Tres veces volví a ver anoche los minutos finales de Game of Thrones, y las tres veces el actor Peter Dinklage me puso los pelos de punta con su fantástica actuación como “Tyrion Lannister”, quien ayer enfrentó juicio por un crimen que no cometió: el asesinato del rey “Joffrey”. La justicia fue el tema central del episodio titulado “The Laws of Gods and Men” con tres representaciones distintas que expusieron la corruptibilidad de esta y el precio que uno está dispuesto a pagar por ver que se ejerza justamente, así provenga de tus pares o de los caprichos divinos.

El capítulo arrancó en una nueva localidad: Braavos, una de las ciudades libres de Essos al este de Westeros –fabulosamente recreada tanto en el mapa introductorio como en el episodio como tal- , adonde “Stannis Baratheon” y “Davos Seaworth” acudieron básicamente a solicitar un préstamo. Allí fueron recibidos por tres encargados del Iron Bank en lo que fue la primera de tres escenas similares que hilvanaron el tema principal, con tres personajes escuchando los reclamos de justicia. En el caso de “Stannis”, esta solo llegará cuando esté sentado en el Trono de Acero, pero en Braavos su legitimidad real no significa nada. Ahí manda la moneda, pero un persuasivo “Davos” logra convencer a los estrictos banqueros que apoyar la causa de “Stannis” rendirá frutos en el futuro.

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Miles de millas al este de Braavos, en Meereen, “Daenerys Targaryen” empieza a sentir el peso de la corona, atendiendo los pedidos de sus súbditos que van desde un pastor que pide ser compensando por las cabras que uno de sus dragones se comió, hasta el reclamo de un hijo de poder enterrar el cuerpo de su padre, crucificado por “Daenerys” tras conquistar la ciudad. “¿Acaso es justicia responder un crimen con otro crimen?”, le pregunta “Hizdahr zo Loraq” -personaje que fue formalmente introducido ayer y de quien veremos más en la cuarta temporada de la serie- a la Madre de los Dragones, quien le concede su deseo.

Este nuevo arco de “Daenerys” como gobernante y no como líder idealista de un ejército es uno de los aspectos más interesantes que traza el autor George R. R. Martin en A Song of Ice and Fire. Nosotros, como lectores y televidentes, queremos verla cruzar a Westeros e impartir justicia a través del fuego de sus dragones, pero Martin está más atraído por el ángulo político y lo que significa regir. No se trata de no darnos lo que queremos y lo que se espera de este tipo de cuento fantástico –las batallas y actos de heroísmo, que también vendrán- sino de examinar la relación entre el amo y el súbdito, lo cual le agrega sustancia a la historia.


Una combinación de estas dos vertientes en Game of Thrones se observó en la secuencia desarrollada en el Dreadfort, donde “Yara Greyjoy” y los Ironborn intentaron rescatar a su príncipe “Theon”, pero este parece estar lejos de toda salvación. El daño físico y psicológico que le ha hecho “Ramsay Snow” durante el tiempo que lo ha tenido cautivo borraron su identidad. Ahora es simplemente “Reek”, un fiel vasallo del bastardo de Bolton. Tras una rápida batalla en la que “Yara” declara a su hermano muerto, “Ramsay” –interpretado por Iwan Rheon con una estremecedora mirada perdida de psicópata- recompensa la lealtad de “Reek” con un baño antes de pedirle que recupere el control de un castillo haciéndose pasar por alguien que ya no es: “Theon Greyjoy”. Los juegos psicológicos continúan. 

El último tercio del episodio se le dedicó a la trama en King’s Landing y al juicio de “Tyrion Lannister”. Tras una reunión del pequeño consejo del rey –en la que se discutió la amenaza que representa “Daenerys” para los siete reinos, se fijó una recompensa por la captura o muerte del Hound y descubrimos tan solo un poquito más acerca de las sigilosas intenciones de “Varys”- el “Imp” fue llevado ante el trono para enfrentar a un jurado compuesto por “Oberyn Martell”, “Mace Tyrell” y su propio padre, “Tywin Lannister”. El juicio fue una completa farsa, reducido  a un desfile de testigos que de alguna forma u otra han sido lacerados por “Tyrion” en los pasados años, tergiversando la verdad –o simplemente mintiendo- para que mejor encaje con el crimen del que se le acusa.


“Jaime Lannister” es testigo de esta injusticia que ha sido mayormente manipulada por “Cersei”. Él sabe que su hermano saldrá culpable y sentenciado a muerte, por lo que durante un receso se reúne con su padre y le pide clemencia para “Tyrion” a cambio de que él renuncie a sus votos como miembro del Kingsguard y se encargue de darle un heredero a la casa Lannister. “Tywin” acepta la oferta tan rápidamente que parece que este era su plan desde el principio. “Tyrion” confesará su crimen y el jurado le permitirá vivir el resto de sus días como un miembro del “Night’s Watch en el Wall. Lo único que tiene que hacer -le dice “Jaime” al explicarle el acuerdo- es mantenerse callado, un pedido sobrehumano para “Tyrion”, pero uno que aparenta estar dispuesto a aceptar... hasta que llaman al último testigo en su contra.

El rostro de Peter Dinklage recorre todas las emociones durante estos últimos minutos del episodio en una magistral demostración de su asombroso talento. Vemos la profunda tristeza en su rostro cuando su amada “Shae” –a quien creía lejos de Westeros- camina hacia el banco de los testigos; sufrimos su humillación al escuchar cómo ella lo traiciona, miente y se burla de él ante las risas de todos los presentes, señalando que el asesinato de “Joffrey” fue una conspiración trazada por “Tyrion” y “Sansa”; y, finalmente, nos estremecemos cuando ya no puede escuchar más, abre su boca, y libera todo lo que ha aguantado durante años.

“Yo los salvé. Los salvé a todos ustedes y sus miserables vidas. Debí dejar que ‘Stannis’ los matara a todos”, dijo “Tyrion” tras anunciar que quería confesarse. “Soy culpable. Culpable de ser un enano. He sido juzgado por esto durante toda mi vida. Yo no maté a Joffrey, pero desearía haberlo hecho”, confiesa con absoluto desdén y, mirando fijamente a “Cersei”, exclama: “Ver a tu vicioso bastardo morir me dio más alivio que 1,000 putas mentirosas. Desearía ser el monstruo que creen que soy y tener suficiente veneno para todos ustedes. Con gusto daría mi vida para verlos tragárselo”.


El discurso de “Tyrion” fue extraído casi palabra por palabra del libro “A Storm of Swords”, pero Dinklage le dio un peso aún mayor al que se lee en la página, dándole un clímax al episodio capaz de congelar la sangre. El actor se ha adueñado del personaje de tal manera que ya no es posible releer el texto sin verlo a él, aun cuando la descripción física que ofrece Martin es bastante distinta a la del actor. Dinklage está a otro nivel, y el episodio de anoche perteneció a él.

Al no ver posibilidad alguna de justicia ante las leyes de los hombres, “Tyrion” la deja en las manos de los dioses y reclama su derecho a exigir un juicio por combate, lo que significa que él y la corona elegirán a un campeón que los represente en una batalla hasta la muerte y el destino del acusado será el mismo del guerrero que luche en su nombre. Con la mirada desafiante –que dejó perplejo tanto al público como a su padre, su hermana y el resto de las personas en al corte- “Tyrion” dejo ver que ya no tiene nada que perder. El episodio cerró con una reinterpretación triunfante del tema “The Rains of Castamere”, canción escrita en honor a “Tywin” pero que anoche sonó para el verdadero y más digno señor de Castamere, quien rugió con la fuerza de un león.