Es nuestro hijo y es un adolescente.   Uno de mis grandes descubrimientos, al menos lo fue para mí cuando me di cuenta hace más de veinte años atrás, es que nuestros hijos no son sus conductas.  Las conductas de un ser humano en una etapa de su vida no lo definen como persona, a menos que dichas conductas se conviertan en su identidad. 

Imagínate por un segundo que pudieras viajar en el tiempo y regresar a tu escuela superior. ¿Te imaginas? Regresar en el tiempo a tu escuela superior sabiendo todo lo que sabes de la vida en estos momentos.  Te pregunto; ¿hubieras hecho algo distinto? ¿Te hubieras atrevido hacer cosas que no hiciste? o quizás hubieses tomado algunas decisiones distintas a las que tomaste.  

Exacto. Tus conductas del pasado no te definieron como persona, a menos que dichas conductas se hayan convertido en tu identidad.  Lo mismo va a ocurrir con nuestros hijos en esta etapa de vida llamada adolescencia. 

¿Cómo puedes liberar a tu hijo de un pasado que aún no ha ocurrido? 

Evita igualar sus conductas no deseadas con su identidad.  No es lo mismo decir; “mi hijo está actuando en estos momento con timidez que afirmar mi hijo es tímido.”   Relaciona conductas deseadas con su identidad.  Por ejemplo.  En vez de decir;  “mi hijo se despertó alegre puedes afirmar mi hijo es alegre.” 

Tu hijo no es su conducta, a menos que dicha conducta se convierta en su identidad.   

¿Sabías que hay adultos que gritan y que justifican su conducta diciendo; “es que este es mi tono de voz?   Cuando la verdad es que todos podemos hablar con un tono de voz suave.  Sólo necesitas exhalar el aire con menos fuerza.  Incluso, algunos adultos defienden conductas irracionales bajo el argumento de que “yo soy así.” Cuando alguien defiende una conducta bajo este argumento, la conducta se convirtió en la identidad del individuo.   

Y ¿sabes qué?  No existe nada más poderoso en la psicología humana, al menos desde mi experiencia, que la identidad que nos hemos creador de nosotros mismos.  Hasta el punto que hacemos lo que sea para sentir que somos congruentes con esa identidad.  Razón por la cual; el tímido justifica su timidez, el altanero su altanería y así sucesivamente.  Nuestros hijos adolescentes no son la excepción. 

Los seres humanos hacemos lo que sea para ser congruentes con la identidad que nos hemos creado de nosotros mismos.  

La buena noticia es que nuestros hijos no son adultos.  Que estamos a tiempo para fortalecer una identidad que les garantice una vida plena, próspera y abundante.   Recuerda que tú eres el primer profeta en la vida de tu hijo(a).  

¿Cómo responderías a estas preguntas? 

¿Qué es lo más que te gusta de tu hijo? ¿Cuáles son las conductas y características que más admiras de tu hijo adolescente? ¿Cuándo hoy mismo es un gran día para comenzar a fortalecer la identidad que sí deseas para tu hijo? 

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Espero tener la oportunidad de algún día saludarte en persona en algunos de los conversatorios.

Prof. Wilfredo Vázquez “Sensei”

Creador de los programas de modificación de conducta, manejo de emociones, liderato, defensa y desarrollo personal para niños y niñas desde los 3 años de edad.  

www.jujitsufamily.com