“Mi nene se colgó en prekínder”, dijo muy afligida una madre, lo cual provocó risa porque parecía una broma. ¿Cómo era posible que un niño fracasara a los 4 años en un preescolar? Su bulto evidenció que no era una broma. Era  pesado por la cantidad de libros, reflejo de un currículo avanzado que su niño no había podido dominar.

¿Por qué un niño de 4 o 5 años tiene que ser expuesto a un currículo tan acelerado para el cual no se supone que esté listo en términos de desarrollo motor, sensorial, neurológico, emocional o lingüístico?

Este fenómeno prolifera cada día más por dos factores: escuelas que  derivan su prestigio estableciendo que tienen el currículo más exigente que las demás, y  la competencia entre los padres para que el nene o la nena sea parte de una elite.  

Someter  a los niños a esta presión provoca   una incidencia cada vez más alta de desórdenes de ansiedad, problemas de ajuste escolar y aprendizaje, conducta violenta y trastornos de atención, entre otros. 

Un modelo diferente

En Finlandia  es baja  la  incidencia de niños con problemas de aprendizaje y de trastornos de atención.

Contrario al modelo educativo nuestro, los niños empiezan el kínder a los 6 años y el contenido académico es mínimo; se utiliza el juego para desarrollar las destrezas que luego utilizarán en otros grados. 

¿Podrá detenerse este serio problema que están viviendo nuestros niños? Solo con educación y orientación a los padres. 

Mientras los padres y madres sigan auspiciando este sistema de competencia, nuestros niños pasarán cada vez menos tiempo haciendo cosas de niños en el tiempo más hermoso, el de la infancia, que nunca volverá.

(La autora, Lic. Nellie Torres de Carella es patóloga del habla  y directora del Instituto Fonemi de Puerto Rico)