Nada de pintar el cuarto de azul o rosita, comprarle carritos o muñecas, o recortarlo cortito si es nene o dejarle la melena si se trata de una niña.

La canadiense Katty Witterick, de 38 años, y su esposo David Stocker, de 39, decidieron romper con las expectativas tradicionales basadas en el género al criar a su bebé -ahora de unos siete meses- sin “definirle el sexo”.

Para esto, el matrimonio -que ha recibido duras críticas por su polémico estilo de crianza- mantiene aún en secreto el sexo de su hijo(a), a quien le pusieron el ambiguo nombre de Storm. Nadie de los parientes cercanos, a excepción de sus hermanos Jazz (5 años) y Kio (de 2), sabe si se trata de un chico o una chica.

La razón detrás de esta controvertible iniciativa es, según la pareja, liberar a su pequeño(a) de los roles femeninos y masculinos que impone la sociedad. Al mantener la boca cerrada en el asunto, Witterick y Stocker explicaron que se niegan a seguir los estereotipos y aseguran que, de esta forma, le darán la posibilidad a su hijo(a) de elegir.

“Hemos decidido no compartir el sexo de Storm por ahora: un tributo a la libertad y la elección en lugar de limitarla”, decía un correo electrónico que enviaron los esposos a sus familiares y amigos cuando nació Storm.

¿Es saludable?

Si bien esta crianza flexible puede entenderse como una forma de ponerles freno a los pensamientos sexistas, la realidad es que muchos no la ven con buenos ojos.

Al analizar este modelo, el psicólogo clínico Enrique Gelpí Merheb observa que, aunque puede coincidir con los objetivos de una crianza libre de prejuicios, advierte que el caso de Storm es “extremo”.

De acuerdo con el especialista, los padres de el o la bebé no están sopesando las consecuencias emocionales de criarlo(a) libre de género.

“Yo quisiera pensar que estos padres eligen este estilo porque están claros que vivimos en una generación que está buscando más la integración, la aceptación y la diversidad. Una sociedad que busca no categorizar ni reducir la manifestación de una persona por sexo. Sin embargo, en mi opinión, todos los extremos son malos, y el caso de Storm parece ser un ejemplo de ellos”, señala el Dr. Gelpí Merheb.

“Siento que no debemos irnos a un extremo porque seguimos viviendo en una sociedad, en una cultura, y tenemos que tener cautela. Porque, aunque yo como padre piense que le estoy dando a mi niño o niña el espacio para elegir y ser, la realidad es que sigue siendo muy pequeño o pequeña para enfrentar saludablemente las consecuencias de una crianza sin género”, subraya el psicólogo, especialista en niños y adolescentes.

Esta perspectiva contrasta, sin duda, con el modo de pensar del matrimonio canadiense, que ha expresado que los niños pueden tomar decisiones importantes desde muy jóvenes. El Dr. Gelpí Merheb, por su parte, desaprueba esta visión, enfatizando que los niños educados de esta forma corren el riesgo de ser burlados y hasta rechazados.

“Hay casos que un nene se quiere poner un traje rosita para salir y se lo pone, pero la realidad es que no tiene todos los mecanismos, el juicio y la experiencia para manejar lo que puede venir a raíz de esa decisión”, destaca el galeno.

“Así que es necesario tener cuidado porque yo por acá como papá o mamá estoy pensando en mis principios y valores, y en mi perspectiva de que le estoy dando a mi hijo(a) la alternativa de escoger, pero puede ser injusto y hasta egoísta. Porque definitivamente estoy poniendo a él o ella en una posición para la que aún no está preparado(a)”, precisa.

De hecho, algunas amistades de los padres de Storm los acusan de querer imponer su ideología al niño(a) a toda costa.

Secuelas emocionales

Encaminar a un infante en medio de esta ambigüedad de género puede facturar una serie de riesgos al niño (a), según indican los expertos en conducta.

Algunos de los más comunes son la humillación por parte de sus pares, la incapacidad para integrarse, el rechazo y una baja autoestima.

“No tenemos que irnos a un extremo para criar a un hijo que tenga una identidad de género saludable, que se oponga a las desigualdades y acepte la diversidad”, puntualiza el Dr. Gelpí Merheb.