Los momentos más significativos de la vida los producimos nosotros, guiando el corazón por el camino correcto junto a los valores y los buenos sentimientos. El amor a la familia es, y debe ser, siempre sagrado y buscado, pero jamás olvidado. La distancia o el silencio no deben ser impedimentos. Así lo viví este pasado fin de semana, pues tuve la oportunidad de construir, junto a mis dos hermanos, una de las experiencias más gratificantes e inolvidables que la vida me haya regalado.

Les cuento que mi padre falleció cuando yo tenía 19 años. El tenía 72 y me tuvo a sus 53 años. Qué bárbaro, ¿verdad? Fue un padre extraordinario, de mucho carácter, trabajador incansable, visionario y desarrollador exitoso de negocios. (Ya saben a quien salí.) Cariñoso hasta decir basta, alcahuete y complaciente. Nos enseñó a querer a sus hermanos, a quienes adoraba. Procuró inculcarnos el amor y el valor a la familia. Del lado paterno sólo nos quedan dos tíos. Uno maravilloso y especial, tío Ariel, que vive en la Isla, y tío Ovidio, muy dulce y cariñoso que vive en Florida. Tío Ovidio se encuentra muy delicado de salud y de él les quiero hablar. 

A raíz de su diagnóstico clínico, junto a mis hermanos Jorgito y Aryta, decidimos paralizar nuestros trabajos y responsabilidades familiares para movernos a un encuentro con nuestras raíces paternas en el Sur de la Florida. El corazón nos dijo claramente a los tres que era momento de movernos y cumplir una misión especial, llevarle alegria a tío Ovidio y traernos la satisfacción de que los buenos valores familiares no se olvidan y que, basado en este cumplimiento, hemos de recibir grandes sorpresas y satisfacciones. 

Los frutos de la buena fe no se hicieron esperar. La primera satisfacción fue viajar por primera vez con mis hermanos, solos los tres. Nunca habíamos tenido ese privilegio. La planificación fue genial y las vivencias... ¡ufff! Gasolina para el alma. 

Ver cómo nuestra presencia llenó de vida y fuerza a nuestro tío nos cambio la vida. El encuentro fue mágico y el espíritu de nuestro adorado padre estuvo presente. Sentir su presencia después de 21 años de su partida al cielo es algo indescriptible. 

No importa lo que pase, ni la distancia que pueda existir entre las familias, por las razones que sean, el amor y el respeto lo curan todo. 

Busca a tus seres queridos, descubre las claves que cada uno tiene para ti en este juego de la vida. Ser agradecido y cumplir con los buenos valores es parte de nuestra felicidad. 

Acércate a los tuyos, siente por ellos, ayuda en sus cargas y problemas, y de igual forma disfruta de sus logros y grandes momentos. Es tan triste ver familias destruidas por desacuerdos a los que prefieren no buscarle solución, eligiendo el distanciamiento y el silencio, como si la sangre no pesara más. 

Vinimos a la Tierra a cumplir con una gran misión que sólo Dios sabe. Las claves para descubrirla están en la familia. Acércate a los de tu misma sangre, lo demás viene por añadidura. Disfruta las satisfacciones que están por venir. 

Cuando el corazón habla, recuerda, ¡familia es familia!