Llevo varias semanas alejada por la carga de trabajo, pero aquí estoy, de regreso al blog, al club de madres virtual.

Les cuento que la vida me ha presentado varias situaciones en las últimas semanas que me han provocado momentos de reflexión sobre la crianza.

Cuando me iniciaba en la maternidad tenía muchas dudas e inseguridades sobre si me iba a salir bien esto de formar a otro ser humano y darle dirección.

Poco a poco ese miedo fue desapareciendo al observar cómo mis tres hijas se relacionaban entre ellas y con otros niños. Y es que, aunque tener más de un hijo es bastante complicado, tener hermanos es una bendición que tiene muchas ventajas.

No quiero que se mal interprete el escrito, así que dejo claro de entrada que cada mujer decide si tiene hijos o no. Y si decide tenerlos, cuántos. Eso es prerrogativa de cada quien, y lo respeto, al igual que a mí me respetan la decisión que tomé con mi esposo de tener tres. Sí, tres, suena a multitud, pero es una chulería con momentos de locura, hablando claro.

Ahora bien, tener hermanos tiene ventajas y hasta ha sido tema de estudios.

La acción de compartir las cosas materiales, la atención, el tiempo y el amor, se aprenden bien temprano, al igual que el respeto, cooperación y colaboración, con sus pares. Más simple, comprenden a edad temprana, que, si se trabaja en equipo, se obtienen mejores resultados.

También cuando tienes hermanos sabes resolver conflictos, proceso que mientras más temprano aprendes, mejor ya que a diario se presentan situaciones con las que hay que lidiar. Además, los niños que tienen hermanos conocen bien cómo negociar, ser generosos y empáticos con los demás.

Aunque usualmente el hermano mayor es el maestro, entre ellos copian las buenas actitudes. Las actitudes no tan buenas se cuelan también, pero ahí nos toca a los padres intervenir, porque ninguno de estos beneficios se consigue, si tú como madre o padre no cooperas y participas del proceso. Somos los adultos los que debemos fomentar el respeto, la cooperación y la unión.

De nuevo, que quede claro, el niño que es hijo único puede alcanzar esas ventajas, pero necesita que los padres estén al tanto y velen por ello.

Me siento orgullosa de la forma en que mis hijas se relacionan con los demás, de cómo solucionan conflictos y de su nivel de empatía con el prójimo. Además de que entre ellas la pasan de lo más bien y cuando forman sus garatas las solucionan bastante rápido y sino, entramos mi esposo o yo para mediar en el conflicto.

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