El castigo corporal es descartado por padres, educadores y profesionales de la salud hispanos como un medio eficaz para la educación formal y familiar de los menores, aunque admiten que la práctica prevalece en sectores de la comunidad latina.

"No hay justificación en ninguna situación para el castigo corporal de los menores, eso implica ejercer violencia emocional y física en los niños", dijo a Efe Silvia Martínez sicóloga y especialista en ciencias del comportamiento, quien ofrece asesoría directa a familias latinas en Los Ángeles.

Sin embargo, 19 estados del país todavía admiten legalmente el castigo corporal en las escuelas públicas y privadas, y un estudio reciente de la Facultad de Trabajo Social en Austin, de la Universidad de Texas, encontró que los estilos de crianza para los hijos en la cultura hispana pueden producir depresión, ansiedad e histeria o trastorno de somatización en sus hijos.

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Los investigadores recogieron datos de 661 madres y niños inmigrantes mexicanos y dominicanos, con casi el 50 % en situación de riesgo de ansiedad y 10 % de depresión y trastorno de somatización.

"A Estados Unidos la comunidad hispana trae consigo su cultura y sus costumbres. Si en una familia los padres fueron criados recibiendo castigos corporales, aquí ellos hacen lo mismo con sus hijos. Y para sorpresa de muchos, se enteran de que pueden meterse en graves problemas con la justicia por abuso físico a menores", afirmó Elvia Delgado, educadora que dirigió la revista "Ser Padres".

Precisamente para instruir a los padres latinos de la nueva realidad de vivir en Estados Unidos, en Nueva York se creó en 1982, el Comité para Niños y Familias Hispanas (CHCF, por su sigla en inglés), que ha reportado una disminución de los casos de maltrato infantil entre los hispanos en años recientes.

Las leyes del estado de Nueva York obligan a los profesionales relacionados con la salud y trabajo social a reportar sospechas de abuso infantil a las autoridades.

En 2011, el Departamento de Salud y Servicios Humanos federal (DHSS) reveló que la cifra de menores hispanos víctimas de maltrato infantil se había reducido más que el promedio nacional a 8.6 de cada 1,000.

El DHSS comparó los datos de principios de la década de los noventa con los de los inicios de la actual y el estudio arrojó que hace 20 años el guarismo de niños maltratados llegaba a 15.2 de cada 1,000, mientras que el promedio nacional en era de 9.11.

Esthela Hernández, dirigente de la organización de base ActionNC en Charlotte (Carolina del Norte) y del grupo de madres por un trato igualitario para los padres indocumentados para ser voluntarios del Sistema Escolar de Charlotte-Mecklenburg (CMS), se pronunció en desacuerdo con el castigo corporal para propósitos educativos o de formación personal.

"Sé que hay padres que todavía golpean a sus hijos pensando que es lo correcto, pero yo no comparto ese comportamiento. No lo he hecho y no lo voy a hacer, pero sé de latinos que todavía lo hacen, y es una conducta que cada vez es menor entre los hispanos", acotó.

De acuerdo con la madre, los padres latinos no solo están reaccionando a la amenaza de las leyes estadounidenses de sanciones por abuso infantil, sino son más conscientes de que la "letra no necesariamente con sangre entra", tal como se afirmaba en el pasado.

"Somos más querendones con nuestros hijos y disponemos de mayor información por los medios de comunicación, la internet y las redes sociales", aseveró Hernández.

Cerca de 40 países han prohibido el castigo corporal. No obstante, Estados Unidos no ha firmado la Convención Internacional sobre los Derechos del Niño de las Naciones Unidas, que ha sido ratificada por 192 naciones.

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