Por momentos, los médicos parecen más contentos que la propia paciente y su esposo. No es para menos: su embarazo es el primero en América Latina concebido con un retrasplante de tejido ovárico.

Es también el caso número 25 en el mundo con esa técnica en mujeres que optaron por congelar pequeños fragmentos del ovario para preservar su fertilidad después de que les diagnosticaron un cáncer.

"Me dicen [los médicos] que es algo científicamente importante. Para mí, es muy importante porque es mi embarazo, el que tanto buscamos con Fernando. Ojalá sirva para ayudar a más mujeres que lo necesiten como yo", dice la futura mamá, Rita, con cinco meses y una semana de gestación "sin náuseas, antojos ni nada". Eso sí, "con mucho sueño", como le recuerda enseguida su esposo. Ya saben que será varón y se llamará Franco.

A fines de mayo llegó la buena noticia. "Al final fue todo muy rápido", dice ella, que tiene 36 años y es contadora. A los 13 días de la inseminación, se hizo un test casero de embarazo. "¡Y dio positivo! Empecé a gritar en el baño. Fernando no sabía que me estaba haciendo el test. Fue el día de Santa Rita y el embarazo sería su regalo."

Es también, como dicen sus médicos, un segundo milagro en su vida. "El primero fue haberse recuperado de un cáncer altamente mortal. Ya lleva siete años libre de enfermedad, así que estamos todos muy contentos", dice Fabián Lorenzo, especialista en medicina reproductiva y endoscopia ginecológica.

El primer intento había fallado. El proceso, que comenzó en 2009, duró tres años e incluyó seis intentos con dos técnicas de fertilización asistida, más y menos complejas. Este año, el médico de Rita, Fabián Lorenzo, planificó un segundo trasplante. Lo realizó en marzo, antes de que la pareja se fuera de vacaciones. A su regreso, la paciente había recuperado la función ovárica. Se optó, entonces, por una nueva inseminación intrauterina, un método de baja complejidad.

La noticia llega a dos meses de la sanción de la ley de reproducción asistida, que contempla la cobertura de las técnicas necesarias para preservar la fertilidad en los pacientes oncológicos, en los que la enfermedad y el tratamiento puedan poner en riesgo la posibilidad futura de tener hijos. La criopreservación de muestras de semen, tejido ovárico, óvulos o embriones cuesta entre 8,000 y 12,000 pesos argentinos, más una tarifa de entre 120 y 150 pesos por mes hasta su uso.

Rita tenía 28 años en 2004, cuando le diagnosticaron un tumor de Askin, que es muy agresivo y afecta los tejidos del tórax. Debieron extirparle cuatro costillas izquierdas. Antes de empezar la quimioterapia, optó por hacer algo para preservar su fertilidad: decidió criopreservar tejido ovárico. Estaba de novia y el futuro era tan incierto que las decisiones las tomaba en horas.

"Todo fue de casualidad. No entendía bien lo que pasaba -recuerda-. No sabía que la quimio afectaba la fertilidad. La oncóloga me dijo que podía consultar en una clínica especializada, pero que igual me iban a aplicar una inyección para proteger la zona. Ese día, consulté en otro centro [Halitus] y el doctor [Sergio] Pasqualini me explicó cuáles eran los riesgos de la quimioterapia, que yo tenía que empezar en tres días. Me comentó que existía la criopreservación, que era un procedimiento experimental."

Muchas dudas

Rita salió con muchas más dudas que antes. "Estaba aturdida. Llamé a mi oncóloga y le pedí retrasar la quimio. Aceptó hacerlo sólo por una semana." Volvió al centro de fertilización, donde conoció a Lorenzo. "Me operó y a los dos días empecé la quimioterapia. No sabía si lo que había hecho estaba bien, pero, ante la duda, ¿qué perdía? Así que pensé que tenía que hacerlo por las dudas, aunque ojalá nunca tuviera que usarlo."

Pero lo necesitó. Los estudios hormonales después de la quimioterapia revelaron una menopausia precoz, que los médicos comenzaron a tratar. Al año, se casó con Fernando. Pasaron dos años más antes de que los oncólogos autorizaran la búsqueda de un embarazo. Rita se puso en contacto con Lorenzo, ya en el IFER, que planificó la estrategia a utilizar con los doctores Ramiro Quintana, Alberto Valcárcel, Edgardo Young y Luis Auge.

Un primer autotrasplante del tejido ovárico criopreservado en el ovario derecho pareció dar buen resultado, pero no quedó embarazada. Los médicos optaron por avanzar: realizaron sin éxito tres intentos de inseminación intrauterina (se introduce semen fresco en el útero) y tres de fertilización in vitro (a la mujer se le extraen óvulos viables y se fecundan con espermatozoides en el laboratorio para obtener los embriones que, luego, se transfieren al útero). "En ese momento, recuperamos la función ovárica y en tres años obtuvimos óvulos y embriones, pero ella no lograba quedar embarazada", señala Lorenzo.

Volver a empezar

A mediados del año pasado, una falla ovárica le volvió a producir menopausia precoz. En enero, los médicos le plantearon un retrasplante, pero en el otro ovario, el izquierdo. "Estaba cansada y hasta hablamos con Fernando si debíamos optar por la ovodonación. Pero esta vez yo sentía que tenía que volver a intentarlo. Si no, siempre tendría la duda de si podía tener hijos", cuenta la futura mamá. Le mandó un mensaje a Lorenzo para que le hiciera una nueva laparoscopia en los siguientes 10 días porque se iban de vacaciones.

El retrasplante restableció su función ovárica y los médicos pudieron obtener un óvulo viable para realizarle una nueva inseminación intrauterina. "Sola, de vacaciones, pensaba que me iba embarazar", confiesa Rita. De regreso, en casa, se hizo un test casero de embarazo. Gritó de alegría con el resultado. Le sacó una foto y se la mandó a Lorenzo por Whatsapp. Dice que, desde entonces, no tiene ninguno de los síntomas que suelen tener las embarazadas, aunque su esposo asegura que tiene más sueño.

"Al principio, cada vez que me hacía una ecografía, tenía miedo de que el bebe no estuviera. Además, como no tenía síntomas, me decía si estaría embarazada. Pero sí, sabemos que va a ser varón... Franco", confiesa Rita Técnica fertilidad, trasplante de tejido ovárico, embarazo paciente de cáncer, médico argentino Fabián Lorenzo, primer caso en América Latina