Mientras los músicos tienen el Coliseo de Puerto Rico, su Conservatorio y, junto con los teatreros y dramaturgos, su Centro de Bellas Artes, los escritores y libreros todavía carecen de ese gran espacio común a donde llevar sus creaciones para la exposición literaria.

Por eso, varios de ellos coincidieron hoy, martes, en apoyar la creación de la Plaza del Libro, un espacio que albergue librerías, bibliotecas y editoriales, y en el que se realicen actividades para la promoción de la literatura.

La propuesta está contenida en el Proyecto de la Cámara 1033, de la autoría de la representante Brenda López de Arrarás, discutida hoy en vistas públicas de la Comisión de Educación para el Fomento de las Artes y la Cultura, que la misma legisladora preside.

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De acuerdo con la medida, la Plaza del Libro se perfila como “un lugar donde el ciudadano pueda sentarse a leer sus libros, donde pueda comprarlos y a su vez interactuar con otros lectores, comentando de sus lecturas y haciéndose recomendaciones”. 

En su ponencia en favor de la propuesta, la escritora Mayra Santos Febres, expuso su experiencia en la producción del Festival de la Palabra para señalar que los puertorriqueños lectores prefieren los festivales y las presentaciones literarias más que la forma tradicional de llegar por su cuenta a una librería a comprar un libro. 

“Es mentira que el puertorriqueño no lee. Es mentira que los universitarios no compran libros. Es mentira. Lo que pasa es que la manera usual en que se ha hecho ese mercadeo (de los libros) al público puertorriqueño no funciona… Las librerías tienen que parecerse más a Borders. Las librerías tienen que parecerse más a un festival literario. Tiene que ser así porque el lector puertorriqueño va y apoya este tipo de trabajo”, apuntó Santos Febres, quien destacó que el último fin de semana de octubre, unas 18,000 personas participaron de las actividades del Festival de la Palabra, aun con el mal tiempo que hacía. 

“Yo creo que la Plaza del Libro, como un espacio de actividades literarias, nos resolvería un montón porque no tendríamos que levantar timbiriches en el mismo medio de la calle para que los libreros vendan y poder hacer presentaciones de libros y charlas”, agregó. 

“Hay otros espacios culturales que tienen esa infraestructura. ¿Por qué la literatura no?”, insistió la docente.

Por su parte, José Francisco Parés Vázquez, director de representaciones Borinqueñas, empresa que apoya a autores puertorriqueños en la publicación de sus libros de manera independiente, consideró que “la Plaza del Libros es una necesidad para nuestro pueblo que busca de un lugar de esparcimiento cultural donde compartir en familia, entre amigos y entre libros de todos los rincones de nuestro planeta”. 

El Centro de Estudios Avanzados de Puerto Rico y el Caribe, por voz de su rector Miguel Angel Rodríguez López, y la Compañía de Comercio y Exportación de Puerto Rico, mediante la subdirectora Agnes Crespo Quintana, también expresaron su apoyo a la medida.

Oposición del Instituto de Cultura Puertorriqueña

Mientras, el Instituto de Cultura Puertorriqueña (ICP), representado por su subdirector, Pedro López Onna, y por el director de su editorial, Ángel Antonio Ruiz, presentó una ponencia en contra de la medida. 

Ruiz consideró que establecer un concepto similar a lo que significó la librería Borders en Puerto Rico podría ser de gran riesgo para los pequeños comerciantes del libro y los esfuerzos independientes que se van desarrollando en esta industria. 

El ICP también se opone a la centralización que podría significar la creación de la Plaza del Libro. 

“En vez de proponer una única Plaza del libro, el Instituto de Cultura Puertorriqueña propone que ese dinero se asigne para desarrollar una red de librerías del Estado en puntos estratégicos alrededor de la Isla, donde se mercadeen libros de las editoriales del Estado (la Editorial del ICP y la Editorial de la UPR)”, lee la ponencia del instituto, que fue objetada por la representante López de Arrarás.

El Proyecto de la Cámara 1033 propone que la oficina administrativa y la reglamentación de la Plaza del Libro esté a cargo de una junta de directores adscrita, precisamente, al ICP.

“La idea de hacer una Plaza del Libro es justamente tratar de darle un respaldo fuerte a la industria de volver a hacer crecer ese entusiasmo por la lectura y que después se pueda seguir proliferando por distintos pueblos”, rebatió López de Arrarás. 

“En la medida en que estén la librerías todas con oportunidades de venta, cada una buscará una forma atraer y de reinventarse y de traer libros distintos y se volverá un centro cultural. Ninguno de los libreros ha traído esa preocupación (de que se pongan en riesgo sus negocios). Sería (la Plaza del Libro) un incentivo a la industria”, sostuvo la legisladora.

La pieza legislativa también establece que se escogerá y asignará un local existente en desuso que pueda servir como sede de la Plaza del Libro.

La Compañía de Fomento Industrial, representada por el director de la Oficina de Asuntos Contributivos y Legislativos, Edgardo Arroyo Ortiz, reconoció y avaló el propósito de la media, pero expresó reservas en términos de que alguna de sus propiedades sea objeto de transferencia a estos fines sin recibir ningún tipo de compensación.