Hace unos días hubo casa llena en mi hogar. Teníamos la visita de Chispita, una coneja blanca y negra que es la mascota del salón hogar de mi hija mayor, Shammy.

Mi niña ha soñado con esa visita desde el año pasado. Saber que pasaría a segundo grado con maestra Janet la llenaba de alegría, pero saber que tendrían en el salón ese animalito, le creaba una expectativa impresionante. Pues finalmente llego el día en que nos tocó la visita de Chispita. Llegó con una jaula espectacular, con ruedas y todo y un bulto cargado de motetes, entre ellos, un collar rosado con brillantes. ¡Ella es todo un celebrity! Como la jaula pesa, me tocó a mí entrar al salón a buscarla. Al salir con la coneja y mis tres hijas, recibí muchos consejos de cuanto niño me encontré en el trayecto desde el salón hasta mi guagua. “No la saques después que coma porque hace mucha caca”, “No dejes que coma pasto”, “Adiós Chispita, ¡cuídala sabes!”. Ay mi madre.

Confieso que me creó un poco de stress tener el animalito en casa ya que es una responsabilidad grande. Era una mascota ajena y con todos aquellos consejos y advertencias, más valía que Chispita regresara bien a la escuela. Después de guiar con más cuidado de lo usual, llego a casa, ayudo a las chicas a bajarse de la guagua. Cada una con su bulto y lonchera, yo con mi cartera y el bulto de Chispita encima y cuando voy a cargar la jaula…escucho a Shammy y a Ilé gritar: ¡Sabrina! (el segundo nombre de Gi) y cuando miro, Gi se había trepado en el murito hasta donde llega la goma del auto en el estacionamiento y se cayó y se peló un muslo. Entre el llanto y los gritos de la nena, los motetes que tenía encima, el temor de que se cayera la jaula y la coneja se fuera a pique, provocaron que en un instante se fuera toda la calma que había. Con rapidez acomodé la jaula y me agaché a atender a Gi junto con Ilé, mientras Shammy velaba la jaula, después de todo ella era la encargada de Chispita. Me acordé de mami porque del mismo nerviosismo ¡me puse cantaletera! “Todos los días te digo que no te trepes ahí, te lo he dicho mil veces”, ¡uy! fue como convertirme en Rosa María (mami) por unos segundos. Una vez cesaron las lágrimas de la nena, volví a engancharme todos los motetes, incluyendo la pesada jaula.

Maestra Janet nos había explicado en una reunión de padres el propósito de que los niños tuvieran a Chispita en el salón y cómo había que cuidarla cuando estuviera de visita en nuestros hogares. Cabe destacar que nadie está obligado a cargar con la coneja. Pero ver la cara de alegría de los niños cuando les toca llevársela a casa, es divino. Además de que los motiva a portarse bien en el salón.

Fue un fin de semana interesante, porque aparte de Chispita, tengo un puppy en casa de unas semanas. Un perrito de la raza Maltés que nos tiene enamorados, y muy ocupados. Brucy es tan pequeño que sus peluches son más grandes que él, he hecho, Chispita es más grande que él. Aunque mi esposo y yo tuvimos que limpiar más de lo usual ese fin de semana, fue bueno ver la alegría de las chicas por tener en casa ambos animalitos.

No hay duda de que los niños pueden establecer una relación muy especial con los animales, pero como padres debemos ser conscientes de que el animal no es un juguete y de que conlleva compromiso y cuidado.

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