Las jóvenes que han sido madres antes de los 18 años manifiestan mayores síntomas depresivos debido a que durante sus embarazos se presentan importantes cambios hormonales que pueden derivar en transformaciones conductuales, aseguró Óscar Galicia Castillo, académico del Departamento de Psicología de la Universidad Iberoamericana (UIA).

Lo anterior, según conclusión de la primera etapa de la investigación que, el también jefe de procesos del Laboratorio de Neurociencias de la UIA, realizó bajo el nombre “Efectos de los embarazos tempranos sobre la actividad eléctrica cerebral. Estados de estrés metabólico que pueden decrementar la actividad cerebral”.

Galicia determinó que las hormonas en las mujeres pueden influir en la aparición de síntomas relacionados con la depresión, las cuales cambian a lo largo del ciclo menstrual, dependiendo de la edad y de si las mujeres están, o no, embarazadas.

En la investigación se observó que los embarazos en mujeres menores de 18 años alteran su metabolismo, lo cual se ve reflejado en la pérdida de capacidad para fijar algunas moléculas como las que contienen calcio.

El metabolismo en jóvenes embarazadas, agregó el también doctor, se desvía hacia la supervivencia y desarrollo del embrión o bebé.

“Entra en una fase deficitaria o de estrés metabólico, en el que gran parte de esos nutrientes y proteínas que le iban a servir para su propio desarrollo, ahora los utiliza para el desarrollo del bebé”, se explicó.

Ese tipo de problemáticas no las notan ni sienten jóvenes que pasan por los 18 y 20 años, subrayó, “pero nosotros lo estamos asociando con un riesgo de presentar posteriormente osteoporosis”.

La hipótesis de la investigación indica que los embarazos tempranos podrían repercutir también a largo plazo en un déficit en la conectividad de estructuras cerebrales muy importantes para la vida cognoscitiva y académica, las relacionadas con los procesos de aprendizaje, la memoria, el control emocional, la capacidad de atención y de planeación.

Esta investigación, que se desarrolla en el Laboratorio de Neurociencias de la UIA, cuenta con la colaboración de alumnos de Doctorado en Investigación Psicológica de esa casa de estudios y de miembros de la Universidad Autónoma del Estado de México (UAEM), mencionó Galicia.