Su certificado de nacimiento lo identifica como José Vallenilla Villafañe, pero los oídos de la gente lo reconocen como Funky Joe.

Ese personaje que comenzó a gestarse en Radio Única en su natal Mayagüez, pero que tomó fuerza poco después en Cosmos 94, lo encaró a una identidad a la que estuvo ajeno hasta los 13 años, cuando por vez primera entró a una cabina.

Aunque resulte difícil creerlo, este hijo de madre puertorriqueña y padre venezolano era un niño aislado, “de esos que catalogan que no rompe un plato”.

Su carácter retraído lo atribuye a los cambios que tuvo de residencia entre los tres y 10 años, cuando vivió en Venezuela y Estados Unidos, por los compromisos de su progenitor José Rafael Vallenilla, quien fue ingeniero civil.

“La familia de mi papá en Venezuela tenía mucho dinero, yo iba a una mansión; mi abuelo era el Presidente de la Asociación de Ginecología y mi abuela parecía una modelo, una mujer muy elegante, incluso la primera vez que veo una biblioteca de dos pisos en una casa fue allí”, compartió para contrastar la realidad que marcó su infancia.

“Cuando venía a Puerto Rico, pues mi abuelo era chofer de carro público de la línea Sultana, era uno de los fundadores, mi mamá es maestra de inglés, mi abuelita era ama de casa, la casita era de madera, una casita pequeña que todavía existe y básicamente eran dos vidas completamente distintas”.

Su etapa escolar no siempre estuvo pintada de colores brillantes, fueron más los trazos grises.

“Al principio (de su regreso a la Isla) estuve en una escuela de puros varones y eso me desubicó por completo, trastocó mi vida; con curas benedictinos, era una cosa bien brava, a mí me daban un montón de zurras en esa escuela”, recuerda. La tortura terminó con su paso a la Academia Inmaculada de la Concepción, donde conoció a Eric Mamery, hijo del ejecutivo Gilbert Mamery (1927-2003), con quien se estrenó en Radio Útil.

“Cuando supe lo que era hablar por un micrófono y que mis panas me escucharan por el otro lado, esa experiencia fue tan espectacular, además de que de no conocer a nadie, de repente conocía a todo el mundo”.

Funky Joe, de 52 años, ingresó al Recinto Universitario de Mayagüez para estudiar ingeniería eléctrica. Se “dropeó” el primer semestre del segundo año.

“Ya a los 16 años vivía fuera de mi casa, tenía apartamento, iba a pie a la emisora, todavía no tenía un carro –que lo tuve a los 17, un Ford Falcon que costó $700–, pero era bien independiente”, cuenta quien tiene cuatro hermanos.

La rapidez de su crecimiento profesional trajo consigo un desenfreno en su vida personal. Su primer matrimonio fue a los 16 años, del que nació John Paul, un hijo que ha venido a conocer en la adultez. También así le pasó con Jessica, quien nació un año después que su hijo mayor, pero de otra relación.

Es otra persona

Como ocurre en la mayoría de los sobrevivientes de cáncer, Funky Joe volvió a nacer desde el momento en que recibió el diagnóstico.

El hallazgo de la enfermedad en la base de la lengua, lo que a nivel profesional era su corazón, lo sacudió espiritualmente. Fue su “antes y después”, inclusive, en su relación matrimonial con Emery Carrero, con quien está casado hace 30 años, y con sus tres hijos. El menor es Ricardo Alejandro Vallenilla, de 24 años.

“Estuve siete meses cogiendo tratamiento, en esos siete meses realicé todo lo que había hecho y cuando yo pasé inventario y me di cuenta de todas sus consecuencias, dije: ‘esto no es casualidad’. Pienso que en todo hubo un propósito”, afirma sin la efusividad que lo caracteriza.

Este aficionado de las plataformas digitales reconoce que su entrega al trabajo le quitó tiempo de su familia, tanto que, con cierto temor, confiesa que es mejor locutor que abuelo de sus cuatro nietos.

“Yo quisiera ser mejor abuelo y trato de tener una relación como quizás mis abuelos la tenían conmigo, pero a mí me programaron distinto”, admite para enseguida agregar que es “un abuelo disfuncional, pero el amor está ahí”.

En la poca vida que tiene fuera de los medios de comunicación, disfruta del golf, ver series de televisión, viajar a Saint Barth y leer sobre lo último en “social media”. Es un “vegan pecador”, gracias a la influencia de su esposa, con quien actualmente trata de sustituir las medicinas por remedios caseros.

“En mi último chequeo de cáncer me dijeron: ‘Vas a vivir como 2,000 años’”, comenta para evidenciar los efectos de su alimentación.

Cojo Sin “El gángster”

Aparte de su esposa, el presentador y productor Antonio Sánchez “El Gángster” ha sido la persona que más tiempo ha estado a su lado.

Su pasión compartida por la radio los unió en Cosmos 94 y desde entonces batallan juntos. “Tony”, como llama a su colega, es más estructurado que él, que se considera “más abstracto”. Sus diferencias las armonizan al encontrarse frente a los micrófonos.

“Esa conexión de que él sabe cómo yo me presento en radio y yo sé cómo él se presenta y casi podemos predecirnos, es una cosa bien difícil de explicar, es una química que considero brutalmente perfecta”, describe de su compañero en El Bayú de SalSoul y actualmente en El Circo de La Mega.

El locutor y productor está convencido de que sin su socio no hubiera tenido el mismo éxito. “Yo solo, estoy cojo, no voy a funcionar como pienso que voy a funcionar”.

El retiro y dejar la Isla en estos tiempos de tanta emigración son dos temas que no están en su mente.

“Este país se movió en un momento dado para que yo me pudiera hacer un trasplante de médula ósea que me eliminó el cáncer; si no lo hubiera tenido, no estuviera aquí. Ese dinero yo no lo tenía y si el pueblo de Puerto Rico fue lo suficientemente bueno, decente, misericordioso, que no me lo merecía quizás y con todo y eso quisieron dármelo, pues yo quiero que eso tenga un propósito en mi país. Yo voy a sufrir las que tenga que sufrir o las que tenga que celebrar, pero será aquí y voy a morir en Puerto Rico”.