La entrada de los hijos a su primera experiencia escolar nos da nostalgia a los padres. Esa transición del pequeñín que tenemos en casa, al niño que va a la escuela a desarrollar su intelecto, compartir con sus pares y a socializar con otras figuras de carácter, nos da sentimiento. Al menos a mí, con cada una me ha dado una mezcla de sentimientos y hasta algo de ansiedad, y sé que no soy la única. Esto a pesar de que tengo la entera seguridad en que están en el lugar correcto.

Hace unos días mi tercera hija comenzó en la escuela. Con mucha alegría, entró en su primer día, me dijo adiós y se fue de la maño de su maestra. Al segundo día, me cuenta mi esposo, que se fue igual de feliz. Pero el tercer y cuarto día, la situación fue distinta, lloró. No demasiado, pero como que la novedad se le estaba yendo. Aunque el llanto fue por poco tiempo, los niños son solidarios. Para mi sorpresa, cuando llego a buscarla a su salón el cuarto día, se me acercó un canito con unos rizos hermosos y me dijo con un tono de reclamo: “oye, ella estaba llorando porque te quería. ¿Dónde tú estabas?” Quedé asombrada por su madurez, pero le contesté que estaba trabajando al igual que su mamá y su papá. Con esa respuesta creí que ahí quedaba el asunto. Pero el hermoso niño, estaba preocupado realmente y me dijo: “yo la ayudé”. Le agradecí lo que había hecho y hasta le dije lo guapo que se veía con su camisa color roja. El chiquillo, para completar su misión, sacó del apartado de mi pequeña su bulto y lonchera, me lo entregó y se despidió de ella.

Aquel pequeño niño, le dio un giro a mi tarde, luego de un intenso día de trabajo. La solidaridad, sinceridad y nobleza de los niños es impresionante. Ojalá fueran más los adultos que conservaran esas tres cualidades. Esa preocupación de un niño de tan solo cinco años -tres años más que mi hija- me obliga a seguir pensando que si los padres hacemos bien nuestro trabajo tendremos un mejor Puerto Rico.

Se habla mucho de hacer patria representado a Puerto Rico dignamente, pero también se hace patria criando con decencia, con sensibilidad y ejerciendo nuestra responsabilidad como padres a cabalidad.

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