El virtuoso cuatrista Prodigio Claudio se siente honrado de poder decir que ha vivido del cuatro durante estos 38 años de trayectoria, teniendo la dicha que muchos artistas no tienen: ser profeta en su tierra.

Sin faltarle las contrataciones y trabajo como productor, el músico asegura que “me siento honrado de ser profeta en mi tierra. Salgo por ahí, la gente me reconoce, me saluda y me tienen un respeto muy grande. (Su desempeño) ha dado fruto bien grande”.

Su pasión por el cuatro es innata y sin haber estudiado música domina el instrumento a la perfección, lo que le ha permitido convertirse en profesor al ofrecer clases a través de la academia que lleva su nombre en el pueblo que lo ha visto crecer, Caguas, ya que nació en Hoboken, Nueva Jersey.

“Yo he tenido la experiencia de que a veces me crucifican porque no leo música, pero hay músicos que son solo ingenieros del instrumento”, comenta en entrevista con Primera Hora desde la Casa del Trovador Luis Miranda Pico de Oro, en Caguas.

Eligio Claudio Díaz, su nombre real, también se confiesa un amante de la salsa, por lo que gusta mucho de tocar variedad de música que no sea solo la típica. Cuenta que “me gusta tocar libremente. Soy un cocolo de corazón y si me invitan toco (salsa), pero las sinfónicas no me son atractivas, aunque le tengo respeto a los músicos de la sinfónica y filantrópica”. Por cierto, por vez primera le sometió al canto al son de la salsa durante esta entrevista, lo que quedó evidenciado en vídeo (véalo en primerahora.com).

En tanto, esta época navideña es cuando más trabajo tiene Prodigio, pero señala que hace varios años el promedio de actividades era de 45 a diferencia del presente por el azote económico que vive el país.

Agradecido de las bendiciones que le ha regalado el cuatro, el artista se siente realizado y completo como cuatrista porque se ha dado a conocer por su trabajo en Estados Unidos y Latinoamérica empezando de cero.

“Después de 38 años tocando el cuatro, poder decir que he viajado, y he hecho lo que me gusta, es una bendición de Dios”, precisa al tiempo que dice que también ha sabido lidiar con la envidia que existe en la industria musical.

A son de broma, Prodigio indica que tras participar en un concierto del salsero Cano Estremera se ganó el seudónimo de “el Patrón del Cuatro” en referencia al poderoso personaje de la serie Pablo Escobar: “el Patrón del mal”.

¿Como describes tu enamoramiento del cuatro?

Es una carrera placentera, buena, sacrificada y a la misma vez difícil, intensa, muy intensa, porque nosotros tenemos que sacrificarnos y sacrificamos a nuestra familia y nuestra vida, porque uno pierde identidad al convertirse en un producto. Amigos tengo pocos en el ambiente musical, porque existe mucha envidia. Por ser bueno la envidia está detrás de la oreja. ‘Ser bueno es un problema, porque vas a tener gente siempre que (no te apoye) porque se crea una envidia’, eso me dijo una vez Tite Curet Alonso.

¿Cómo pululas en el mundo de trovadores siendo un niño?

La plaza de mercado de Caguas es la cuna de los trovadores y yo crecí allí con Luis Miranda ‘Pico de Oro’, Ramito Morales, Luis Morales Ramos, Gumersindo Reyes y Juan Acevedo Carrión. Ellos estuvieron ahí apoyándome y eso lo agradezco. En ese lugar se cocieron muchas cosas. Un día llegó Tavín Pumarejo y me escuchó tocando, yo tenía 10 años, y me invitó a su segmento en el Show de las 12 (Telemundo). Tavín me dijo: ‘Hígado, gracias por venir’. Recuerdo que me dio como 20 pesitos y nos pagó el almuerzo. A Tavín lo quiero mucho, es un gran amigo y mantengo amistad con él de toda la vida.

¿Cuál fue tu primera experiencia profesional?

Me enamoré de la décima y del cantar de los trovadores porque acompañé a Flor Morales Ramos, “Ramito”, al teatro Chicago en 1982. Ese fue mi primer viaje y me di cuenta que en Puerto Rico no se comparaba (el apoyo a) la música como en Chicago. Había una nevada espectacular y cuando llegamos allá siete grados bajo cero, la vuelta a la cuadra al lugar daba dos veces para ver el show de Ramito con el niño Prodigio. También estaban Rafaelito Muñoz y el Trío Vegabajeño. Tenía 13 años en esa ocasión y ahí empecé a ver lo importante que era la décima y la cultura puertorriqueña y la diferencia en Puerto Rico que no se aprecia y valora la música puertorriqueña.

¿Recuerdas tu primera pieza al son del cuatro?

Si, fue La danza mis amores (toca un pedazo durante la entrevista). Fue bien chévere porque fue la primera pieza que (su profesor) Tomas Roldán me enseñó; la segunda fue El sancocho prieto. Por él llegué a donde Maso Rivera y la historia cambió. Aprendí muchas cosas de Maso, como el show business y él era jocoso. De los cuatristas de hoy, dicen que soy el que más fluye con el público, hablo con la gente, soy jocoso y puedo animar.

Al tocar el cuatro, ¿a dónde te transportas?

Yo cierro los ojos y no me imagino a nadie al frente. Me imagino que estoy en la sala de mi casa y cuando abro los ojos veo a la gente. Me voy como en un viaje. Cuatro Son es el grupo que me acompaña, compuesto por Pedro Oyola (bajo), Cotto (timbal), Carlos Cruz (conga) y José Alberto, mi hijo, en el güiro.

¿Qué significa el cuatro para ti?

La vida, el alma, significa mucho y algo tan profundo como llevarlo en mi corazón y mi ser, porque a través de este instrumento he podido criar a mis hijos, echarlos pa’ adelante. He viajado el mundo y me da nostalgia que algún día Dios me mande a buscar sin que se valore el legado que uno quiere dejar tras tanto sacrificio. Estamos abriendo puertas para los que vienen.

¿Cuál sería tu legado?

Siento que a veces no es suficiente y siento que algún día cuando me vaya de este mundo, irme contento de que hice lo que quise, con quien quise y en donde quise, y trabajé por Puerto Rico, nuestra cultura y la gente. Ese es el legado y mis hijos se sienten orgullosos por eso.