La duda la invadió tan pronto supo que tendría que escribir desde la distancia, desde la ausencia. La escritora y crítica literaria puertorriqueña Carmen Dolores Hernández recibió hace un año la encomienda de escribir la biografía de sor Isolina Ferré, con motivo de la celebración del centenario de su natalicio.

Hernández aceptó el proyecto, ante el entusiasmo de sor Rosita Bauzá, historiadora de los Centros Sor Isolina Ferré, pero con la inquietud de que debía escribir sobre alguien a quien nunca conoció.

La escritora, sin embargo, estudió archivos históricos, se movilizó a distintos lugares y recopiló testimonios hasta descubrir plenamente al Ángel de la Playa de Ponce y plasmar toda su vida, desde su nacimiento el 5 de septiembre de 1914 hasta su fallecimiento el 3 de agosto del 2000.

El trabajo que realizó se recoge en el libro En busca de Isolina, publicación que será presentada este jueves, a las 6:30 p.m., en el teatro Emilio Belaval, de la Universidad del Sagrado Corazón, en Santurce.

El título del texto recoge la gesta de la escritora por encontrar no solo a la religiosa, sino a la estudiosa, socióloga, hija, hermana y mujer que dejó de ser ella para entregarse a los demás.

La obra, que cuenta con datos reveladores de la vida de la religiosa, así como fotografías y una amplia referencia sobre su trabajo, fue presentada este miércoles a los empleados del Centro Sor Isolina Ferré de Caimito. El martes se celebró un evento similar, pero en el centro de Ponce.

La actividad sirvió para iniciar un diálogo entre Hernández y los empleados de los centros, que se mostraron curiosos por la vida de la mujer que los sigue inspirando a través de su legado.

“Siento que estoy con la familia más cercana de Sor Isolina porque ella decía que los centros eran su corazón y ustedes son su centro, así que estoy con el corazón de Sor Isolina. En ese sentido, estoy bien emocionada de estar en contacto con ella a través de ustedes porque déjenme decirles que yo no la conocí, no tuve ese placer”, expresó Hernández a los asistentes al conversatorio.

La escritora compartió datos de su investigación con los presentes, como la aventura de encontrar y entrar a la casa en la que nació y se crió Isolina Ferré, en Ponce, y que poco tiempo después fue derribada.

También habló sobre el viaje que hizo a Filadelfia, donde acudió a la sede de la Casa Madre de las Siervas Misioneras de la Santísima Trinidad, orden religiosa a la que perteneció la religiosa, así como su visita a Brooklyn (Nueva York) donde Sor Isolina vivió la época de las gangas callejeras.

Los asistentes no dudaron en hacerle preguntas sobre su proceso de escritura y los datos de la obra, como fue el caso de Elba Vázquez, quien le preguntó qué detalles desconocía de la vida de Sor Isolina que la habían impactado.

“Algo que me impactó mucho fue que llegó un momento en que ella se descorazonó y eso fue para mí un descubrimiento, que no fuera para mal, sino al contrario, me la hizo más humana”, dijo Hernández al responder la pregunta de Vázquez.

“Después de (Sor Isolina) estar ocho años trabajando en Cabo Rojo con la gente, la mandan a un colegio en Hato Rey y la encierran en una oficina. Le quitan el contacto con la gente humilde que era lo de ella, y ella se enferma, se siente inútil y se siente tan triste y descorazonada que en un momento dado piensa que su vida no tiene sentido y que va a dejar la orden”, relató la escritora ante una interesada audiencia.

La autora destacó que luego de ese momento de crisis, la religiosa reflexionó, oró, y decidió renovar sus votos y continuar con más energía su compromiso de trabajar por los más desafortunados.

“Ella fue una santa, pero no se propuso a sí misma ser una santa, ella vivió su vida como todos vivimos nuestras vidas, día a día, minuto a minuto, tarea a tarea”, señaló Hernández.

Jesús Salazar, otro de los empleados del centro, quiso saber si había alguna información que la autora no había podido recopilar o que se había quedado con ansias de conocer sobre la vida de Sor Isolina.

Hernández le respondió que el trabajo más difícil fue entender la creación de los centros, ya que fue una labor que la religiosa llevó a cabo de forma orgánica y que se desarrolló paulatinamente.

“Creo que la clave para entender en qué reside el éxito de los Centros Sor Isolina es que ella combinó todo ese caudal y sabiduría humana, toda esa espiritualidad, con un conocimiento profesional de lo que es la comunidad y cómo se puede construir. Me di cuenta buscando a Isolina que además de que había sido una santa, además de una gran mujer, además de una persona bien sabia, ella fue una estudiosa, una mujer con una maestría en sociología, que puso todos esos instrumentos al servicio de la comunidad", destacó la autora, quien logró encontrarse con su protagonista buscando en el "centro" o en los centros de su corazón.