Mientras más fume un padre y una madre, más probabilidades hay de que un hijo o una hija adolescente adquiera el hábito. Si la dependiente de nicotina es la mamá, más probable es que su hija adolescente empiece a fumar.

A esa conclusión llegó un estudio realizado por investigadores del centro médico de la Universidad de Columbia y del Instituto Psiquiátrico del Estado de Nueva York.

Publicado en el American Journal of Public Health y reseñado en el portal EurekAlert, en el estudio se utilizaron datos desde 2004 hasta 2012 de la Encuesta Nacional sobre Uso de Drogas y la Salud que anualmente entrevista a más de 67 mil personas mayores de 12 años.

El estudio se centró en 35 mil parejas de padres de adolescentes a quienes se les preguntó sobre el hábito de fumar y la dependencia a la nicotina. También se recogieron datos sobre la percepción del riesgo de fumar, la depresión y, en el caso de los adolescentes, qué les parecía la calidad de la crianza, vigilancia y nivel de apoyo de sus padres.

Los autores encontraron que el 13 por ciento de los adolescentes cuyos padres nunca fumaron aseguró que tampoco lo había hecho. En comparación, el 38 por cientos de los hijos de fumadores admitió que había fumado por lo menos un cigarillo.

En general, los adolescentes tenían tres veces más probabilidades de fumar y casi el doble del riesgo a la dependencia de nicotina si su padre tenía el hábito de fumar. Las hijas eran cuatro veces más propensas a fumar si la madre era fumadora.

El hecho de que el tabaquismo en adolescentes fuese más frecuente en hijos de fumadores sugiere un efecto de modelaje, de copiar el comportamiento de los progenitores. Pero, como los casos de padres exfumadores no eliminó el riesgo para los adolescentes, pone de manifiesto que hay otros factores como el entorno familiar o aspectos genéticos.

La mayoría de los fumadores empieza el hábito durante la adolescencia, por lo que combatir el tabaquismo de los adultos podría tener un efecto directo en cuántos nuevos fumadores se pueden evitar.