Suena la alarma, le das “snooze” y coges unos minutos más de descanso. Luego vuelve a sonar y te das cuenta de que estás tarde porque tocaste el botón varias veces, mientras peleabas con la sábana, el sueño y el cansancio. Y si está lloviendo, peor.

Cuando logras salir de la cama, vas al baño y luego a despertar a tus hijos, te envuelves en el ajetreo mañanero: bultos, loncheras, tráfico, etc. Llegas a la escuela y al dejarlo en el portón le das un beso como cosa rutinaria, te montas en el auto y sigues. Llegas al trabajo, te sumerges en la rutina laboral y vuelves a ver a tu hijo en la tarde o en la noche.

Durante ese periodo, que como mínimo suele ser de ocho horas, pueden ocurrir muchas cosas. De hecho, no tienes la seguridad de que se volverán a ver. Suena duro, pero es así. ¿Alguna vez has reflexionado sobre cuán importante es la forma en la que te despides de tus hijos al dejarlos en la escuela?  Sabes que esas pueden ser las últimas palabras que intercambien. 

Estoy segura que si todos los días lo vieras de esa forma, esa despedida se transformaría en unas palabras profundas, una mirada fija, una sonrisa y un abrazo intenso. Y ni hablar de que el celular no puede estar estorbando en esa despedida.

Un “bendición” seguido de un “Dios te bendiga”, como una grabadora, no debe ser. La forma en que te despides de ellos, puede marcar el resto de su día, para bien o para mal. Es cierto que muchas veces al dejarlos en la escuela ya has tenido varias situaciones de camino, que dejó el bulto y tuviste que virar a la casa, que se le derramó un jugo en el carro o simplemente se levantaron de mal humor, ellos, tú o ambos. Pero seguramente, cuando las cosas se dan de esa manera, al rato te sientes mal porque sabes que no fue la mejor manera de iniciar el día. ¿Has pensado cómo te sentirías si esa fuera la última vez que lo verías? Estoy segura que la mañana no transcurriría igual.

Cuando los recibimos al finalizar la escuela o cuando llegamos del trabajo, debemos hacerlo con intensidad y de una manera agradable. Ese recibimiento debe ser intenso, lindo y sobretodo un aliciente, ya que el día pudo haber sido duro tanto para ellos como para ti.

Mi rutina comienza con el sonido de la alarma a las 3:30 de la madrugada, me arreglo, incluyendo maquillarme y me preparo el café, paso sumamente importante de la rutina. Ya a eso de las 5:20 de la madrugada llego a la estación radial La Mega. Allí preparo los titulares de Primera Hora en el programa El Circo. Así que comienzo a leer para enterarme cómo amanece mi Isla y el mundo. Les explico en detalle para que comprendan que tengo que hacer bastantes cosas entre 3:30 a.m. y 6:00 a.m. que es cuando salgo al aire por primera vez.

No importa si alguna madrugada estoy atrasada, si no me siento bien físicamente, o si le di“snooze”a la alarma, no me puedo ir de casa sin ir al cuarto de mis hijas y echarles la bendición, darle un beso a cada una y asegurarme que la sábana de cada una esté bien puesta. Aprovecho y les digo al oído cuánto las amo y declaro que tendrán un gran día. Ellas están dormidas, tal vez ni se enteran, pero yo con eso me siento en paz. Antes de quedarse en la escuela y gracias a la maravilla de la tecnología me llaman por FaceTime desde el celular de papá, y también tenemos una despedida bonita.

Los padres tenemos el poder de transformar la vida de nuestros hijos. Recuerdo que cuando era niña ver a mi mamá y abrazarla después de haber pasado un día difícil en la escuela, era un alivio inmenso. Me sentía segura, sabía que todo iba a estar bien. ¡Un abrazo es aliciente para el alma! Y precisamente eso es lo que busco para mis hijas. Y aunque hay días en que llego a buscarlas bien contenta y me reciben con un revolú que dan ganas de salir corriendo, trato de reflexionar rápido, que aunque son menores, su día también pudo haber estado complicado

La prisa diaria nos lleva sin querer a pasar por alto algunas cosas que son realmente importantes. Es cuestión de detenernos por unos instantes y pensar en lo que realmente es valioso, en qué haríamos hoy si no hubiera mañana.

Trata de dejar todo a un lado, para que cuando te despidas o recibas a tu hijo de la escuela, lo puedas hacer de la manera correcta, como se merecen. 

No dejes que la rutina y el ajetreo dañen la oportunidad de crear momentos únicos que se quedarán por siempre en la mente y en el corazón.

Los hijos son una bendición y los padres debemos que velar por su integridad física, pero también por la espiritual. Ahora que comienza la rutina escolar, es buen momento para hacer ajustes y trabajar por una despedida y un recibimiento que los haga sentir contentos.

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