La mayoría de las adolescentes no planea quedar embarazadas, pero -siendo realistas- muchas lo hacen.  Y es que los jóvenes, como bien sabemos, comienzan demasiado pronto a tener relaciones sexuales, sin estar enteramente conscientes de que las consecuencias de no practicarlas con seguridad pueden condicionar el resto de sus vidas.

El resultado de estos embarazos precoces -hablando en términos generales- es un periodo complicado de gran carga emocional, pues surge ese conflicto entre ser madre o padre y, al mismo tiempo, continuar siendo un adolescente. 

De la noche a la mañana, el muchacho o la muchacha ve además su vida diaria alterada, con una serie de repercusiones (como puede ser el tener que dejar de estudiar) y asumiendo responsabilidades que aún le quedan muy grandes.

(In)madurez emocional

El psicólogo Enrique Gelpí Merheb, especialista precisamente en niños y adolescentes, no descarta que los jóvenes puedan tener la madurez que se necesita para traer un bebé al mundo, pero reconoce que el desarrollo emocional tarda aún más en llegar que el físico.

“Esa madurez va a depender mucho de la edad en la que ocurra el embarazo.  Si tenemos adolescentes que están en la etapa temprana de ese periodo, pues no hay ningún tipo de madurez para enfrentar una situación como esa.  Ya en el caso de adolescentes que estén en una fase mas tarde de su desarrollo -digamos unos 17, 18 o 19 años- , uno podría pensar que trabajando algunas circunstancias a su alrededor podrían manejarlo mejor”, observa el Dr. Gelpí Merheb, señalando entre esas “circunstancias” el factor económico, los estudios y el seguimiento médico.
“Puede ser bien difícil y puede ser un período intenso, pero no necesariamente tiene que ser traumático.  Yo creo que el problema es cuando llega el bebé y está esa pareja de adolescente tratando de vivir juntos y, a la vez, intentando de criar a una criatura”, destaca el especialista.

¿Juntos y revueltos?

La posibilidad de convivir con la pareja y criar al bebé bajo un techo en común es, sin duda, una de esas decisiones importantes que afrontan los padres adolescentes una vez pasa el primer impacto de la noticia.
 De acuerdo con los expertos, la determinación más saludable -bien sea convivencia o cada cual en su casa- varía de caso en caso, pues cada situación tiene sus particularidades.

La psicóloga clínica Ada M. Alemán Batista recalca, sin embargo, que cualquiera sea la decisión, es fundamental que ambos padres asuman la responsabilidad de cuidar y mantener a su retoño.

 “Si económicamente se pueden mantener, la convivencia puede ser una opción.  Pero la realidad es que ni los adultos en esta sociedad nos podemos mantener.  Entonces, se añadiría otro problema: el de las limitaciones financieras”, advierte la Dra. Alemán Batista.

“Se puede dejar a él en su casa y a ella en su casa, pero cada uno asumiendo las obligaciones.  El varón, por ejemplo, mínimo debe reconocer legalmente al bebé y aunque sea admitir la responsabilidad económica que exige el Estado”, señala.

El Dr. Gelpí Merheb subraya, por su parte, que la decisión de convivir o no debe hacerse evaluando una serie de factores, así que nunca debe ser algo instintivo o pensado a la ligera.

“Va a depender del apoyo que tengan esos nenes, la edad de cada uno de ellos, la parte económica -en el sentido de qué ayudas van a recibir para poder responsablemente mantener al niño-, el nivel de madurez, la comunicación entre ambas familias, el compromiso de ellos hacia el embarazo y su relación, etcétera”, indica el experto en conducta.

El rol de los abuelos

Aunque muchas veces los de la pareja embarazada no saben muy bien cómo manejar el nuevo escenario de sus hijos, los psicólogos nunca aconsejan forzarlos a casarse o a vivir juntos.

El Dr.Gelpí Merheb explica que obligarlos a dar este paso por el simple hecho de las apariencias y el “que dirán” puede traerles a los adolescentes una serie de consecuencias negativas.  Estas secuelas pueden ir desde estrés y conflictos de pareja hasta depresión, trastornos de ansiedad e -incluso- abuso de drogas y alcohol como método de escape.

 “Como padres no podemos perder de perspectiva que muchos de estos embarazos no son planificados ni deseados, y pueden ser el resultado de una relación de pareja que fue casual”, apunta el especialista.

Si bien no deben empujarlos a la convivencia, los expertos aquí consultados tampoco aconsejan a los padres de los jóvenes a hacerse cargo por completo del nuevo nieto o nieta.  Según la Dra. Alemán Batista, esto sólo fomentaría la inmadurez de los adolescentes, así como su falta de compromiso con su bebé.

“Cada acto tiene sus consecuencias, así que si ellos adelantaron esa etapa de sus vidas -la de convertirse en padres- tienen que asumir las responsabilidades.  Tienen, por ejemplo, que bañar al niño, darle de comer cuando se levante llorando en la madrugada, cambiarle los pañales, llevarlo al médico para sus vacunas…”, observa la psicóloga clínica.

“Eso no quiere decir que si la muchacha quiere seguir estudiando, alguien de su familia no la ayude a cuidar a la criatura.  Pero eso es dentro de ese tiempo de estudio, no es para irse a janguear como dicen ellos”, puntualiza.

El psicólogo clínico Enrique Gelpí Merheb tiene su práctica privada y ofrece talleres sobre crianza y conductas difíciles en niños y adolescentes.  Para detalles, llama al 787-727-7276.  Para consultas con la también psicóloga Ada M. Alemán Batista, comunícate al 787-485-4100.