Solo con nuestros hijos aprendemos a tragar hondo, respirar profundo y claro, a reírnos a carcajada limpia con cada ocurrencia. A su lado, experimentamos ese amor incondicional y franco, por el que somos capaces de sobrepasar  los límites. Y ¿por qué negarlo? también ponemos a prueba nuestra paciencia y temple.

Pese a que en  la búsqueda de alternativas y remedios se nos vayan los años y nos provoque decenas de canas, conviene tener presente que no estamos desprovistos de herramientas útiles para ser mejores madres.

Una de ellas reside en abordar la crianza desde la perspectiva zen. La revista Psychologies abundó sobre  el tema en una de sus ediciones proponiendo detalladamente y con ejemplos  concretos cómo de  una manera más relajada –situando el rigor y la constancia como centro– podemos sobrellevar el proceso.

Cultiva la autenticidad

Cuando nos estrenamos como madres tenemos tantas ganas de desempeñar nuestro rol a la perfección, tratando de esconder nuestra propia naturaleza. El zen considera que la misma ya es perfecta. Así que esa meta que te impones es un sufrimiento inútil. Mejor acepta y cultiva tu autenticidad; asume tu pasado, errores y decisiones. La idea es no educar a tus hijos según tus deseos, penas o remordimientos y situarlos como víctimas de un discurso falso.

Ejemplo: Si estás preocupada por una situación que no puedes controlar, en vez de esconderle tu pena o inquietud, házle saber que estás preocupada por un tema de adultos. Trata de encontrar ejemplos pasados para ayudarlo a entender que cada problema, con tiempo y ayuda, tiene solución.

Practica la tranquilidad

De seguro, escuchamos la palabra zen y visualizamos a una persona con extremo dominio de sus emociones, inalterble. También creemos que la única manera de lograr esta calma es aguantando el coraje y la tristeza que nos provoca alguna discusión. Sin embargo, lo que sugiere el zen es que te desperendas de las emociones, que no te identifiques con ellas. No significa que soportarás todas sus crisis y caprichos. Más bien es una invitación a   dejar claro lo que permites y lo que no. Para lograrlo necesitas tener constancia.

Ejemplo: Cuando discutas con tus niños, en vez de gritar más fuerte y hasta pegarle, procura tranquilizarte respirando profundamente mientras le dura la rabieta. Luego pídele que se vaya a su habitación y espera a que se calme. En su cuarto,  pídele que te explique sus argumentos. Escúchalo, acepta lo que consideres justo y  házle saber lo que para ti no es negociable. 

Vive el aquí y el ahora 

De acuerdo con la publicación, se trata de una de las expresiones más famosas del zen. Si nos conectamos con el momento presente, con lo que está ocurriendo ahora mismo, cortamos cualquier reflexión mental angustiada. Para los padres, a menudo, el pasado es fuente de culpabilidad y el futuro un motivo de angustia. Al volver al pasado revivimos mentalmente nuestros actos, omisiones y decisiones. Al proyectarnos al futuro, construimos escenarios trágicos con la excusa de que más vale prevenir que lamentar. Para los maestros del zen se trata de dos conductas estériles ya que el presente es la única realidad. Acoger como tuya esta óptica te permitirá enseñarles a apreciar plenamente lo que tienen, en vez de lamentarse por lo que un día fue o fantasear por lo que será.

Ejemplo: Si tu hijo es de los que se las pasa horas muertas frente a la televisión y  saca malas notas, no caigas en la tentación  de eliminar sus distracciones. Mejor, evita proyectar tus angustias en su futuro y acuerden una eficiente distribución del tiempo de trabajo, comprueba si hizo las asignaciones, y felicítalo cuando te demuestre que aprendió.