Al final, estos son mis amigos

-“Este rey es poderoso porque tiene un pacto con el demonio” –decía una beata en la calle. El niño se quedó intrigado.

Poco tiempo después, mientras viajaba a otra ciudad, el niño oyó comentar a un hombre que estaba a su lado: 

-Todas las tierras pertenecen al mismo dueño. ¡Esto es cosa del diablo!

Al final de una tarde de verano, una bella mujer pasó al lado del niño.

-¡Esa mujer está al servicio de Satanás! –gritó un predicador, indignado.

A partir de entonces, el niño decidió buscar al demonio.

-Se dice que usted hace a las personas poderosas, ricas y hermosas –le dijo el niño, en cuanto lo hubo encontrado.

-No es así exactamente –respondió el demonio-. Tú solo has oído la opinión de los que me quieren aupar.

Nada hice para merecer un ángel

- ¿Ves a aquel hombre santo y humilde, que va por el camino? –le preguntó un demonio a otro-. Pues voy a ir a él y conquistar su alma.

-No te escuchará, pues solo presta oídos a las cosas santas –le respondió su compañero.

Pero el demonio, astuto como siempre, se vistió de Arcángel Gabriel y se le apareció al hombre.

-He venido a ayudarte –dijo.

-Tal vez me confundas con otra persona –respondió el hombre santo-. Nunca en mi vida hice nada para merecer la aparición de un ángel.

Y continuó su camino, sin saber de lo que había escapado.

Encontrar la verdad

El demonio hablaba con sus amigos, cuando vieron a un hombre por el camino. El hombre siguió andando durante algún tiempo hasta que, de repente, se agachó para recoger algo del suelo.

-¿Qué ha encontrado? –preguntó uno de los amigos. 

-Un trozo de la verdad –respondió el demonio. 

Los amigos se quedaron preocupadísimos. Al fin y al cabo, un trozo de la verdad podría salvar el alma de aquel hombre, y eso significaría que una persona menos iría al Infierno. Pensaron en robarle lo que había encontrado.

Pero el demonio continuaba imperturbable, mirando el paisaje.

-¿Tú no te preocupas? -le preguntó uno-. ¡Ha encontrado un trozo de la verdad!

-No me preocupo –respondió el demonio-. ¿Sabes lo que hará con ese trozo? Como de costumbre, creará una nueva religión. Y lo que conseguirá es apartar a más personas de la verdad total. 

El eremita en el desierto

-¿Por qué vives en el desierto? –preguntó el caballero. 

-Porque no consigo ser lo que soy –respondió el monje. 

-Nadie lo consigue. Pero hay que intentarlo.

-Imposible. En cuanto empiezo a ser yo mismo, la gente me trata con una reverencia falsa. Cuando soy verdadero respecto de mi fe, entonces son ellos los que empiezan a dudar. Todos se creen más santos que yo, pero fingen ser pecadores por miedo a insultar mi soledad. No dejan de intentar demostrarme que me consideran un santo, y de ese modo se transforman en emisarios del demonio, tentándome con el irgullo.

-Si aún sigues pensando que todo el mundo trabaja para el demonio, entonces realmente es mejor que continúes en el desierto –dijo el caballero, alejándose de él.

 “Pero el demonio, astuto como siempre, se vistió de Arcángel Gabriel y se le apareció al hombre.”