Según la humanidad adelanta en tiempo y espacio, más pobreza existe en el mundo. Que quede claro, existen muchas clases de pobreza. Las vemos en todas partes. A través de las redes sociales vemos cómo alrededor del mundo (incluyendo nuestra tierra) los niños, envejecientes y personas con impedimentos sufren por carencias básicas como la falta de agua potable, así como de medicamentos y tratamientos que le permitan una vida justa y plena. 

Es ahí que confirmamos que las riquezas están mal repartidas y que los gobernantes y políticos no tienen claro ni respetan el voto de confianza que el pueblo les otorga para trabajar en pro de las verdaderas necesidades de la gente. A esto le sumamos el egoísmo de miles de personas que interrumpen las posibilidades de que otros tengan calidad de vida, ya que antes de pensar en la gente, piensan en cuánto dinero han de ganar por beneficiarse de las carencias de otros. 

Esta mala actitud de muchos te obliga a buscar el principio de todo y te retumba la conciencia al pensar que esta carencia que vive el mundo viene de la pobre educación en el hogar, de la falta de valores y de la falta de Dios en sus vidas.

Hay muchas almas con espíritus vacíos que su felicidad se nutre destruyendo corazones ajenos, haciéndose insensibles al dolor de otros. Para estos, ayudar no es un sentimiento, sino un negocio. Se aprovechan y se lucran porque no buscan el tiempo ni el espacio para ayudar, sino para destruir. Crecen y viven desde temprana edad con esta consigna (conscientes o inconscientes) llegando al punto de satisfacerse a sí mismos sin importarles nadie más. ¡Esto sí es tener pobreza!

¿Qué podemos esperar del presente y lo que nos rodea? Solo depurar y escoger a quienes piensen como tú, a quienes tengan la transparencia de alma y la capacidad de respetar tu yo, el suyo y el ajeno. Así es como se despierta la riqueza y se multiplica, regalándonos alegría y satisfacción. 

Cuando puedas ver las carencias de otros con un corazón sensible, estarás tan fortalecido que te hará ignorar todo daño externo que la envidia y el celo puedan tocar. 

No cabe duda que los valores son los que nos visten el alma. ¿De qué te sirve portar miles de dólares en trapos y joyas cuando lo que produce tu interior es como ácido al que debemos repeler para evitar ser lastimados? ¿De qué te sirve conducir un carro del año cuando llevas mucho tiempo rompiendo las leyes básicas de convivencia? 

Procuremos identificar nuestras pobrezas, alimentemos cada una de ellas para sacar lo mejor de nosotros. Solo así viviremos plenos mientras ganamos escalones en la vida ayudando a los que lo necesitan. Acepta el éxito y la alegría de los demás, reprime la envidia y la ambición. No seas glotón, el postre bien luchado ¡llega! 

Dile no a la pobreza de espíritu.