Estás a mil : trabajo, hijos, supermercado, médico, gimnasio -¡si es que una vez por semana logras ir!-. Llegas a tu casa reventada y no paras hasta las 11 de la noche, cuando caes rendida en la cama después de preparar meriendas, revisar libretas, lavar ropa, cocinar y atender las demandas de tu bebé. En el medio, llamaste al dentista pediátrico para pedir turno, te incendió el WhatsApp, tu jefe para ultimar detalles de la reunión de mañana y tu mamá te mandó tres mensajes porque no la atendiste. ¿Y él? ¿Se queda hipnotizado frente a un pañal sucio? ¿Necesita un tutorial de YouTube para preparar una papa majada o bañar a los chicos? ¿O será que muchas veces tu hombre siente que no le das el lugar para colaborar? ¿O que lo inhibes con tus reclamos ante su modo de hacer las cosas? Analicemos más de cerca algunas conductas masculinas que -muchas veces- "el lado oscuro de nuestra maternidad" genera.

Tiene miedo a equivocarse

¿Cuántas veces escuchaste: "Lo haría, pero no sé cómo" o "no me sale igual que a ti"? Convengamos en que estas frases son excusas. Por ejemplo, tienes que salir, pero él JAMÁS le cambió un pañal al bebé. Entonces, prepárate para el llamado desesperado, 15 minutos después de tu partida: "Gorda, creo que algo salió mal porque se le sale el orín". Tú, ¡loca! ¿No es mejor si lo invitas a aprender a poner un pañal o darle el remedio para los cólicos? Estas situaciones suceden porque, al ver su inicial "inutilidad", desistimos y preferimos hacer todo nosotras, con lo que minamos toda posibilidad de colaboración.

Cree que no sabe tanto como nosotras

Leíste todos los libros de Laura Gutman, el Duérmete niño y varias guías de crianza. Ante tanta "erudición", él se inhibe y da un paso al costado, más aun cuando aparecen tu madre, tu suegra, más amigas, hermanas y primas y TOOODASSS aducen tener "la respuesta" para cada situación de "fiebre" o "irritación” de nuestros hijos. Así, ¿esperas que haga algo? ¿Qué espacio le das? ¿No sería mejor aflojar con eso de que "sabemos todo" y darle un lugarcito para que opine? Después de todo, es el padre de la criatura.

Se aprovecha de tu "natural" tendencia a hacerlo todo 

Cuando él llega, tienes la cena lista, los niños en la cama y hasta las mochilas del colegio preparadas. Así, él se tira en el sillón a mirar tele, mientras se afloja la corbata y te dice que está muerto. Sientes coraje. ¿Muerto él? ¿Y tú, que no paraste desde que llegaste? Ojo, acá el reclamo tardío no sirve. Lo mejor es pedirle, por ejemplo, que al menos UNA o DOS veces por semana te dé una mano porque tú también estás cansada. ¡Siempre se puede negociar!

A veces, parece que no hace nada, pero ¡te sostiene! 

OK, él no tiene teta, pero en la noche te acerca al bebé a la cama para que lo amamantes y a la mañana -sin dormir, casi, como vos-, lleva a la más grande al colegio porque tú no puedes. Incluso muchas veces te llama antes de llegar para ver si necesitas algo del súper y ayer preparó una cena improvisada -fideos que se le pasaron, pero ¡al menos los hizo!-. Reconozcamos que a estas "pequeñas actitudes" no le das siempre el crédito que se merecen ¡y él te ayuda en muchas! Entonces, ¿por qué no aflojar con tanta exigencia y le dices que lo necesitas?

¿Qué nos pasa a nosotras?

Ojo, que si analizamos un poco nuestras conductas de todos los días, nos daremos cuenta de que somos responsables en un 50% de que nuestros hombres no colaboren, ¡ni intenten hacerlo! ¿Por qué?

Decidiste algo sobre los chicos sin consultarle 

Por ejemplo, resolviste que la más chiquita no vaya más a piano porque crees que es mejor que se enfoque en el soccer. Cuando él se entera, te dice: "Pero ¿por qué, si a ella le gusta tanto?". ¿No es mejor decidir juntos y consultarle qué piensa y qué haría, haciéndolo más partícipe de la vida de sus hijos? Ojo con esto, porque muchas veces excluimos a nuestros hombres de una manera muy marcada, como si las criaturas fueran solo nuestras y ellos, simples observadores de cómo manejamos todo.

No sabés -¡ni te gusta!- delegar 

Seamos francas, amamos el papel de Wonder Woman que hace, se ocupa, controla y está en todo. Pero ¿no nos agotamos después? ¿Para qué nos sirve estar de acá para allá TOOODO el día sin parar? Solo para cansarnos y terminar en la queja. Muchas veces -sí, ¡digamos la verdad!-, él se ofrece a bañar a los chicos y tú le dices que no porque no les pone bien el champú y, además, el baño queda hecho un desastre. Pero, nena..., ¡te está ofreciendo ayuda! ¿No está bueno tomarla y disfrutar de eso?

Cuando él hace algo..., ¡lo criticas! 

Él ve que todas las noches lavas la ropa, tiendes todo y recién entonces te acuestas. Una noche, se ofrece a hacerlo él. Aceptas feliz, pero cuando, al día siguiente, ves cómo tendió la ropa -¿nadie le enseñó que si la pone así en el tendedero queda arrugadísima y hay que planchar tooodo?-, te enojas. Terminan peleando, porque te tilda de controladora y obsesiva, y te enojas. Lamentamos decirte que... ¡tiene razón! ¡Déjalo hacer y, si no sabe, enséñale, pero con buena onda! ¿No es mejor eso que criticarlo?

La clave: compartir

Aprendamos a repartir sin invadir al otro ni estar mirando cómo hace las cosas. Y, por otra parte, ¿por qué no negociamos nuestros espacios personales? Está bueno que él tenga su día para jugar al fútbol o ir a cenar con amigos y que tú tengas el tuyo para salir a correr o sentarte tranquila a leer tu revista! No esperes a convertirte en una olla a presión a punto de estallar, eso solo lleva a la pelea y no soluciona nada. Hoy, las responsabilidades compartidas se hacen palpables cada vez más en nuestra sociedad. ¿O no te cruzas con padres que llevan a sus hijos al colegio, los cuidan, dan bibis y van al súper? ¡Claro que sí! Piensa que para que suceda, eres tú la que tienes que dar el espacio. ¡Y no seremos menos mujeres por eso!

Experta consultada: Lic. Andrea Pallisé, Psicóloga-psicoanalista.