, los niños y las niñas comenzaban a mostrarse un poco inquietos por lo que ellos consideraban un pequeño retraso en el inicio del concierto.

El primero en presentarse de forma muy cortés fue Saúl Pérez Esquilín, quien junto a Mauriello interpretó al piano la pieza “Corre, ratón, corre”, del estadounidense James Batien. Al culminar, se levantó para recibir el aplauso de los presentes.

Luego siguió Alex Figueroa, que también tocó al piano la pieza “The Harebell”, del inglés William Smallwood. Johan Guzmán y Keniel Soto cerraron esa primera parte de la actividad musical con las piezas de los compositores alemanes Ferdinand Beyer y Franz Behr, “Sin palabras” e “In May”, respectivamente.

En la segunda parte, el grupo dramatizó el cuento musical “Cuento de la pajarita Pita”, escrito por la profesora Mauriello. La actividad artística concluyó con una charla ofrecida por Gualberto Rodríguez, un joven de 27 años, diagnosticado con autismo durante su niñez.

Con gran fluidez y seguridad, Rodríguez habló sobre su condición y de las batallas que tuvieron que dar sus progenitores, Gualberto Rodríguez e Iris Giusti, para sacarlo adelante. “Yo llevo aproximadamente seis años llevando las charlas de autismo. La Alianza de Autismo, es la organización que decidió motivar a este servidor junto a otras personas adultas con la condición de autismo, para que narráramos a otros padres nuestras experiencias de vida en el autismo”, explicó el orador.

Rodríguez agregó que su experiencia como portavoz ha sido muy enriquecedora porque ha podido aprender de la experiencia de otros padres y sentir la receptividad que tiene su mensaje en las personas que lo escuchan.

 “El papel importante para toda persona con autismo, desde el niño hasta la persona adulta, son los padres. Los padres deben enfocarse en darles a sus hijos destrezas de vida independiente, no cuando lleguen a adultos, sino desde la infancia. Los padres no van a durarles toda la vida a sus hijos. Es importante que cuando lleguen adultos tengan esas destrezas desarrolladas para que puedan ser independientes. La clave está en que los padres acepten la condición y los motiven y los ayuden a salir adelante”, concluyó.