La creencia generalizada de que las personas prefieren morir en su casa y no en un hospital ha sido cuestionada por una experta en asuntos de tanatología.

Kristian Pollock, de la Universidad de Nottingham, en Inglaterra, señaló que pensar que el lugar en el que se muere es un indicador de la calidad del final de los días distrae la atención de la experiencia de morir, por lo que sugirió que el enfoque esté en mejorar la etapa final de la vida, independientemente de que la persona esté en su hogar o en una institución hospitalaria.

En su escrito en la revista de medicina The BMJ, la académica sostuvo que se necesita más investigación sobre qué es lo que le importa a la gente al final de la vida. Por ejemplo, reseñó el portal Science Daily, es importante entender la diferencia entre el lugar donde se recibe cuidado y el lugar de morir. La evidencia sugiere que lo más que preocupa a la gente es morir con dolor, algo que es más fácil controlar en un hospital que en la casa.

De acuerdo con la doctora, al idealizar la muerte en el hogar no se toma en cuenta la realidad de lo que puede ser el dolor y malestar general que experimentan pacientes moribundos. “La persona puede haber estado sola, mal atendida, con dolor, angustiada y temerosa”, indicó Pollock, según reseñado.

Aunque los hospitales han sido considerados como lugares indeseables para morir, pueden ser preferidos por pacientes por entender que son más seguros y efectivos para controlar los síntomas, particularmente si hay dolor.

“Cuando un paciente desea morir en la casa, se debe hacer todo lo posible para que lo haga. Sin embargo, hasta que los recursos no estén disponibles para apoyar adecuadamente la muerte en el hogar, promover que sea el paciente quien elija se corre el riesgo de crear expectativas que no se cumplen”, señaló.