¿Un niño nace o se hace tímido?

“Es una combinación, todos somos 50 por ciento genética y 50 por ciento ambiente”, afirma Lisette Morales, psicóloga escolar y propietaria de Caminos de Aprendizaje.

Según la doctora, la timidez no es un término clínico, más bien es un adjetivo que se usa para describir un conjunto de comportamientos sociales,  entre los que destacan el mantenerse callado, rehuir la mirada, la dificultad para expresarse, iniciar la  comunicación o interactuar con los demás.

“El niño tímido necesitaba que le enseñaran destrezas pro sociales y que le hiciesen sentir confiado y que sus opiniones y presencia son importantes”,  advierte la experta, a lo que añade que a ese niño no se le dieron las oportunidades suficientes para internalizar que los fracasos son aceptables para todo el mundo, que de éstos se aprende y que no hay razón para esconderse.

La intensidad,  frecuencia y severidad de esas características son las que determinarían  si se trata de algún tipo de condición. “A largo plazo y dependiendo de cuánto la timidez  dificulte  la interacción y la supervivencia  en una sociedad, se puede convertir en una ansiedad social o en ansiedad generalizada”, acota Morales, quien añade que la timidez  es uno de los rasgos descriptivos de algunas condiciones neurológicas de desarrollo como, por ejemplo, el autismo,  algunos tipos de retardo mental, esquizofrenia o bipolaridad. Es por esta razón que se debe evaluar el cuadro completo del niño para tomar en cuenta o descartar cualquiera de estas condiciones y determinar el tratamiento a seguir, de ser necesario.

El maltrato y la sobreprotección

Si las experiencias  previas en un contexto social del infante o andador han sido punitivas, sus destrezas sociales se verán afectadas. “Vemos el caso clásico de una mamá que carece de destrezas sociales y no ha sabido cómo lidiar con la impulsividad y la falta de control típica de un niño de uno o dos años y recurre siempre a las estrategias punitivas, y lo tiene ya amenazado de que,  ‘cuando lleguemos a tal sitio, te voy a dar una pela’”, comenta Morales.

El  desarrollo de las destrezas  del niño se afectan porque ha tenido la  experiencia previa de que su madre recurre al castigo físico, a la restricción, a hablarle de una forma pesada  y a no demostrarle afecto y aceptación total.

“'Éste es el caso típico de un nene de tres o cuatro añitos  que, cuando mami no lo está mirando, tiene una sonrisa a flor de piel. En cuanto ve  a mamá, se paraliza. Pues ya uno sabe que la experiencia previa o la interacción social entre ellos dos ha sido una  punitiva”, destaca Morales.

La timidez también es altamente asociada a la sobreprotección, pues  limita la socialización del niño y su capacidad para resolver problemas por sí mismo. Algunos padres temen que sus hijos interactúen con otros niños porque pueden ser lastimados o por temor a que se enfermen, sin embargo, descuidan el aspecto social y mental del menor. “Tenemos que dejar que los niños resuelvan sus situaciones para que desarrollen sus destrezas”, acota la psicóloga.

Cómo afecta la vida del  menor

La psicóloga advierte que los atrasos en el desarrollo de estas destrezas sociales impactan las habilidades del niño para comunicarse efectivamente,   colaborar con los otros y demostrar los conocimientos que tiene. 

“Ejemplo es el niño que hace todos los trabajos por escrito bien,  pero en clase no participa. Cuando le piden hacer un trabajo oral, no lo quiere hacer”, destaca la doctora, quien añade que es entonces que se afecta la ejecutoria del menor y la forma de demostrar sus niveles de competencia académica en un salón.

También afecta el establecimiento de conexiones significativas con otros. “Porque,  si yo soy bien calladito, no me escogen para jugar, tengo que esperar a que me hagan el acercamiento.  Eso atrasa mi integración al grupo social”, asegura la experta, quien destaca que,  a largo plazo, ese niño tímido puede aislarse y convertirse en posible víctima de acosamiento y de abuso por parte de otros que puedan percibir que pueden hacer lo que quieran con él, pues éste no dirá nada.

