Las trompetas reales anuncian la tercera y última llamada. La plebe -con tragos en mano y charlas a medias- se apresura a tomar sus asientos. La función está a punto de comenzar.

Es jueves por la noche en el Teatro “Shorty” Castro –antiguo El Josco- en Santurce, donde el más reciente especial de Teatro Breve está por estrenar en el mismo escenario que hace apenas una semana encontré desnudo y que hoy alberga un viejo castillo que servirá de trasfondo a esta farsa medieval que lleva por nombre “Santurcia”. No es la primera vez que me veo aquí, sentado entre el público que acostumbra a abarrotar el popular café teatro para disfrutar de las ocurrencias de este talentoso grupo de actores -que hoy celebra el aniversario de aquel experimento que nació hace nueve años en Taller Cé, en Río Piedras, y que ahora funciona cabalmente como una exitosa compañía teatral- mas ahora lo veo con otros ojos, tras permitirme ser testigo de todo el trabajo que conlleva montar una de sus obras antes de que suba el telón.

Cabe señalar que en este caso el telón no sube –tampoco baja-, pero así suena más poético.

Ocho días antes, miércoles a las 8:00 de la noche, llego a un silencioso teatro en medio de la primera semana de ensayos. Al entrar a la sala, me topo con los actores Roy Sánchez y Juan Pablo Díaz enfrentados en una pelea sobre el escenario, una que involucra el uso de paraguas en sustitución de espadas que aún no tienen disponibles como parte de los “props”. Mikephillippe Oliveros, director y guionista de la pieza –además de cofundador de Teatro Breve y habitual coprotagonista de sus especiales-, dirige el combate desde las mesas del café teatro, a veces utilizando la cámara de su celular para grabar la acción.

En medio de la oscuridad, diviso a Luis Gonzaga y Alejandro Carpio -otros dos integrantes del colectivo desde sus primeros años de improvisaciones y sketches- conversando con el comediante Esteban Ruiz, a quien una semana después aprendería a ver desde otro ángulo, uno mucho más íntimo. Acto seguido, hacen su entrada los actores Israel Lugo y Lourdes Quiñones, esta acompañada por su hija, quien carga con una casita de muñecas y un cajón de Legos. La pequeña se confunde en besos y abrazos con todos los actores que conforman esta familia de teatreros antes de ubicarse en una de las mesas y ponerse a jugar, sospecho que con la misma naturalidad que lo hace en la sala de su hogar. Es evidente que el teatro es su segunda casa, tanto así como lo es para su madre. 

Con la llegada de las actrices Marisé “Tata” Álvarez e Isel Rodríguez, el ensayo da inicio con el montaje de una coreografía a cargo de Sorely Muentes que fusiona la música del medioevo con los ritmos más contemporáneos del hip-hop. Gonzaga refunfuña por el hecho de tener que bailar y sus compañeros lo cogen de punto por su negativa a someterle a los pasos de baile. Mientras, la niña tiene un ojo puesto en su juego y otro en los movimientos de su madre sobre las tablas. Entre tropiezos y entradas fuera de tiempo que poco a poco van afinando, los actores rápidamente se aprenden la rutina y en una hora la tienen planchada, dando paso al ensayo de la obra como tal.

La trama se desarrolla siglos atrás, pero no podría ser más cercana a la cotidianidad actual puertorriqueña, como suele ser la costumbre con Teatro Breve: el reino de Santurcia se ha quedado sin una gota de agua, por lo que se ve obligado a forjar una alianza con el vecino reino de Guaynabelot para abastecer sus reservas. Con referencias que van desde la obra Cyrano de Bergerac hasta el filme Monty Python and the Holy Grail, me resulta difícil contener la risa mientras los actores practican sus líneas, mas no me queda de otra, pues con la primera carcajada que se me escapa siento que estoy atentando contra la concentración del grupo durante este proceso en el que el silencio impera tanto como su profesionalismo. En esos momentos no me queda de otra que tragarme mis risas, pese a estar frente a unos de los mejores comediantes actualmente trabajando en Puerto Rico. 

Una semana después, la noche previa estreno, llego al ensayo general. El ambiente es un tanto tenso. Poco más de 24 horas antes de subir a escena, todavía ultiman detalles de la escenografía, retocando la pintura, cortando madera y realizando pruebas de iluminación sobre el castillo que está diseñado de tal manera que le permite transformase de escena a escena. “Prevenidos para el próximo cambio”, ordena la regidora Mariana Carbonell al tope de la segunda planta del teatro, donde se ubica la cabina desde donde imparte instrucciones a los tramoyistas que en esta obra no serán invisibles mientras llevan a cabo las transiciones sobre el escenario, exacerbando un poco los nervios.

Mikephillippe supervisa el ensayo de tramoya detenidamente, haciendo ajustes donde los encuentra necesarios. Se le nota un poco abrumado, inquieto, mas todo esto desaparece cuando regresa disfrazado del mensajero y narrador que interpreta en Santurcia, denotando un marcada transformación entre el director que se marchó al camerino y el actor que regresó de él. 

Desciendo hacia los camerinos para ser testigo de esta mágica metamorfosis. Allí, el elenco practica sus líneas, repasa la trama y cuadra sus entradas mientras la vestuarista los hace ver como personajes medievales. Isel Rodríguez –quien interpreta a la reina alcoholizada de Guaynabelot- camina por el estrecho pasillo con aires que evocan a la vil reina “Cersei Lannister” de Game of Thrones, serie que varios de los actores no han visto pero a la que hacen referencia durante una conversación. Su vestuario incluye un cinturón del que cuelga su propia caneca; escucho a Carpio declamando poesía, no sé si porque está en personaje o porque así es por naturaleza; “Juanpi” Díaz ajusta frente a un espejo la peluca y corona que lo hacen ver como el rey de una popular cadena de “fast food”, y Marisé Álvarez se maquilla frente al espejo, convirtiendo sus dos cejas en una para interpretar a “Yahaira”, una de las sirvientas de Santurcia. Me pregunto si mi presencia ha alterado en alguna forma este hábitat de creatividad.  

A las 8:30 p.m. en punto da comienzo el ensayo general y la atmósfera es notablemente distinta a la de unas horas atrás. Las risas no se hacen esperar y provienen de las mismas personas que las provocan: los propios actores –en compañía de la productora Naíma Rodríguez y otros miembros de la producción- componen una audiencia mucho más reducida que los 300 asistentes que caben en el teatro, pero se ríen como si los chistes fueran nuevos para ellos y no las mismas frases que llevan semanas memorizando. Se zafa uno que otro “huevo”, se olvidan unas cuantas líneas y cuando Lucienne Hernández hace su entrada como la bruja “Nereida”, ni siquiera los que comparten escena junto a ella pueden contener la pavera. Y así continúan subiendo y bajando del escenario, en una escena actuando y en otras disfrutándose el poder ser un espectador más.  

Me voy sin despedirme antes de que termine el ensayo, por aquello de no dañarme el final y guardar algo inédito para el estreno al día siguiente.

Santurcia se presenta de jueves a domingo a las 9:00 p.m. en el Teatro Shorty Castro. Boletos disponibles en www.prticket.com

La compañía de teatro ensaya su más reciente especial 'Santurcia'.