Los miedos están en nuestra mente y muchas veces nos cohíben de vivir experiencias nuevas, de diversión. En mi caso le tengo mucho respeto al mar y terror a los lagartijos. Esos temores no se lo he pasado a mis hijas. Ellas saben que le tengo asco a los lagartijos y que no soy una nadadora, solo me se defender en el agua.

Como los miedos nos paralizan, no debemos darles espacio, hay que superarlos, ¡pero que mucho cuesta lograrlo! Llevo años deseando tirarme sobre una montaña de hojas secas, pero no lo he hecho por miedo a que de esas hojas salga un lagartijo. Y en cuanto al mar, estoy loca por poder zumbarme al agua sin pensarlo mucho. Pero no he tomado clases de natación, por falta de tiempo, pero está en agenda.

El pasado fin de semana, mis hijas fueron invitadas a un cumpleaños que se celebró en la playa y en el que había clases de surfing para los niños. El cumpleaños estuvo espectacular y la pasamos divino.

Las pequeñas de casa, Ilé y Gi, decidieron no surfear y gozaron en la orilla, a su forma y con los niños que tampoco quisieron. Pero Shammy no lo pensó dos veces para alinearse al lado de una de todas las tablas que estaban en la arena y comenzar a escuchar la lección del instructor.

Después de un rato en la arena recibiendo instrucciones y practicando la postura, partió hacia la playa con la tabla y el instructor. Antes de que se fueran al agua, hablé con el maestro y le pedí que no la llevara muy lejos, y él con una sonrisa me respondió que así sería: “solo en la orillita”.

Cuando los vi entrar al agua, mi corazón latía fuertemente, pero su sonrisa me motivaba a darle ánimo. ¡Dale Shammy, voy a ti! le grité varias veces, pero por dentro estaba…

Mi hija con mucha ligereza se acostó en su tabla y comenzó a hacer lo que el instructor le decía. Ella estaba emocionada, mientras yo veía las olas gigantes, pero era por puro susto.

Cada vez que Shammy me miraba yo saludaba y sonreía y le hacía señales de que lo estaba haciendo bien, y por dentro orando para que no se me cayera de la tabla. Era la primera vez que se montaba en una tabla de surf y para colmo mi temor al mar estaba asomado.

Pero la niña es aventurera, lo hizo bien, le encantó y las veces que se cayó de la tabla fue en áreas en donde se podía poner de pie pisando la arena. ¡Hasta logró hacer balance y llegar paradita en la tabla hasta la arena!

Ese día confirmé una vez más, que los miedos nos paralizan y no debemos darles espacio, hay que superarlos. Muchas veces hay que ser como los niños, que se lanzan a la aventura sin pensarlo mucho y se disfrutan las experiencias que viven.

No me puedo despedir sin desearle al homenajeado, Sebastián, que este año que cumplió esté lleno de bendiciones. Y agradecerle porque invitó a Ilé y a sus hermanas a su hermosa fiesta.

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