La construcción de las carreteras de Puerto Rico empezó a partir de la década de 1850. Se convirtió, además, en una empresa que no terminaría, aún en nuestros días, pues son vulnerables a la lluvia, el viento, los derrumbes y las inundaciones, entre otros. También están expuestas al deterioro  por el continuo tránsito.

Por esta razón, a partir del último tercio del siglo XIX, las principales carreteras de la Isla se beneficiaron del trabajo de personas que dedicaban todo su tiempo a la conservación de estos caminos. Conocidos como peones camineros, se les asignaba un tramo específico de la carretera.

Vivían con sus familias en casas construidas especialmente para ellos con fondos del Gobierno. 

Se hacían de cal y piedra, con vigas de ausubo. Contaban, además, con varias habitaciones y un refrescante sistema de ventilación natural.

En estas casas de camineros se albergaban dos familias que compartían el espacio, que también incluía un baño y una cocina. Según algunos historiadores, a un lado vivía la familia del peón y, al otro, vivía la familia de un aprendiz que asistía en las labores de conservación.