Recomendaciones

“La timidez no es para toda la vida. Nada es para siempre. Las destrezas siempre se pueden desarrollar, claro, mientras más temprano, mejor. Dependiendo de la edad del niño, son las estrategias que se pueden utilizar con éste. Lo más importante es reforzar lo que uno quiere y darles la oportunidad de ejecutarlo”, afirma Morales.

La psicóloga invita  a los padres a reconocer la importancia de socializar en un niño desde los seis meses de nacido, a ampliar su círculo social según va creciendo,  aumentar la frecuencia de su socialización y no limitarlos al entorno familiar inmediato.

Es importante también no abandonar el esfuerzo. “Muchas veces, cuando el niño está demostrando esta ansiedad a través del llanto, o de la rabieta, el papá se frustra porque se siente incómodo en ese contexto social y deja de incorporar al niño en estas actividades. No deben abandonar el esfuerzo porque, si persistimos, le demostramos que es algo aceptable (su sentir) y que no tenemos por qué tener tanta ansiedad al respecto”, recomienda.

Los padres deben verbalizar parlamentos pro sociales, por ejemplo: “No hay problema, éste es un nuevo amiguito tuyo, vamos a saludarlo”, “dale, choca la mano con él”, “dile tu nombre”, “mira,  amiguito, ¿tú le puedes decir tu nombre a fulano?”.

La idea es darle ese tipo de libreto al niño y separarse un poco, supervisando de lejos, sin alarmarse. Si el niño demuestra frustración, el padre debe tomarlo con calma y decirle frases como: “No hay razón para ponerse así”, “éste es un amigo nuevo, no te asustes”, “esto es música” o “mira, qué lindo el payaso”.

“Todo el tiempo hay que recurrir al refuerzo positivo. Lo que uno quiere ver es lo que uno dice. Uno no señala lo negativo”, concluye Morales.

La timidez en diferentes etapas

La psicóloga escolar Lisette Morales advierte que la timidez en los niños depende de la etapa de desarrollo que estén viviendo.

1. Infante

Un infante que demuestra características de timidez, probablemente  no ha sido expuesto a la socialización por sus padres.  Este pequeño  siempre ha compartido  con el mismo núcleo de adultos y está acostumbrado a las mismas caras y,  por la tanto, cualquier otra cara fuera del contexto inmediato  le impacta.  “No tiene las destrezas sociales para analizar cuál es su contexto en relación con esa otra persona y recurre a lo que es más seguro, a rehuir la mirada, a esconderse en el cuello de papá o mamá”, asegura.

2. Andador

Éste va a demostrar características de timidez  cuando está en un contexto social en donde las  expectativas del entorno requieren más interacción de la que él está acostumbrado.

“Por ejemplo, vemos el ejemplo clásico de un niño andador (2 años) que fue invitado a un cumpleaños  de un amiguito. Lo invitan a este cumpleaños, está acostumbrado a estar con uno o dos nenes, pero  allí hay como 10 niños con sus papás,  hay un payaso, hay música, él no está acostumbrado a las expectativas sociales de ese contexto y puede demostrar características de timidez”, asegura Morales.

3. Preescolar y escolar

La doctora asegura que a los tres o cuatro añitos, las experiencias previas son las que van a influenciar con cuánta frecuencia se demuestre timidez. Aquí empiezan  a relucir  características propias de la personalidad del menor. En esa última etapa, el infante imitará también los modelos de conducta que ha aprendido  en su hogar.

Cuando el niño entra en la etapa preescolar o de escolaridad primaria,  su mecanismo de defensa es quedarse callado porque no confía en sus habilidades y teme exponerse a un fracaso. “Mejor se queda calladito en lo que puede analizar porque no ha podido desarrollar la rapidez de procesamiento que otros niños ha tenido. No ha desarrollado la capacidad de integrarse a un nuevo ambiente que otros niños sí tienen”, acota la doctora, a lo que añade que eso significa que en edades tempranas se presentaron rasgos de timidez pero que no se trabajaron.

4. Preadolescente

Un escolar primario que empieza a aislarse va a ser un preadolescente que va a ser extremadamente introvertido y que no va a querer asistir a la escuela, y si asiste, se sentirá tan  marginado que vivirá en su propio mundo y empezará a demostrar ansiedad social  o comportamientos malsanos.